Han pasado un par de años desde que el mundo se puso de cabeza. Muchas cosas de nuestro trabajo han cambiado y seguirán cambiando después de esta pandemia, especialmente el lugar físico desde donde trabajamos.
Ahora, más que nunca, somos más los que trabajamos desde casa o en algún tipo de entorno híbrido. En general, nos encanta. Las búsquedas de trabajo a distancia aumentaron un asombroso 460% en los últimos dos años, según los datos del gigante de la búsqueda de empleo Glassdoor.
Como alguien que ha trabajado desde casa durante los últimos tres años, entiendo su atractivo. El trabajo a distancia tiene algunas ventajas maravillosas. Pero también conlleva un costo significativo, porque nuestros lugares de trabajo son el lugar principal donde la mayoría de nosotros establece relaciones con los no creyentes. Esto siempre ha sido así y es probable que sea la razón por la que el apóstol Pablo ordenó a sus lectores que «trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honradamente para con los de afuera» (1 Ts 4: 11-12).
Teniendo esto en cuenta, ¿cómo los seguidores de Cristo deberíamos pensar sobre esta tendencia al trabajo remoto? Permíteme sugerir tres respuestas.
1. Sacrifica tu derecho a trabajar desde casa.
Si puedes elegir dónde trabajar, el evangelio puede impulsarte a sacrificar tu libertad para hacerlo donde quieras. Puede que elijas volver a la oficina para poder ser más intencional en la construcción de relaciones en persona con no creyentes. Las palabras de Pablo son instructivas aquí: «Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica. Nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo» (1 Co 10:23-24).
Cada vez somos más los que tenemos «derecho» a trabajar desde casa. Pero seamos personas que se preguntan si eso es «constructivo» o no para nuestra misión de hacer discípulos.
2. Piensa estratégicamente en cómo desarrollar las relaciones de forma virtual.
Si decides que el trabajo remoto es lo mejor para ti o para tu equipo, dedica algún tiempo a pensar en cómo desarrollar las relaciones en un entorno virtual. Esto podría consistir en programar almuerzos virtuales informales con tus compañeros de trabajo, introducir tiempo en tus reuniones de los lunes por la mañana para preguntar por los fines de semana de cada uno o fomentar conversaciones cortas antes de tus reuniones de Zoom permitiendo a los participantes entrar antes de que llegue el anfitrión.
3. Expande la visión de tu campo misionero personal.
Por último, considera si es el momento de ampliar tu visión de tu campo de misión personal para incluir no solo a tus compañeros de trabajo, sino también a tus vecinos físicos. Tal vez Dios te llama a salir con tus hijos por las tardes para que puedas «ganarte el respeto» de otros padres, invitar a comer a un vecino que también trabaja desde casa u organizar una reunión de vecinos el viernes por la noche.
Inmediatamente después de la «parábola del sembrador», Jesús predicó la menos conocida «parábola del trigo y la cizaña». Él dijo que «El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo» (Mt 13:24). Más tarde, los discípulos le pidieron a Jesús que les explicara qué quería decir con esta metáfora y les dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino» (Mt 13:37-38).
Tú y yo somos las buenas semillas del reino, plantadas en nuestro pequeño rincón de la creación por la causa del evangelio. El lugar donde estamos plantados físicamente en ese suelo está cambiando para muchos de nosotros.
Pero nuestro llamado a hacer discípulos no está cambiando. Considera la posibilidad de dedicar algún tiempo a pensar hoy en cómo tu evangelización personal podría tener que cambiar en relación con la posición cambiante de tu espacio de trabajo.
Jordan Raynor