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Cómo la acróstica hebrea nos ayuda a entender la Biblia - Lamentaciones 5:1

Estudio Biblico


La comunicación no es solo el contenido del enunciado, sino también la forma en que lo comunicamos. Se resalta la importancia de la estructura del discurso del texto cuando se aplica esta verdad a los textos escritos. Por ejemplo, nos preguntamos cuando leemos cualquier escrito, ¿dónde empieza una sección nueva? ¿Cómo va evolucionando el argumento del autor? ¿Cuáles pistas literarias nos va dejando para seguir el flujo de sus pensamientos? Estas no son preguntas muy especializadas o poco útiles, ya que son importantes para nuestro entendimiento, no solo de las divisiones de ideas del texto, sino también del mensaje global del libro entero.

Sin embargo, el análisis de la estructura del discurso sirve como un desafío para el intérprete, incluso cuando se aplica a la literatura bíblica. Si has buscado estudiar un libro de la Biblia, estoy seguro de que has visto distintos bosquejos propuestos para describir la estructura del mismo libro. Asimismo, hay ocasiones en que la estructura del libro o del pasaje que estudiamos salta de la página y nos ayuda de forma muy evidente en la interpretación textual.

El libro de Lamentaciones es un ejemplo de estas ocasiones, en gran parte gracias al uso de la acróstica. La acróstica hebrea se refiere al estilo de texto poético en el cual cada línea o cada serie de líneas comienza con una letra del abecedario hebreo en forma sucesiva desde la alef (primera letra) hasta la tav (última letra). La función de la acróstica era la memorización del texto y servía para conectar las diversas partes del escrito y brindar así una comprensión más precisa sobre su mensaje.

Esto significa que nada de lo que te diré aquí es demasiado intelectual. De hecho, son observaciones bastante sencillas. Sin embargo, sin tener el texto hebreo abierto ante nosotros, nos quedarán ocultas las pistas de la estructura ofrecidas por la acróstica (esta es una de las razones por las que es tan útil aprender los idiomas bíblicos).

La acróstica hebrea en Lamentaciones
Veamos algunas de las pistas de la estructura que nos brinda la acróstica en Lamentaciones y cómo parecen indicar la forma en que deberíamos entender este libro.

Al considerar solo los primeros cuatro capítulos, vemos que el capítulo tres rompe en cierto grado con el patrón que viene marcando el libro. Si bien los capítulos 1, 2 y 4 empiezan por la palabra , que es una exclamación que comunica «¡Cómo…!», en el sentido de incredulidad y desesperación, el capítulo 3, que se podría considerar como el capítulo más personal del libro (por motivos que mencionaré enseguida), solo comienza con el pronombrepersonal «yo»,  (ǎnî).

Podemos notar que las dos variantes comienzan por la letra alef. Como señala el uso del pronombre «yo» al comienzo, un indicio del estilo muy personal del capítulo 3 es el uso constante de la primera persona. Por regla general, la mayor parte de los demás capítulos (con la excepción del capítulo 5) se limitan a la descripción en tercera persona de la situación de Jerusalén luego de la caída de la ciudad a mano de los babilonios. En cambio, casi todo el capítulo 3 habla en primera persona: vemos a la ciudad personificada, dirigiéndose directamente al Señor, alzando su voz para clamar por justicia y bondad.

La otra diferencia que señala el carácter especial del capítulo 3 es la frecuencia de la acróstica. En los capítulos 1-2, la letra hebrea en uso comienza cada serie de tres líneas y en el capítulo 4 cada dos líneas. Por eso, en diversas traducciones modernas, los capítulos 1 y 2 constan de veintidós versículos de tres líneas, y el capítulo 4 tiene dos líneas por versículo. Mientras tanto, el capítulo tres repite la misma letra en cada línea, con el resultado de tres alefs (como dijimos, la primera letra del abecedario), tres bets (segunda letra del abecedario), tres gimels (tercera letra del abecedario), etc. La intención del autor, Jeremías, para escribir de esta forma, podría haber sido la urgencia de la situación o su desesperación total.

