Varias iglesias y denominaciones de alto perfil han comenzado a enfrentarse a un ajuste de cuentas. Hemos visto décadas de abuso sexual por parte de pastores y miembros que trabajan en la iglesia, junto con el encubrimiento persistente de estos pecados atroces por parte de líderes del nivel más alto de autoridad de la denominación. Este fenómeno no se limita a las iglesias y otras organizaciones religiosas. Las instituciones educativas, los programas deportivos y otros han sido llamados a cuentas de manera similar.
A raíz de los escándalos, muchos han pedido que se eliminen los acuerdos de confidencialidad, las juntas directivas que se reúnen en sesiones ejecutivas, los acuerdos de no divulgación y otros tipos de conversaciones privilegiadas que pueden utilizarse de forma astuta para encubrir lo que debería exponerse a la luz.
Aunque estoy de acuerdo con el llamado a la transparencia y a la rendición de cuentas en estos casos, me temo que los abusos de la confidencialidad, casos que son claramente negativos y erróneos, pueden llevarnos a pasar por alto su uso adecuado. La confidencialidad, bien entendida, es bíblica. Mantener la confidencialidad puede ser una forma amorosa de servir a tu iglesia u organización.
La confidencialidad definida
La confidencialidad es el compromiso de no revelar la información que te han dado con (1) la instrucción explícita de que la información no se divulgue o (2) la expectativa implícita de que la información seguirá siendo privada. La confidencialidad se aplica en entornos informales cuando un amigo cuenta una situación difícil en su matrimonio o en la crianza de sus hijos. Se aplica en contextos formales a cantidades limitadas y tipos particulares de información, como discusiones legales, sesiones de consejería y evaluaciones a empleados. Esto no niega las instrucciones bíblicas de ser transparentes con los demás: «Confiésense sus pecados unos a otros» (Stg 5:16). Además, la confidencialidad no se aplica a los casos que exigen que se denuncien o expongan acciones atroces (por ejemplo, el abuso, la negligencia infantil y el abuso conyugal).
A veces, una petición de confidencialidad nos toma por sorpresa. Si alguien se acerca a ti y te pide que mantengas la confidencialidad antes de revelar la información, debes asegurarle que valoras la confidencialidad, pero que no puedes prometerle que guardarás el secreto hasta que sepas que lo que piensa compartir no es ilegal o perjudicial para otros. Puedes prometerle que le escucharás y luego le dirás si es necesario que otra persona se involucre.
Romper la confidencialidad puede salir mal. En una ocasión, un colega me hizo partícipe de algunas preocupaciones sobre un amigo común y me pidió que mantuviera el asunto entre los dos. Tuve temor y compartí el secreto con el amigo en común. El resultado fue una relación rota que nunca se ha reparado por completo. Otros han roto la confidencialidad en asuntos que me afectan. Cuando era presidente de una junta convoqué una reunión para discutir una situación de la iglesia. Antes de dar por terminada la reunión, recordé a los miembros de la junta que nuestra conversación debía quedar entre nosotros. Este llamamiento a la confidencialidad no era para ocultar algo nefasto que debía ser revelado. Más bien era para proteger a las personas implicadas en la situación. Pronto me di cuenta de que un miembro de la junta había contado la información a su cónyuge, que a su vez había difundido la noticia a otros. Las proverbiales plumas de la almohada, esparcidas por doquier, no pudieron ser recogidas.
Mantener la confidencialidad puede salir bien. Fui presidente de los ancianos de una iglesia en Oregón. Cuando me enteré de una información recién revelada sobre un miembro del equipo, tuve la sospecha de que algo andaba mal. Convoqué una reunión de emergencia de nuestra junta directiva y les comuniqué la noticia y mi desconcierto. Me indicaron los pasos a seguir y nos comprometimos a respetar una estricta confidencialidad. Tomé las medidas apropiadas y lo que era una situación potencialmente explosiva se trató de una manera que honraba a las personas involucradas. Hasta el día de hoy, solo catorce personas conocen ese incidente porque nos sometimos a un protocolo de confidencialidad.
Consideraciones bíblicas
La Escritura presenta la confidencialidad como un asunto de guardar o revelar secretos. Lo que se cuenta en privado no debe ser revelado a los demás. Se dice que el que «oculta las cosas» es «de espíritu leal», mientras que el que «el que anda en chismes revela secretos» (Pr 11:13; 25:9). El contraste no puede ser más fuerte: un confidente mantiene un secreto, mientras que un calumniador lo revela a otros que no tienen razón alguna para conocer la información.
