10 consejos para tomar decisiones sabias
Si quieres tomar decisiones cristocéntricas, debes tener en cuenta este principio: Tu vida no es tuya. Nada de lo que tienes te pertenece. Ni tu cuerpo, ni tu tiempo, ni tus dones, ni tu casa, ni tu dinero, ni siquiera tus relaciones más preciadas (padre, madre, cónyuge, hijos, novia/o, amigos, etc.). Todo lo que tienes es un don de Dios (Stg 1:17).
Este principio bíblico es tan antinatural como necesario. Genera un rechazo automático en nuestro corazón, pero tal y como lo haría una persona que va a construir una torre, debo detenerme seriamente a «calcular el costo» (Lc 14:28-30). ¿Por qué? Porque tres veces Jesús afirma que si no estoy dispuesto a vivir este principio, ¡no puedo ser Su discípulo!
Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo. El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Mi discípulo (…) Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser Mi discípulo (Lc 14:26-27, 33).
Evalúa tus decisiones
Este universo le pertenece a Dios, no es ni tuyo ni mío. Es Su mundo, no el nuestro. ¿Tomas tus decisiones con esta verdad en mente? Hace casi cien años Oswald Chambers preguntó en su libro En pos de lo supremo: «¿Has experimentado tu “funeral blanco”, o estás engañando… tu propia alma? ¿Ha habido un punto en tu vida que puedas marcar como tu último día?».
El apóstol Pablo afirmó la misma idea hace casi dos mil años: «Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva» (Ro 6:4 DHH). ¿De qué clase de vida está hablando Pablo? De una vida que ha cambiado sus valores, que tiene metas nuevas, que está dejando de poner primero sus intereses propios y está comenzando a poner primero los intereses de Otro.
Déjame compartir contigo algunas preguntas de reflexión que pueden ayudarte a evaluar tus decisiones, siempre y cuando seas honesto contigo mismo:
1. ¿Mi decisión va a debilitar mi apetito, sensibilidad y amor por Dios?
2. ¿Estoy buscando glorificar a Dios con esta decisión? ¿Lo hago quedar bien a Él o a mí?
3. ¿Estoy poniendo primero Su reino o solo estoy buscando mi propio beneficio?
4. Mi decisión, ¿va a ayudarme a compartir el mensaje del evangelio con quienes no lo conocen?
5. ¿Va a permitir que yo, mi familia u otros crezcamos espiritualmente?
6. ¿Me va a impedir servir a Dios con el nivel de entrega que Él me pide? ¿Me va a ayudar a hacerlo?
7. ¿Qué ídolo está saliendo a la luz a través de esta situación confusa o poco clara que me toca vivir?
8. ¿Cómo puedo desarrollar una cualidad del carácter de Cristo que no tengo tan desarrollada?
9. ¿Es esta la mejor manera a través de la cual puedo hacer discípulos a todas las naciones?
Mi voluntad “en neutro”
Hay una última pregunta esencial para hacerte (recuerda que la clave siempre es ser honesto): ¿Tengo una actitud de «manos abiertas»? En otras palabras, ¿realmente estoy buscando saber la voluntad de Dios o ya he tomado una decisión? ¿Estoy orando en busca de dirección o estoy orando para no sentirme tan mal y minimizar mi sentimiento de culpa?
¿Puedo decirme a mí mismo con total honestidad que estoy dispuesto a hacer lo que Dios quiera, cómo Dios lo quiera, cuándo Dios lo quiera y dónde Dios lo quiera sin importar lo que me cueste? ¿Puedo aceptar un «no» o un «espera» por respuesta? ¿Estoy dispuesto a cambiar mis planes?
Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es «no», ¿qué sentido tiene preguntarle a Dios por Su voluntad? Es como pedirle a alguien que me diga lo que quiere ¡mientras grito y me tapo los oídos!
Algo esencial para tomar una decisión es tener mi voluntad «en neutro». ¿Qué significa esto? Que debo llegar al punto donde mis deseos están en un punto muerto, listos para inclinarse en cualquier dirección que Dios me muestre. ¿Siguen allí? Sí, mis deseos no desaparecen, pero no están desbocados.
Dice el salmista: «Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con Mis ojos puestos en ti (Sal 32:8). Pero observa la advertencia siguiente: «No seas como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento; cuyos arreos incluyen brida y freno para sujetarlos, porque si no, no se acercan a ti» (v. 9).
La imagen es clara, ¿verdad? En ti y en mí hay una inclinación natural a desbocarnos, a ser como caballos sin freno; personas que nadie las puede detener cuando desean algo. La pregunta es la de siempre: ¿Qué es lo que más quieres? ¿Vivir para ti o vivir para Dios?
Medita en este principio: Tu vida no es tuya, no te pertenece. Toma tus decisiones grandes y pequeñas filtrándolas por esta verdad.
Nicolás Tranchini