Elige la Santidad sobre la Felicidad - Santiago 1:14-15
Estudio Biblico
Hoy vivimos en una era de irresponsabilidad, donde nadie quiere admitir que sus problemas son su culpa. Todos nos hemos convertido en víctimas. Ningún problema que tengamos es considerado culpa nuestra; siempre es el problema de otra persona. Culpamos a los demás. Culpamos al gobierno, los medios de comunicación, nuestros padres, las escuelas, nuestro ADN y el medio ambiente, todo menos a nosotros mismos.
La verdad es que traemos la mayoría de nuestros problemas sobre nosotros mismos. Solo tenemos que aceptar la responsabilidad y dejar de culpar a los demás. Cada vez que culpamos a alguien más, no estamos admitiendo cuál es el verdadero problema.
Si estás enfrentando tentación en este momento, nunca encontrarás la libertad hasta que dejes de buscar al culpable y comiences a solucionar el problema. ¡Deja de culpar a otras personas! Incluso cuando otras personas te han lastimado, es tu reacción la que está causando el problema.
Es sorprendente para mí que algunas personas incluso intenten culpar a Dios por el desastre en sus vidas. Pero la voluntad de Dios nunca contradice la Palabra de Dios. Si Dios dice “No hagas eso” en la Biblia, nunca te dirá “sí” a través de un sentimiento. No me importa lo bueno que sea el sentimiento: cuando escuchas tus sentimientos en lugar de la Palabra de Dios, caes directamente en una trampa. Una de las excusas más comunes que he escuchado para justificar una multitud de pecados es: “Dios quiere que yo sea feliz, y esto me hará feliz”.
Dios quiere que seas feliz. Pero Dios quiere que seas santo más de lo que Él quiere que seas feliz. Él quiere que le obedezcas. Nunca serás totalmente feliz si ignoras la voluntad de Dios. De hecho, te diriges a la destrucción cuando haces eso. Las reglas y principios en la Biblia no están ahí solo para hacer la vida miserable. Están ahí por nuestro propio bien.
Las personas más felices del mundo son aquellas que se aferran a lo que Dios dice y lo siguen, independientemente de lo que digan sus sentimientos.
Reflexiona sobre esto:
¿Qué problemas pueden surgir cuando intentamos culpar a alguien más?
¿Por qué es significativo que Dios quiera que seamos santos más de lo que Él quiere que seamos felices?
¿Cuándo tus sentimientos nublaron tu juicio sobre una decisión importante? ¿Qué consecuencias enfrentaste de tu elección?
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