Cuando un pecador cree en Jesús tiene derecho a la vida eterna. Esto se enfatiza fuertemente en el Nuevo Testamento. La vida eterna es el don gratuito de Dios en Cristo Jesús (Ro 6:23) para todos los que creen (Ro 3:22-24). La persona que cree «tiene vida eterna» (Jn 3:36), por lo que «no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Ro 8:1). Estos versículos, junto con muchos más, resaltan la gloriosa verdad de que la salvación es una realidad actual: un veredicto que ha sido dado por Dios a los que están en Cristo.
Sin embargo, un lector atento de las Escrituras también notará pasajes que destacan un elemento de «obras» en relación con la vida eterna. Un buen ejemplo está en la epístola a los Gálatas, donde Pablo escribe:
No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna (Gá 6:7-8).
«Sembrar para el Espíritu» aquí implica claramente buenas obras. La pregunta clave para nosotros es la siguiente: ¿cómo puede decirse que los que ya tienen vida eterna por la fe «siegan la vida eterna» sembrando para el Espíritu obras de obediencia impulsadas por la gracia? Hay que admitir que esta es una pregunta compleja. Después de todo, la vida eterna como don gratuito (Ro 6:23) y la vida eterna como siega (Gá 6:8) no suenan exactamente igual en la superficie.
La mejor manera que he visto para resolver este asunto ha sido distinguir entre el «derecho a la salvación» y la «posesión de la salvación».
Distinción entre “derecho” y “posesión”
Esta distinción entre derecho y posesión fue empleada hace siglos por los teólogos reformados. Nuestro derecho a la salvación se refiere a la obra de Cristo en favor de los pecadores, la cual se recibe solo por la fe. Así que la persona que pone su fe en Cristo tiene la vida eterna, ya que la persona tiene a Cristo mismo. Todas nuestras obras de obediencia están excluidas del «derecho a la salvación» (Ro 4:4-5; Ef 2:8-9; Tit 3:5).
Pero los pasajes llamados «condicionales» hablan de la «posesión de la salvación». En este sentido, el Nuevo Testamento enseña claramente que hay un aspecto de «todavía no» en nuestra salvación. Por ejemplo, Pablo dice que «ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos» (Ro 13:11). Entre el ya de la justificación y el todavía no de la glorificación hay un camino y, según las Escrituras, ese camino debe estar sembrado con buenas obras. De acuerdo con Pablo, estas son las buenas obras que «Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2:10). Son lo que él llama «el fruto del Espíritu» en el capítulo anterior (Gá 5:22-23) y lo que Hebreos describe como «la santidad sin la cual nadie verá al Señor» (Heb 12:14).
Esto es lo que querían decir nuestros antepasados reformados cuando hablaban de que las buenas obras realizadas en el Espíritu nos llevan a la «posesión» de la vida eterna (Ef 2:10; Gá 6:8). Querían decir que Dios nos conducirá a la posesión de nuestra gloriosa herencia por el camino de las buenas obras (Mt 25:34-36). No hay otro camino que recorrer, ya que nuestra fe está muerta sin obras (Stg 2:14-26).
Ayuda adicional de teólogos reformados más antiguos
Podemos entenderlo así: comemos porque estamos vivos, pero necesitamos seguir comiendo para permanecer vivos. Como dice Herman Witsius, hemos sido vivificados por el Espíritu, «pero también debemos actuar de tal manera que esa vida pueda preservarse en nosotros, pueda incrementarse y pueda terminar por fin en una vida ininterrumpida y eterna» (cp. Dt 30:19-20).
El teólogo reformado del siglo XVII, Francis Turretin, considera una serie de textos bíblicos:
Esto mismo es lo que se dice expresamente respecto a la gloria futura. Ya que las buenas obras son el medio para alcanzar el fin (Jn 3:5, 16; Mt 5:8), el «camino» a la meta (Ef 2:10; Fil 3:14), la «siembra» a la cosecha (Gá 6:7, 8), el «trabajo» a la recompensa (Mt 20:1), la «competencia» a la corona (2 Ti 2:5; 4:8), todos ven que existe la más alta e indispensable necesidad de las buenas obras para obtener la gloria. Esta gloria es tan grandiosa que no se puede alcanzar sin ellas (He 12:14; Ap 21:27).
El «que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gá 6:8) en lo que se refiere a la posesión de la vida. Las obras realizadas en el Espíritu solo son el medio para el fin o el camino a la vida, no el derecho a la vida.
Los misericordiosos recibirán misericordia; los puros de corazón verán a Dios (Mt 5:7-8); y «los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna» (Ro 2:7). Esto es lo que significa sembrar en el Espíritu para segar la vida eterna.
La necesidad de fruto
En esta misma línea, debemos ser sensibles a la enseñanza bíblica de que los cristianos serán juzgados según sus obras cuando Cristo regrese (ver 2 Co 5:10; Mt 16:27; Jn 5:28-29; Ap 20:13; 22:12). Estas obras no son meritorias y, por lo tanto, no dan a los creyentes el derecho a la salvación. Pero son necesarias y, en consecuencia, otorgan a los creyentes la posesión de la salvación. Los creyentes llenos del Espíritu están «llenos de bondad» (Ro 15:14; cp. Gá 5:22) y pueden y deben obrar según la bondad que hay en ellos.
En la pregunta y respuesta 32 del Catecismo Mayor de Westminster, la «obediencia santa» no solo es evidencia de una verdadera fe y agradecimiento a Dios (gratitud), sino que también funciona como «el camino que Él… ha señalado para la salvación». Estas buenas obras, como fruto que lleva a la santidad (desde la santidad), tienen su fin en la vida eterna (Confesión de fe de Westminster 16.2; cp. Ro 6:22). El fruto no es opcional, como se desprende claramente del lenguaje de Cristo en Juan 15, especialmente del versículo 2: «Todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo quita».
Las buenas obras son el camino señalado por Dios hacia la salvación final. Las buenas obras son un medio utilizado por Dios (Ef 2:10) para llevar a Sus hijos a casa de una manera que glorifique a Cristo.
Utilizar la distinción entre el derecho a la vida y la posesión de la vida ayuda a aclarar que las buenas obras son necesarias para la salvación y que no lo son. No podemos eliminar el lenguaje condicional del Nuevo Testamento, como tampoco podemos eliminar su enseñanza sobre la naturaleza gratuita de la justificación por la fe sola (compara Ro 3:21-24 con Ro 8:13). Pero podemos intentar ser honestos con todos los datos bíblicos.
Mark Jones