Utilizando el alfabeto entero, desde la alef hasta la tav, la acróstica comunica la idea de que las conclusiones comunicadas en el texto están completas. No falta ni una letra, dice el autor: el mensaje que transmite es conclusivo. En el caso de Jeremías, como testigo ocular de la destrucción y del despojo de la ciudad de Jerusalén, es probable que el uso de la acróstica sugiera también el fin del mundo tal como él lo conocía en aquel día.

Además, tal era el caos que se produjo con la caída de Jerusalén que, para la perplejidad de los intérpretes y traductores desde entonces, en los capítulos 2-4 se intercambian las letras ayin y pe. A riesgo de estirar y forzar el punto más allá de lo debido, parece que Jeremías en su lamento está transmitiendo que incluso el orden del alfabeto perdió su sentido en aquel momento de dolor y llanto para Jerusalén.[1]

Después de tres capítulos en los cuales se dedican tres líneas por letra de alfabeto, como ya mencioné, el capítulo cuatro ofrece un cambio brusco al recortar la organización de la acróstica para que la sección de cada letra solo conste de dos líneas. Además, después de cuatro capítulos organizados en acróstica, el quinto y último capítulo del libro ofrece un cambio más chocante: el abandono total de la acróstica. Aquí, cada versículo consta de una sola línea sin ninguna organización según el alfabeto. El texto vuelve a estar escrito en primera persona y una apelación alentadora delante de Dios termina tanto el poema como el libro entero.

Si consideramos esta estructura, veremos entonces que el último capítulo ofrece esperanza: quizá el exilio babilónico no vaya a tener la última palabra. Quizá la acróstica de desesperación total no vaya a ser el final. Esta vez, en lugar de la exclamación «¡Cómo…!» o el pronombre en primera persona «Yo», que se considera a sí mismo, este último capítulo (¡dejando de lado la necesidad de buscar una palabra empezando por alef!) se dirige directamente al Señor: «Acuérdate, oh SEÑOR, de lo que nos ha sucedido» (5:1).

El capítulo continúa describiendo la situación de Jerusalén en primera persona singular hasta el versículo 19, donde encontramos un uso preferible de la letra alef y un pronombre que ofrece mucha más esperanza que el pronombre «yo»: el pronombre «tú» (, aṯā). El autor confiesa que el Señor está y estará sentado en Su trono para siempre, pase lo que pase: «Pero Tú, oh SEÑOR, reinas para siempre…» (v. 19, énfasis añadido).

En otras palabras, Jeremías usa la estructura del libro para ofrecer esperanza al lector en vez del caos aparente de la destrucción y la caída de Jerusalén; un caos que, irónicamente, es comunicado por medio de la forma literaria tan organizada que es la acróstica. Entre tanto sufrimiento real y palpable para los judíos, que no era un mero espectáculo literario, no es de extrañar que el profeta nos deje con esta chispa de esperanza si tomamos en cuenta que es el mismo autor quien, en el libro profético que lleva su nombre, comunicó la promesa divina del regreso del exilio después de setenta años (Jr 25:12, 29:10).

Conclusión: la forma del mensaje importa
Todo este breve estudio nos recuerda que la comunicación no consiste solo en el contenido de lo comunicado, sino también en la forma en que se transmite el mensaje. El libro de Lamentaciones nos proporciona un ejemplo de un discurso diseñado con cuidado para complementar el mensaje de agonía producto de la destrucción total por un mensaje transformado en esperanza.

Presta atención a que casi no mencioné nada del contenido del libro. Esto fue intencional para ilustrar cuánta nitidez se puede recibir de un mensaje comunicado, al considerar solo la estructura de su discurso.

En resumen, es muy importante la forma en que hablamos y escribimos. Como intérpretes de la Palabra de Dios, tenemos la responsabilidad y el privilegio de afilar nuestras habilidades para reconocer y discernir la estructura del discurso de los libros de la Biblia, para el bien de nuestro entendimiento y la precisión de nuestra transmisión del mensaje. Espero que este pequeño ejercicio en Lamentaciones haya ilustrado esta verdad.

Ian Atkinson

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