Romper la confidencia destruye la confianza. En concreto, «el que repite el asunto» —también llamado «chismoso»— «separa a los mejores amigos» (Pr 17:9; 16:28), pero «el que guarda su boca preserva su vida» (Pr 13:3). La sabiduría dicta a las personas rectas: «no te asocies con el chismoso» (Pr 20:19). La revelación de secretos tiene mucho en común con el pecado del chisme: es destructivo para los demás y tiende a extenderse, aunque puede detenerse cuando se rompe la cadena de revelaciones ilícitas manteniendo la boca cerrada y la lengua bajo control (Pr 21:23).
Reflexiones sobre romper y mantener la confidencialidad
¿Te encuentras rompiendo la confidencialidad? Pregúntate la razón. ¿Qué ha provocado tu tendencia a filtrar información privilegiada? Cuando te enteras de información privada y se la pasas a otros, ¿te hace sentir que estás «al tanto»? ¿La transmisión de secretos te hace sentir importante? Tal y como Brené Brown indica, ¿cuentas chismes para crear la ilusión de una intimidad inmediata con los demás? ¿Revelar lo que debería mantenerse oculto te hace parecer importante a los ojos de los demás? Arrepiéntete de romper las confidencias y confiesa tu pecado a aquellos a quienes has perjudicado.
Evalúa tu reputación de confidencialidad. ¿Se te conoce como una persona de confianza que se compromete a guardar secretos? ¿O eres identificado por los demás como un personaje clave que, cuando la iglesia quiere que todo el mundo sepa lo que está pasando, es la filtración garantizada para alertar a los demás de los asuntos ocultos de la iglesia? ¿Qué tienes que hacer para pasar de la segunda categoría a la primera?
Considera el nivel de daño que puede producirse si se rompe la confidencialidad, junto con la probabilidad de que se rompa. Si el riesgo es alto, guarda silencio sobre el asunto.
Si estás casado o casada y te has comprometido a revelar cierto tipo de información a tu cónyuge, tienes dos opciones: (1) Puedes informar a la persona que va a revelar algo confidencial de que siempre compartes ciertos temas con tu cónyuge. A continuación, puedes advertir a esa persona que, si comparte un secreto de esa categoría, se lo revelarás a tu cónyuge. Sigue adelante si está de acuerdo. Si no está de acuerdo, debes interrumpir amablemente la conversación antes de que empiece. (2) Si formas parte de un consejo o equipo en el que esa posición no te permite compartir ciertos asuntos confidenciales con tu cónyuge, debes recusarte de los segmentos de las reuniones cuando la discusión exija confidencialidad.
Estímulo al mantenimiento de la confidencialidad
Los numerosos abusos de confidencialidad en nuestros días pueden desalentarnos a la hora de mantener las confidencias. Podemos esperar con temor que nuestros secretos no sean guardados y esto puede obstaculizar nuestras relaciones. También tenemos que ser conscientes de que nuestras experiencias con los encubrimientos de abusos pueden tener un efecto negativo o predisponernos hacia los líderes que utilizan la confidencialidad correctamente. Cuando la junta de nuestra iglesia, por ejemplo, informa de que un asunto no puede ser compartido, nuestras dudas sobre lo correcto de mantener una confidencia pueden estimular imaginaciones vanas y fomentar sospechas.
Pero las experiencias negativas no deben llevarnos a pasar por alto el uso adecuado de la confidencialidad. Las confidencias son útiles para varios propósitos piadosos. Cuando una persona vulnerable puede compartir sus luchas con amigos de confianza, se verá animada a progresar en su santificación. Un pequeño círculo de confidentes puede ofrecerle oración y consejo cuando esté considerando un cambio de trabajo importante. Las confidencias también permiten a los líderes realizar un trabajo sabio de previsión y planificación cuidadosa de los proyectos antes de anunciar públicamente una idea a medias.
Te animo a que mantengas la confidencialidad de manera adecuada. El Espíritu Santo, quien siempre dice la verdad a la persona correcta en el momento adecuado, puede cambiar a los murmuradores y a los chismosos en personas dignas de confianza que agradan al Señor manteniendo las confidencias.