En Coalición por el Evangelio hicimos esta pregunta a tres pastores en distintos contextos: ¿Cuál es el pasaje bíblico más difícil que has predicado? Estas fueron sus respuestas:
¿Por qué Judas se perdió?
Diego Franco (Córdoba, Argentina):
Al recibir esta pregunta, pensé en varios pasajes que fueron difíciles de predicar por diferentes razones, como pueden ser la extensión del texto a considerar, el tema teológico subyacente o algún otro factor excepcional. Por ejemplo, el final de Hechos fue difícil porque la unidad temática es extensa, y la lectura bíblica durante el sermón puede hacerse algo larga. Zacarías también fue complejo por la cuestión de los simbolismos que contiene y la necesidad de diferenciarlos de las porciones literales. También pensé en Juan 8:1-11 o el final de Marcos; tanto la mujer adúltera como el final largo de Marcos no se encuentran en los manuscritos más antiguos. Sin embargo, por diferentes razones, nos acompañan desde hace siglos. Es difícil tomar una decisión al respecto, saber si uno lo va a predicar o no.
De todos modos, la última vez que tuve dificultades con un texto fue por un descubrimiento que hice a última hora luego de terminar la preparación del sermón. Mi predicación era sobre Hechos 1:12-26, donde se habla del reemplazo de Judas. Como él tenía que ser reemplazado por alguien, quise predicar sobre qué sucedió con Judas. Él era un hijo de perdición, como dice Jesús (Jn 6:70, 17:12). Este hebraísmo, mencionando a alguien como hijo de una de sus características sobresalientes, nos deja claro que él se perdió. Mi preconcepción del asunto era que Judas se perdió porque nunca se arrepintió, así que mi sermón era sobre el arrepentimiento como tema central.
Sin embargo, revisando Mateo 27:3 en la traducción que siempre uso, el texto dice que Judas sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata. Entonces decidí añadir un anexo al sermón, enfatizando las diferencias entre remordimiento y arrepentimiento. Pero cuando voy al griego, veo que la palabra que se traduce como remordimiento es la misma palabra que se usa para arrepentimiento. Eso cambió mi bosquejo a última hora porque ya no podía argumentar que Judas no se arrepintió de alguna forma. Vi que yo tenía una preconcepción, pues en mi sermón yo argumentaba que él se perdía por falta de arrepentimiento. Al estudiar más el asunto, modifiqué mi postura, y sostengo que Judas se perdió porque, aunque tuvo arrepentimiento y remordimiento, nunca tuvo fe en Cristo para ser salvo. En Marcos 1:15 Jesús exige que la gente se arrepienta y crea para salvación. En resumen, mi dificultad al predicar este texto fue un descubrimiento tardío que me llevó a cambiar el sermón a última hora.
El pecado de David con Betsabé
Plinio Orozco (Caracas, Venezuela):
Cada pasaje trae consigo su dificultad cuando queremos ser fieles al texto bíblico en la predicación expositiva. Una cosa es decir algo que sea teológicamente correcto, y otra cosa es decir realmente la interpretación de un texto en su contexto. Hace poco, uno de los textos más difíciles que tuve que predicar fue 2 Samuel 11. Estaba preparándome para predicar ese pasaje conocido, sobre el pecado de David, y pensé que sería fácil. Luego me di cuenta, con el apoyo de un hermano que me hacía preguntas sobre el texto, lo difícil que era en verdad. El viernes antes del sermón todavía me faltaba mucho en la preparación de la prédica.
Las dificultades que se me presentaron fueron las siguientes. La primera, era determinar dónde terminaba la narrativa. La división en capítulos y versículos no es inspirada por Dios y yo me estaba limitando a esas divisiones. También fue desafiante buscar entender el inicio de la historia en 2 Samuel 11, la batalla contra Rabá, en la cual David se queda en casa. En el capítulo 12, tenemos de nuevo una batalla con Rabá, pero en este caso David acude y toma la victoria. ¿Cómo se relacionaban esos dos eventos con la narrativa del pecado de David?
Otra dificultad estuvo en identificar los tonos en el pasaje. Por ejemplo, en el primer capítulo tenemos un tono triste, donde tenemos el pecado de David, la muerte de Urías y de muchos de su ejército. Pero luego entras al capítulo 12, después del arrepentimiento de David, y tenemos un tono positivo de esperanza. ¿Cómo se relaciona ese contraste? ¿Qué fue lo que hizo ese cambio en la historia? También fue retador estudiar cómo se relacionaba ese pasaje con el tema del libro de Samuel. ¿Cómo se relacionaba, por ejemplo, con el capítulo 7, donde Dios promete una dinastía a David? ¿Cómo continuaría esa promesa a pesar del pecado de David? Además, otra dificultad fue ver cómo se conectaba con el resto de la Biblia el nombre de Salomón, que es el hijo que Dios le da a David en medio de esa historia, y cuyo nombre significa «Hijo amado». ¿Cómo se relaciona esto con el evangelio?
En resumen, al inicio de la preparación del sermón yo veía el texto de manera simple porque estaba familiarizado con la historia sin prestar atención a todas estas cuestiones importantes del contexto del pasaje. Por eso resultó difícil para mí.
El llamado a ser generosos hacia nuestros pastores
Eduardo Fergusson (Riohacha, Colombia):
Cuando meditaba en esta pregunta, mi mente saltó a los pasajes desafiantes en su interpretación. Recuerdo cuando expuse 1 Pedro 3:19, donde se habla que Cristo en el espíritu predicó a los espíritus encarcelados en los días de Noé. Es un pasaje difícil, donde diferentes eruditos tienen distintas respuestas o especulaciones sobre lo que puede significar. Sin embargo, al pensar en el pasaje más difícil que he predicado, el que más viene a mi mente es Gálatas 6:6, donde Pablo dice: «al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena con el que le enseña».
Muchos abusan de este tipo de pasajes para sacar provecho de las personas. Por eso me sentía un poco incómodo al predicar este texto. Se me hacía difícil poder enseñar a la iglesia que ella debe ser generosa con sus pastores, como Pablo también menciona en otras de sus cartas. Como pastor, uno muchas veces puede caer en un sentido de autopreservación, donde no queremos dar una mala imagen ni presentarnos como alguien que procura sacar provecho de las personas.
Fue difícil superar ese sentido de autopreservación, de cuidar mi imagen sobre qué pudiera pensar la iglesia si les enseño que debe ser generosa con sus pastores, y simplemente exponer lo que dice la Biblia. Fui llevado por el Señor a la convicción de que si algo está en Su Palabra, no importa si eso nos hace sentir incómodos y si algunos han abusado de esas verdades: Él da esta orden a Su iglesia para que ella la ponga en práctica. Por la gracia de Dios, pude enseñar esa realidad, que el Señor ordena a Su iglesia crecer en generosidad hacia aquellos que le instruyen.
Diego Franco Plinio Orozco Eduardo Fergusson