Aprendí sobre el valor de congregarnos
Carlos Quinteros (Córdoba, Argentina) nos comparte:
Entre las cosas que pude aprender, una de las que más destaco es el valor de reunirnos de manera presencial. La Palabra de Dios nos exhorta a no dejar de congregarnos (Hebreos 10:24-25). Esta orden resalta el valor de reunirnos como iglesia. Estar reunidos nos permite cumplir con muchos de los mandamientos que Dios nos deja en Su Palabra, como lo son las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor. También animarnos unos a otros, exhortarnos, cantar juntos como iglesia. En particular, para mí es importante el hecho de que Dios nos guarda por medio de la comunión en unidad (Ef 4:3).
De manera virtual, no podríamos llevar adelante la Palabra de Dios en este sentido, en guardar la unidad del Espíritu en ese vínculo de la paz. En la virtualidad, cuando cada uno está en casa viendo a otros por una pantalla, es fácil poder amar, tolerar, perdonar. Pero cuando los hermanos interactúan en persona, empiezan a trabajar juntos y relacionarse, allí surgen roces, complicaciones, problemas. ¿Cómo podríamos cumplir esta parte de la Palabra de Dios, los mandatos a amarnos y perdonarnos, si estas cosas no sucedieran? Por eso el apóstol nos invita a estar solícitos en esto, atentos al respecto, buscando nuestra unidad de manera intencional. Esto implica un esfuerzo de parte de cada miembro de la iglesia.
En resumen, congregarnos de manera presencial nos permite cumplir con nuestro llamado. Cuando nos reunimos de manera virtual, no estamos en un contexto en el que tengamos que esforzarnos por lograr ese vínculo de la paz; simplemente estamos comunicados o conectados. Reunirnos como iglesia nos permite obedecer a la Palabra de Dios de manera práctica, tangible, visible.
Aprendí a confiar más en Dios
Adrián Quijandría (Lima, Perú) nos comparte:
Nadie estaba preparado para la pandemia. Sin embargo, ha sido un proceso de aprendizaje, de reconocimiento de Dios y de nosotros mismos. Es lo que considero una clase intensiva de parte de Dios para todos, en especial para su iglesia, nosotros sus hijos. De manera personal, puedo decir que aprendimos como familia a depender de Dios, a reconocer que éramos más pequeños de lo que imaginábamos.
Dios nos enseñó a confiar más en Él y ver cómo abría puertas en situaciones en las cuales no veíamos solución. Dios ha sido bueno y ha cuidado de nosotros en todo este tiempo, guardando nuestras vidas y en especial la de mi esposa, que en medio de la pandemia sufrió un accidente de tránsito. Ante las limitaciones de las atenciones médicas, Dios le proveyó una atención adecuada, al punto en que hoy está sin ningún tipo de secuelas.
En cuanto a lo ministerial, la pandemia nos sacó de nuestra comodidad. Recordamos que ser discípulo de Jesús demanda asumir costos y compromisos serios. Además, el Señor nos dio la oportunidad de tomar en serio no solo nuestra fe, sino también nuestro compromiso con la evangelización. Gozamos mucho al ver cómo Dios levantaba nuevos rostros al interior de la iglesia, jóvenes y adultos dispuestos a servir en medio de las dificultades y limitaciones. Luego, otros rostros también han llegado a nuestra congregación, personas a quienes el Señor tocó en medio de la pandemia y encontró en ese momento de sus vidas. Si bien al inicio muchos pudieron haber buscado de Dios por temor a enfermar o morir, podemos decir que la mayoría de ellos perseveran en su camino con Jesús. La pandemia ha sido dura, pero damos gracias a Dios por lo que hemos aprendido en esta prueba.
Aprendí a estar cerca de la iglesia
Alex Díaz (Cuernavaca, México) nos comparte:
En términos personales, en lo familiar, tengo que decir que no sabíamos cómo vivir como familia. Cada uno tenía sus propias actividades y hacía lo que debía hacer, pero difícilmente nos podíamos sentar. Así que durante la pandemia, no sabíamos estar juntos y tuvimos que aprender a estarlo, no simplemente viviendo bajo el mismo techo, sino verdaderamente aprendiendo a vivir juntos. No sabíamos vivir como familia y el Señor nos ayudó.
Hablando del ministerio en la iglesia, aprendí a pastorear sin tener a la iglesia reunida. Esto representó un reto y el entendimiento de nuevas oportunidades para hacer ministerio. Obviamente, los recursos virtuales fueron aquello que nos sacó adelante. Sin embargo, el hecho de buscar tener más cercanía con la iglesia, sin estar físicamente cerca, se volvió una dinámica de atención y oración para mí como pastor. Es decir, me llevó a siempre buscar el momento y la oportunidad para estar orando por los miembros de la iglesia en llamadas telefónicas o videollamadas, en las que la iglesia se sintiera cobijada por nuestra labor pastoral. Aprendí a estar cerca de la iglesia sin tenerla reunida. Eso fue una gran bendición porque hoy vemos los frutos. La iglesia continúa, ahora sí, reuniéndose de manera presencial.
CARLOS QUINTEROS • ADRIÁN QUIJANDRÍA • ALEX DÍAZ