Hay canciones para cada situación. Algunas para bailar. Otras para estudiar. Algunas para los viajes por carretera. Algunas llevan las películas a un nivel superior. Algunas solo deberían sonar después del día de Acción de Gracias, no antes (muchas gracias).
El libro de los Salmos es similar. Ofrece al pueblo de Dios canciones para todo tipo de situaciones: celebración, duelo y esperanza. Este himnario es incluso la lista de reproducción para la vida de Jesús.
Más de cuarenta de los 150 salmos son mencionados en el Nuevo Testamento y están repartidos en cien pasajes. Los autores del Nuevo Testamento aplican un salmo a una faceta de la persona y la obra de Jesús en decenas de estos pasajes. Algunos salmos (Sal 2, Sal 110) se utilizan de este modo en repetidas ocasiones y otros (Sal 41:9 en Jn 13:18) son más bien inesperados lados B. Estas son tres formas en las que el Nuevo Testamento usa los salmos para pintar un retrato de Jesús.
1. Los salmos como profecía
Los autores del Nuevo Testamento a veces apelan a los salmos como profecías directas de algo que tuvo lugar en la vida de Jesús. Cuando la mayoría piensa en profecías sobre Jesús, lo primero que les viene a la mente es la predicción de su concepción virginal (Is 7:14 con referencia a Mt 1:23), su título de profeta como Moisés (Dt 18:15 con referencia a Hch 3:22) y la predicción de Juan el Bautista como precursor del Señor (Mal 3:1, con referencia a Mr 1:1-3).
No solemos pensar en los cánticos como algo profético. Pero los autores del Nuevo Testamento sí lo hacen.
Un ejemplo clave de profecía es el uso que hace Pedro del Salmo 16 en Hechos 2. Dice que David, cuando se aferra a Dios con la esperanza de que «no abandonarás mi alma en el Seol» (Sal 16:8-11), no se refería principalmente a sí mismo. Más bien, «siendo profeta», «miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo» a través de este salmo (Hch 2:25-31).
En otro lugar, Juan alude al Salmo 2:9 en el libro del Apocalipsis para mostrar cómo Jesús es el rey que se predijo que «gobernaría» las naciones «con vara de hierro» (Ap 2:27; 19:15).
¿Todos los salmos funcionan así? No. Pero es notable que Pedro y Juan vean algunos salmos como profecías directas sobre Jesús.
2. Los salmos como patrón
Los autores apostólicos también leen los salmos como si describieran patrones que primero le sucedieron al salmista y luego se repitieron en la vida de Jesús. Por ejemplo, la «piedra que desecharon los edificadores» en el Salmo 118:22 no está profetizando sobre una piedra futura. Más bien, el Nuevo Testamento utiliza esta frase varias veces para mostrar cómo la oposición que experimenta Jesús es como la que experimentó el salmista siglos antes (Mt 21:42; Hch 4:11; 1 P 2:7).
Del mismo modo, el Salmo 22 se convierte en la banda sonora del sufrimiento y la muerte de Jesús. Las burlas y meneos de cabeza de las multitudes en el Salmo 22:7 se repiten con Jesús en la cruz (Mt 27:39-40). La boca reseca del salmista en el Salmo 22:15 es lo que hace que Jesús tenga sed (Jn 19:28). La forma cínica en que se reparten las ropas del salmista como premio para llevar a casa es representada por los soldados romanos (Mt 27:35). La tragedia del salmista, interpretada como un musical, es el guion de la tragedia de la pasión de Jesús.
3. Los salmos como prosōpon
Por último, el Nuevo Testamento trata los Salmos como cánticos entonados por Jesús mismo. Estoy usando la palabra griega prosōpon para describir este fenómeno, porque la palabra denota «rostro» o, mejor, «persona». En varios lugares maravillosos, los salmos son interpretados como si Jesús fuera una persona en el salmo.
Al menos dos veces, Jesús mismo abre esta puerta.
En Lucas 20:42-43, Jesús describe cómo David se refiere a dos «Señores» diferentes en el Salmo 110:1: «Dice el SEÑOR a mi Señor». David como poeta es el «mi». Entonces, ¿quiénes son los «Señores»? Jesús, sorprendentemente, se identifica como el segundo, el Señor de David. Esto significa que el salmo es una conversación entre el Padre eterno y el Hijo preexistente. Siglos antes de Su nacimiento, el Hijo ya está en el salmo, recibiendo promesas del Padre.
Además, en el Salmo 22, Jesús toma las palabras del salmista en sus labios mientras exhala su último aliento, exclamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Sal 22:1 en Mt 27:46). El salmo le pertenece. Esta angustia es Suya.
Otros autores del Nuevo Testamento siguen el ejemplo de Jesús. Juan señala que los discípulos se dan cuenta de que Jesús es el «me» del Salmo 69:9 que clama a Dios: «El celo por tu casa me consumirá» (Jn 2:17). Haciendo referencia al mismo salmo, Pablo escribe que Jesús, con el salmista, declara: «Los insultos de los que te injuriaban cayeron sobre Mí» (Ro 15:3). El canto es su lamento personal de sufrimiento.
Hebreos también utiliza mucho la maniobra de prosōpon. Hebreos 10:5-9 declara con firmeza que Jesús mismo, al venir al mundo, dirige las palabras del Salmo 40:6-8 al Padre: «Cuerpo has preparado para Mí… he venido para hacer, oh Dios, tu voluntad». En Hebreos 1:5, 8 el Padre dirige los salmos al Hijo. El Salmo 2:7 registra que el Padre dijo a Jesús: «Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy». El Salmo 45:6-7 es la declaración del Padre al Hijo: «Tu trono, oh Dios, es eterno».
En estos ejemplos, Jesús se sitúa como prosōpon o persona —ya sea «yo» o «tú»— en varios salmos. Estos pasajes relatan verdades trascendentales sobre la Deidad; son la lista de reproducción autobiográfica de la filiación eterna, el señorío divino, la encarnación corporal y el sufrimiento de Jesús.
Estas tres categorías para acercarnos a los Salmos cristológicamente nos ayudan a leer nuestras Biblias con mayor riqueza. Podemos meditar sobre cómo los Salmos anticipan proféticamente a Jesús como rey davídico y guardián del pacto. Podemos leer los Salmos como patrones de la obediencia de Cristo a la ley de Dios. También podemos ver la prosōpon de Jesús en los Salmos, leyéndolos como un fuerte testimonio sobre su persona y obra.
En estas formas, los Salmos no solo son la lista de reproducción de la vida de Jesús, sino que además, mientras cantamos juntos en la congregación (Heb 2:12), se convierten también en la lista de nuestras vidas.
Greg Lanier