Vv. 8—14. Nimrod fue un gran hombre en su época; él comenzó a ser poderoso en la tierra. Los
anteriores a él se contentaban con estar al mismo nivel de su prójimo y, aunque cada hombre reinaba
en su propia casa, ningún hombre pretendía ser más. Nimrod estaba decidido a enseñorearse de sus
vecinos. El espíritu de los gigantes de antes del diluvio, que llegaron a ser hombres poderosos y
hombres de renombre, Génesis vi, 4, revivió en él. —Nimrod fue vigoroso cazador. En aquel
entonces cazar era el método de impedir el aumento dañino de las bestias salvajes. Esto requería
mucho valor y destreza y así dio a Nimrod, una oportunidad para mandar a los demás y,
paulatinamente, sumó una cantidad de hombres bajo un jefe. Probablemente desde tal comienzo
Nimrod empezó a gobernar y a obligar a los demás a someterse. Él invadió los derechos y
propiedades de sus vecinos y persiguió a hombres inocentes; proponiéndose hacer todo suyo por la
fuerza y la violencia. Ejecutó sus opresiones y la violencia desafiando al mismo Dios. Nimrod fue un
gran rey. De una u otra forma, por la razón o la fuerza, obtuvo poder y, así, fundó una monarquía
que fue el terror del fuerte y con buenas probabilidades de gobernar todo el mundo. Nimrod fue un
gran constructor. Obsérvese en Nimrod la naturaleza de la ambición. No tiene límites; lo mucho
quiere tener más, y todavía clama: Dame, dame. Es incansable; Nimrod, cuando tuvo cuatro
ciudades bajo su mando, no pudo contentarse hasta que tuvo cuatro más. Es cara; Nimrod prefería
encargarse de levantar ciudades si no tenía el honor de gobernarlas. Es atrevida, y ante nada se
detendrá. El nombre de Nimrod significa rebelión; los tiranos entre los hombres son rebeldes ante
Dios. Vienen días en que los conquistadores no ya serán encomiados, como en las historias parciales
del hombre; más bien llevarán el sello de la infamia, como en los registros imparciales de la Biblia.