Vv. 16—20. Raquel había dicho apasionadamente, dame hijos o me muero; y ahora que tenía
hijos, ¡se murió! La muerte del cuerpo no es sino la partida del alma al mundo de los espíritus.
Cuando aprendamos que es Dios solo el que realmente sabe lo que es lo mejor para su pueblo, y que
en todos los asuntos mundanos la vía más segura para el cristiano es decir de todo corazón: “Es el
Señor, que Él haga lo que le parezca bien”. Sólo en esto está nuestra seguridad y nuestro consuelo,
en no conocer otra voluntad sino la suya. —Sus labios moribundos llamaron Benoni a su hijo recién
nacido, “hijo de mi dolor”; y muchos hijos resultan ser una carga insoportable para la que lo tuvo.
Los hijos son un dolor bastante grande para sus madres; por tanto, cuando crezcan debieran estudiar
para ser el gozo de ellas y, de ser posible, hacer algunas enmiendas. Pero Jacob, debido a que no
quería revivir el recuerdo penoso de la muerte de la madre cada vez que llamara a su hijo, le cambió
el nombre por Benjamín, el hijo de mi diestra, esto es, muy querido para mí; el apoyo de mi vejez, el
cayado de mi mano derecha.