Vv. 1—4. ¡Con cuánta prontitud se olvidan los hombres de los juicios más graves y vuelven a sus
crímenes anteriores! Aunque la devastación del diluvio estaba delante de sus ojos, aunque surgieron
de la simiente del justo Noé, aún durante su vida, la maldad aumenta en forma excesiva. Nada sino
la gracia santificadora del Espíritu Santo puede quitar la lujuria pecaminosa de la voluntad humana y
la depravación del corazón del hombre. —El propósito de Dios era que la humanidad formara
muchas naciones y poblara toda la tierra. Despreciando la voluntad divina y contrariando el consejo
de Noé, el grueso de la humanidad se unió para edificar una ciudad y una torre que les impidiera ser
separados. Empezó la idolatría y Babel llegó a ser una de sus principales sedes. Ellos se hicieron
mutuamente más osados y resueltos. Aprendamos a estimularnos mutuamente al amor y a las buenas
obras, así como los pecadores se incitan y alientan unos a otros a las malas obras.