Vv. 13—16. Abram aprovecha esta oportunidad para dar una prueba real de que es
verdaderamente amigo de Lot. Nosotros debemos estar listos para socorrer a los que están en
problemas, especialmente parientes y amistades. Aunque el prójimo haya faltado a sus deberes para
con nosotros, aun así no debemos descuidar nuestro deber para con ellos. Abram rescató a los
cautivos. Al tener la oportunidad debemos hacer el bien a todos.
Vv. 17—20. A Melquisedec se le llama rey de Salem, que se supone es el lugar que después se
llamó Jerusalén y, generalmente, se piensa que era simplemente un hombre. Las palabras del apóstol,
Hebreos vii, 3, sólo dicen que la historia sagrada nada menciona de sus antepasados. El silencio de
las Escrituras sobre esto es para que elevemos nuestros pensamientos a Cristo, cuya generación no
puede ser declarada. —Pan y vino fue un buen refrigerio para los cansados seguidores de Abram;
notable es que Cristo designara los mismos elementos como recordatorio de su cuerpo y sangre que,
indudablemente, son carne y bebida para el alma. —Melquisedec bendijo a Abram de parte de Dios.
Bendijo a Dios de parte de Abram. Nosotros tenemos que agradecer las misericordias para con el
prójimo como por las que nosotros recibimos. Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el
Mediador de nuestras oraciones y alabanzas y no sólo eleva las nuestras sino eleva las suyas propias
por nosotros. —Abram le dio el diezmo del botín, Hebreos, vii, 4. Cuando hemos recibido una
misericordia grande de Dios, es muy apropiado que expresemos nuestra gratitud por un acto especial
de piadosa caridad. Jesucristo, nuestro gran Melquisedec, está para que se le rinda homenaje y para
reconocerle humildemente como nuestro Rey y Sacerdote; debemos darle no solamente el diezmo de
todo, sino todo lo que tenemos.