Estudio Biblico
El único que se preocupa en toda la creación es el ser humano. Las plantas no se preocupan. Los animales no se preocupan. Solo los seres humanos actúan como si no tuviéramos un Padre Celestial. Cuando te preocupas por tus finanzas, básicamente dices: “Creo que Dios es un mentiroso. Realmente no creo que Él supla mis necesidades”. Pero Dios lo hará, si cumples con las condiciones.
Cuando era niño, iba con mi papá y le decía: “Papá, necesito algo de dinero”. Ni una vez, cuando era niño, me pregunté: “¿Dónde lo va a conseguir?” Una regla no escrita sobre el dinero: los papás y las mamás lo ganan, y los niños lo gastan. Los niños nunca se preguntan: “¿Dónde van a conseguir mis padres este dinero?” Nunca me preocupé por eso.
La preocupación es realmente una forma de ateísmo. Cada vez que te preocupas, básicamente dices: “No creo que haya un Dios que me cuide”. Si eres cristiano y te preocupas, estás actuando como un huérfano. Estás actuando como si no tuvieras un Padre celestial que ya ha prometido una y otra vez en las Escrituras: “Supliré tus necesidades si me obedeces y haces lo que te digo que hagas”. La confianza te obliga a vivir por fe.
La preocupación es una luz de advertencia. Cada vez que nos preocupamos por nuestras finanzas, es una advertencia de que dudamos de que Dios nos ame y nos cuide. Siempre nos metemos en problemas cuando dudamos del amor de Dios.
Mateo 6:33 dice, “Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten” (NTV).
Mientras ames algo más que a Dios, esa cosa será una fuente de ansiedad. Solo una cosa estaba destinada al primer lugar en tu vida, y no es tu familia. Cualquier cosa que pongas primero en tu vida además de Dios creará ansiedad, porque esa cosa siempre se puede perder.
Tu cuenta bancaria no es tu seguridad, no importa cuán grande se vuelva. La Biblia dice en 1 Timoteo 6:17: “A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos” (NVI).
Pon tu esperanza en Dios, porque Él asumirá la responsabilidad de tus necesidades si confías en Él.
Reflexiona sobre esto:
¿Hay algo que ames más que a Dios? ¿Es obvia tu respuesta para todos los demás por la forma en que vives?
En tiempos de una recesión económica o necesidad financiera, ¿en qué o en quién confías?
¿Qué puedes hacer diferente cuando empieces a preocuparte?