En 2019, después de casi una década compartiendo mis escritos en Internet, tuve una idea para un libro. La idea para un libro. Con la ayuda y el estímulo de algunos compañeros, elaboré la propuesta del libro. Cuando algunos amigos me ofrecieron conexiones en el mundo editorial, envié mi propuesta a estos facilitadores con mucho optimismo.
Todas las respuestas fueron amables pero breves: «Gracias por presentar tu propuesta. Por el momento, te animo a que trabajes en la construcción de tu plataforma». Eso fue todo. Muchos meses de trabajo en un solo documento, desestimado por unos números que no podía ostentar.
Presión para construir
Escuchamos el mensaje fuerte y claro, las palabras que ahora tienen una industria a su alrededor: si quieres hacer algo con tu vida, ya sea escribir, hablar, predicar, publicar, vender, influir, tienes que construir una plataforma. La presión para crecer «grande, rápido y famoso», como dice el veterano pastor Zac Eswine, viene de todas partes, incluso desde dentro de la iglesia.
Hoy en día, puedes comprar un curso sobre cómo construir tu plataforma de algún autor cristiano por poco menos de mil dólares, apuntarte a una serie de vídeos sobre cómo hacer crecer una lista de correo electrónico de un popular experto en mercadotecnia cristiana por unos pocos cientos de dólares, o estudiar los métodos de otros líderes ministeriales y sus estrategias para llenar auditorios mediante las entradas a conferencias. Aunque invertir sabiamente en nuestro trabajo terrenal es una forma de demostrar la excelencia a la que estamos llamados los cristianos, la conversación sobre «construir tu plataforma» parece carecer de algo vital.
Los creadores de contenido, los líderes ministeriales o cualquier seguidor de Cristo que desee utilizar sus dones, su influencia, su negocio o su trabajo para la gloria de Dios, puede aprender mucho sobre la administración de nuestros llamados al observar el ejemplo de Cristo. Jesús dio prioridad a dos cosas en Su ministerio: Su relación con el Padre y la obra que Dios le encomendó.
Prioriza la comunión, no los seguidores
Marcos abre su exposición del ministerio de Jesús mostrando la rapidez con la que creció Su popularidad al predicar el evangelio y sanar a muchas personas (Mr 1:21-38). Vemos que «se admiraban de Su enseñanza» (v. 22) y «enseguida Su fama se extendió por todas partes, por toda la región alrededor de Galilea» (v. 28).
Este es el sueño de muchos creadores de contenido, escritores y pastores, ¿no es así? Ser «virales». Aparecer en escena con nuestros proyectos, nuestros escritos y nuestros sermones e inmediatamente tener miles de descargas, reseñas de Amazon y nuevos seguidores clamando por más de lo que estamos haciendo y diciendo.
Marcos nos dice que «toda la ciudad se había amontonado a la puerta» (Mr 1:33) mientras Jesús sanaba a muchos enfermos y expulsaba a los demonios que atormentaban a otros. ¿Te imaginas la escena, los empujones por la fila, los susurros de: «¡Ahí está, es Jesús de Nazaret, lo veo!»?. Sin embargo, a la mañana siguiente, en la cumbre de Su popularidad en esa región, cuando había cientos, tal vez miles de personas, haciendo fila para ver y escuchar más de Él, Jesús no estaba en ningún lado.
Él había ido a un lugar apartado para orar con Su Padre (v. 35).
Jesús nos demuestra desde el principio que sostener cualquier obra de ministerio es imposible sin atender a la salud de nuestras propias almas. No hay fecha límite, compromiso, oportunidad, reputación, ni tampoco una fila de personas que te esperen más urgentemente que la comunión con el Padre. Lamentablemente para la iglesia, la falta de diligencia en mantener esta prioridad —y el efecto devastador en otros— es evidente en demasiados lugares. Es muy fácil adormecernos ante nuestra condición desesperada, especialmente cuando nuestro nombre está siendo pregonado por otros.
Persigue la obra, no una plataforma
Pedro va en busca de Jesús (Mr 1:36-37). No hace falta imaginar su desconcierto por el hecho de que Jesús abandone la ciudad justo cuando Su ministerio está creciendo, ganando credibilidad y atención, porque nosotros nos preguntaríamos lo mismo hoy. «Todos te buscan», le dice a Jesús.
Estás creciendo en popularidad. Tienes que volver a bajar y hacer algo, Jesús, insinúa Pedro con sus palabras, haciéndose eco de sentimientos que todos hemos oído o que podemos haber ofrecido a otros: Tienes la atención de Internet por un momento: ¡Aprovecha! ¡Esta es tu oportunidad de seguir construyendo tu plataforma!
¿La respuesta de Jesús a Pedro? Se levanta y se va. «Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que Yo predique también allí, porque para eso he venido» (v. 38). No es que Jesús no se preocupe por la gente que espera verle. Es que está seguro de haber hecho lo que vino a hacer: predicar el evangelio del arrepentimiento y la fe. Él continuará predicando esa palabra hasta que todos la escuchen. Entiende que la popularidad es efímera, una rueda de hámster de actuaciones y entretenimiento para mantener las filas de personas. Pero la obra que vino a hacer es todo lo contrario a la fugacidad. El mensaje del evangelio permanecerá incluso después de que Él se vaya. Este hablará por sí mismo durante mucho más tiempo que la capacidad de atención de las masas.
Eswine resume maravillosamente la atracción de la plataforma cuando escribe: «Al entrar en el ministerio, tendrás la tentación de orientar tus deseos hacia la realización de grandes cosas de manera famosa, tan rápida y eficientemente como puedas. Pero… casi cualquier cosa en la vida que realmente importa requerirá que hagas cosas pequeñas, en su mayoría pasadas por alto, durante un largo período de tiempo con Él».
Dependencia y fidelidad
En esta era de Internet y redes sociales, es fácil para los líderes y creadores de todo tipo imaginarnos a nosotros mismos como la excepción al modelo que se ha puesto delante de nosotros. Podemos poner la palabra «evangelio» encima de cualquier ambición y creer que merece ser bendecida y popular. Pero una etiqueta evangélica no significa que nuestras motivaciones sean puras, ni asegura que nuestros corazones no se desvíen.
La vida y el ministerio de Jesús nos muestran cómo es el trabajo del reino: guardando ferozmente nuestras almas y nuestra comunión con Dios, y comprometiéndonos con la diligencia en la obra misma. La mayoría de nosotros nunca tendrá una plataforma lo suficientemente grande como para ser conocido y mucho menos recordado por más de un momento. Pero si nuestras vidas y nuestro trabajo son un desbordamiento de Su presencia y comunión, el Señor nos usará para sus propósitos justo donde estamos.
Sigo creyendo que Dios usa la palabra escrita y sigo sintiéndome llamada a ser escritora. Pero la dependencia y la fidelidad son las estrategias de crecimiento de plataforma más eficaces que puedo practicar en mi obra. Si Dios va a construir algo con mi obra, lo hará sobre ellas.
KATIE BLACKBURN