Con dichos como este, nuestros padres nos advertían de cuidar nuestra vida de las malas decisiones y de las malas compañías y así evitar consecuencias que nos podrían doler.
Así lo hace una parte de este proverbio en los versos 1:17-18: “Aunque no vale la pena tender una trampa si los pájaros pueden verla, esos hombres se tienden la trampa a sí mismos”, los que han escogido el camino de las malas amistades, no previenen, sino que terminan cayendo en las trampas que con sus decisiones se pusieron.
Para prevenir, el proverbio le da a los jóvenes dos concejos: Escuchar y no abandonar. Escuchar la instrucción del padre y no abandonar la enseñanza de la Madre, hacer esto significaría tener la dignidad y el valor personal y familiar que representaban las diademas y collares en la decoración de los varones jóvenes de la época. Cuando somos jóvenes nos enfrentamos a nuevos desafíos y tendemos a refugiarnos en algo o en alguien, podemos hacerlo en los consejos sabios que nuestros padres nos han enseñado o en los que las malas compañías nos dan.
En el proverbio, Papá y Mamá, tenían una tarea dada por Dios, la de disciplinar y darles a sus hijos la enseñanza de la Palabra de Dios, de esa manera les transmitirían el temor de Jehová, como el fundamento que les sostendría frente a las malas compañías.
Para prevenir y no tener que curar, Dios ha dejado una tarea a cada uno de la familia: A los padres, darles a los
hijos la enseñanza de la palabra de Dios, y a los jóvenes la decisión de escucharla y no abandonarla.
Sí, así como lo viste en tu mente, allí está la tentación acechando, latente y violenta. Muy dispuesta a arrebatar lo que pueda del inocente, desde sus bienes hasta sus vidas, y en el camino pervertir al justo hasta su destrucción, por puro placer. A lo largo del último año hemos sido testigos de una ola creciente de maldad en nuestra sociedad, cada crimen más violento que otro. Con tristeza vemos como muchos, desde los gobernantes hasta los más simples trabajadores, se hacen insensibles e inclu... Ver Mas
Vv. 7—9. Necias son las personas que no tienen sabiduría verdadera y siguen sus propios artilugios, sin considerar la razón ni la reverencia para con Dios. —Los niños son criaturas razonables, y cuando les decimos lo que deben hacer, debemos decirles por qué. Pero son corruptos y voluntariosos, por tanto con la instrucción se necesita una ley. Que las verdades y mandamientos divinos sean para nosotros altamente honorables; valorémoslos y entonces lo serán para nosotros Ver Mas
Vv. 10—19. La gente mala ejerce celo para seducir a los demás llevándolos a las sendas del destructor; los pecadores aman la compañía para pecar. Pero tienen tanto más por qué responder. ¡Cuán cautelosa debe ser la gente joven! 4; 32 “No consientas”. No digas como ellos dicen, ni hagas como ellos hacen o quisieran que hicieras; no tengas comunión con ellos. —¡Quién podría pensar que es un placer para un hombre destruir a otro! Nótese que su idea de riqueza mundana que no es ni de peso ni precios... Ver Mas