En sus interacciones con los demás, Jesús solía ir directamente al grano. Su llamado al discipulado no es la excepción: «Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame» (Mr 8:34). El discipulado equivale a negarse a uno mismo, y cargar nuestra cruz. Punto.
Pero ¿qué quiere decir Jesús con «niéguese a sí mismo»? Ya que la cruz de Jesús y la nuestra no pueden lograr lo mismo, ¿qué quiere decir el principal portador de la cruz con «tome su cruz»? ¿Por qué utiliza una metáfora tan dura para describir el discipulado?
Sobre proveer nuestras propias definiciones
Entendemos de forma imprecisa que negarse a uno mismo y cargar nuestra cruz significa que el discipulado es difícil y que nosotros de alguna manera somos el problema. Pero si nos basamos en cómo asociamos estas ideas y luego las desarrollamos, probablemente vamos a interpretar mal el significado de lo que quiso decir Jesús.
Por ejemplo, si consideramos cómo buscamos cumplir con el «niéguese a sí mismo», podemos darnos cuenta de que asociamos el negarnos a nosotros mismos con negar nuestros deseos. Como «sí mismo» se refiere a nosotros y a lo que queremos, añadimos un objeto directo a «niéguese a sí mismo», de modo que se convierte en «niéguese a sí mismo… cosas». Ya sean objetos materiales o cosas inmateriales como el éxito, el amor o un trabajo significativo, pensar que consiste en negar nuestros deseos es un malentendido común de lo que significa negarse a uno mismo.
Pero a veces lo llevamos aún más lejos: nos ignoramos a nosotros mismos. Como sabemos que somos intrínsecamente pecadores, podemos pensar que cualquier cosa que se origine en nosotros es sospechosa, por no decir peligrosa o mala. Temerosos de estar demasiado centrados o enfocados en nosotros mismos, creamos una falsa dicotomía en la que tenemos que elegir entre centrarnos en Cristo y examinarnos a nosotros mismos.
Quizás el concepto de cargar la cruz es aún más malinterpretado. «Todos tenemos que cargar nuestra cruz» se aplica a una variedad de dificultades, desde ser utilizado en broma («Voy a una conferencia en Florida la próxima semana, todos tenemos cruces que cargar») hasta expresar la frustración por inconvenientes menores (como la habitual impuntualidad de un miembro de la familia), y describir situaciones verdaderamente difíciles, como tentaciones, enfermedades de larga duración o relaciones difíciles.
Los creyentes pueden tender a alegorizar cualquier malestar como una «cruz» y luego espiritualizarlo como parte del discipulado. Incluso de manera más extrema, llevar la cruz se convierte en una referencia a cómo el discipulado es equivalente al dolor, no en el sentido de que incluye sufrir, sino como si el sufrimiento fuera su naturaleza esencial.
Estas interpretaciones son peligrosas porque se basan en verdades parciales. Por supuesto, debemos desconfiar de nosotros mismos. Por supuesto, la vida cristiana es una vida que implica sufrimiento. Pero cada una de estas interpretaciones erróneas pasa por alto lo que Cristo está solicitando.
Lo que dice el texto
Hay dos consideraciones en particular que pueden guiarnos hacia una comprensión correcta del significado de las declaraciones de Jesús en Marcos 8:34.
1. Una mirada más cercana a «niéguese»
El verbo griego traducido aquí como «niéguese» es aparneomai. Aunque esta palabra puede significar simplemente negar la verdad de una afirmación, casi siempre tiene matices que se asocian o relacionan con una persona. El negarse a uno mismo en el Nuevo Testamento es la disociación intencional de una relación con una persona en particular. Así, otra traducción podría ser «repudiar» o «renunciar». Por ejemplo, este es el verbo utilizado cuando Pedro «niega» a Jesús. Pedro niega que conoce a Jesús o que tiene alguna relación con Él.
Por lo tanto, negarse es el repudio intencional hacia uno mismo o el alejamiento de la relación con uno mismo como algo primordial. Jesús no está haciendo una declaración sobre si somos malos, sino sobre con quién estamos más estrechamente asociados. ¿A quién le debemos nuestra total lealtad? ¿A Él o a nosotros mismos?
2. La práctica histórica de cargar la cruz
Jesús hizo esta afirmación sobre tomar la cruz antes de ser crucificado. Aunque la metáfora adquiriría un mayor significado después de su muerte, también debe haber significado algo para sus oyentes originales.
La crucifixión se reservaba particularmente para los delincuentes que se habían rebelado contra la autoridad. «Tomar la cruz» se refería a la práctica de obligar a un condenado a llevar el madero de la cruz hasta el lugar de su ejecución. Esto mostraba que, aunque se había rebelado contra la autoridad, el condenado estaba ahora tan derrotado que su último acto en vida sería llevar el instrumento de su fin al lugar de su muerte. Era una muestra de sumisión total y absoluta. Por lo tanto, el llamado a llevar nuestra cruz como parte de seguir a Jesús es un llamado a estar tan sometido a Cristo como el criminal condenado lo estaba a su muerte.
Así pues, cuando Jesús nos llama a negarnos a nosotros mismos y a cargar nuestra cruz, está reclamando autoridad. Seguir a Cristo significa rendirle nuestra lealtad y renunciar a uno mismo. Significa darle lealtad desde lo más profundo de nuestro ser.
Más que un eslogan
En lugar de tomar prestadas estas palabras bíblicas como lemas definidos por nosotros mismos para el discipulado (como dijo una vez uno de mis profesores del seminario), ¿qué significa el llamado de Jesús para nuestras vidas?
En primer lugar, negarse a uno mismo no es solo una práctica que se lleva a cabo de vez en cuando. No se nos llama a levantar ocasionalmente una cruz, sino a una forma de vida. A menudo hablamos de si «pagaríamos el precio» del discipulado. Pero la verdadera cuestión no es el costo de seguir a Jesús, sino nuestra disposición a seguirle sin importar el costo. Ya no se debe enfatizar si el costo es alto o no, sino que toda la vida debe ser entregada a Él.
En segundo lugar, un entendimiento correcto de nosotros mismos es necesario para el discipulado. Si negarse a uno mismo y cargar la cruz son realmente llamados a rendir nuestro ser, entonces no solo debemos estar presentes, sino que debemos conocernos y examinarnos bien. ¿Cómo podemos rendir lo que no identificamos? ¿Cómo podemos entregar lo que desconocemos? Pasar tiempo examinando nuestros corazones y reflexionando sobre nuestros motivos, deseos y pecados, no solo es permisible en el discipulado, sino también necesario.
En tercer lugar, todo discipulado es radical. El lenguaje aparentemente duro del llamado de Jesús pretende dejar esto claro. No hay medias tintas cuando se trata de seguir a Cristo. Es todo o nada. Por definición, no es un pasatiempo, sino una lealtad total y completa a Él en cada rincón del corazón.
Cristo nos llama a una lealtad exclusiva y a una sumisión total. Aunque el llamado es radical e integral, negarse a uno mismo y cargar la cruz no erradica ni reprime lo que somos. Más bien, el Espíritu Santo actúa a través de ello, restaurando la imagen de Dios en nosotros a medida que crecemos en la semejanza de Cristo y cumplimos más plenamente el propósito por el que fuimos creados.
Christy Gambrell