Vv. 1, 2. Dios habla de muchas maneras a los hijos de los hombres; por la conciencia, por
providencias, por su voz, a todas las cuales debemos atender cuidadosamente; pero nunca habló, en
momento alguno, como cuando dio los Diez Mandamientos. Dios había dado antes esta ley al
hombre; estaba escrita en su corazón, pero el pecado la desfiguró tanto que fue necesario revivir el
conocimiento de ella. La ley es espiritual, y toma conocimiento de los pensamientos, deseos y
disposiciones secretas del corazón. Su gran exigencia es el amor, sin el cual la obediencia externa es
pura hipocresía. Requiere la obediencia perfecta, infalible, constante; ninguna ley del mundo admite
la desobediencia. Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable
de todos, Santiago ii, 10. Omitir o variar algo en el corazón o en la conducta, en pensamiento,
palabra u obra, es pecado y la paga del pecado es muerte.