Una amiga descubrió los placeres del body surf (un deporte acuático) en la mediana edad, cuando ella y su esposo se mudaron al sur de California, a 60 kilómetros de las playas y rompientes del océano Pacífico. Entonces, era comprensible su preocupación por Apocalipsis 21:1 y la perspectiva de que las aguas azules del océano y las olas crecientes estarán ausentes de los cielos nuevos y la tierra nueva que se avecinan. Más adelante leemos que Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Ap 21:4). A tales miserias, subproductos tóxicos del pecado, decimos: «¡Buen viaje!». Pero, nos preguntamos, una vez que el primer cielo y la tierra manchados de maldición hayan dado paso a un nuevo cielo y una nueva tierra, ¿por qué el nuevo orden cósmico debe ser sin mar, mientras que todavía estaremos en tierra firme?
Interpretaciones literales acerca del mar
La consternación de mi amiga supone que el «mar» que «ya no existe» en el cielo nuevo y la tierra nueva es un vasto cuerpo de agua física (todos los océanos que cubren nuestra tierra actual). Eso es comprensible, ya que en Apocalipsis, incluso en medio de sus visiones simbólicas, «mar» debe entenderse a veces de manera «literal», es decir, físicamente. Por ejemplo, se debe adorar a Dios porque creó «el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (14:7; cp. 5:13; 7:1-3; 10:2-8; 12:12).
Así que no sorprende que Apocalipsis 21:1 se haya entendido como anunciando que una gran masa de agua física, todas las grandes masas de agua física o incluso el agua física misma no estará presente en la tierra nueva. John Walvoord, por ejemplo, comentó: «La mayor parte de la tierra ahora está cubierta de agua, pero la nueva tierra aparentemente no tendrá masas de agua excepto el río mencionado en 22:2».1
John MacArthur va más allá, interpretando la ausencia de «el mar» como implicando la ausencia de toda agua física (H2O) en cualquier lugar, en cualquier forma, en la nueva tierra:
El mar es emblemático del actual medio ambiente basado en el agua. Toda la vida en la tierra depende del agua para su supervivencia… Pero los cuerpos glorificados de los creyentes no requerirán agua, a diferencia de los cuerpos humanos actuales, cuya sangre es 90% agua y cuya carne es 65% agua. Así, el cielo nuevo y la tierra nueva estarán basados en un principio de vida completamente diferente al del universo actual. Habrá un río en el cielo, no de agua, sino de «agua de vida» (22:1, 17).2
Por otro lado, Randy Alcorn, quien admite disfrutar del buceo, está preocupado por la perspectiva de que los océanos y las maravillosas criaturas que los habitan no tengan cabida en la consumación de la nueva creación de Dios. Sugiere que el «significado central» de Apocalipsis 21:1 es que «no habrá más aguas frías y traicioneras que separan naciones, destruyen barcos y ahogan a nuestros seres queridos. No habrá más criaturas que se traguen a los marineros ni más aguas saladas envenenadas».3 En un cosmos purgado de contaminación, el agua salada ya no sería necesaria para servir como un antiséptico global, así que tal vez el «mar» que «no [es] más» se refiere únicamente a los océanos de agua salada. En la nueva tierra, «los enormes lagos podrían, en efecto, ser océanos de agua dulce», llenos de vida marina.
Interpretaciones del mar en otras partes de Apocalipsis y antes en la Biblia
Las especulaciones sobre la ausencia, presencia o forma de agua física en la nueva tierra son intrigantes, pero es mejor que tomemos en serio el género simbólico de las visiones de Juan. El apóstol ha visto un dragón, una serpiente antigua, de pie sobre la arena del mar (12:17). Los intérpretes de todas las escuelas escatológicas reconocen que esta «serpiente» no es un reptil físico, real o mítico, sino un símbolo visible de una criatura personal corrupta e inmaterial: Satanás (12:9).
Juan vio emerger de ese mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas y se parecía a un leopardo, un oso y un león (13:1-2). Los estudiantes de la Biblia de todas las variedades reconocen los ecos de las visiones nocturnas de Daniel de cuatro bestias saliendo del mar (7:1-8), que «son cuatro reyes» (7:17). Así que están de acuerdo en que la bestia de Apocalipsis 13 no es un monstruo físico, sino un símbolo de un agente o agencia humana, un individuo o un estado o un sistema, que se opone de manera violenta a Dios y Su pueblo. Si tanto el dragón en la orilla del mar como la bestia del mar son símbolos, no monstruos físicos, ¿por qué asumiríamos que el mar mismo es un cuerpo físico de H2O?
Es importante notar que las imágenes en las visiones de Juan se extraen de la rica reserva de simbolismo del Antiguo Testamento. No es solo Daniel 7 el que presenta «el mar» como una imagen de la fuente del mal inquieto y la resistencia hostil al reinado ordenado del Creador (Is 57:20). Sin respaldar los conceptos mitológicos de sus vecinos del Antiguo Cercano Oriente, los profetas de Israel evocaron sus imágenes en pasajes como Isaías 27:1: «Aquel día el SEÑOR castigará con Su espada inflexible, grande y poderosa, a Leviatán, serpiente huidiza, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que vive en el mar». La división de las aguas físicas del mar Rojo en el éxodo de Israel mostró Su victoria sobre enemigos más grandes que Egipto:
Tú dividiste el mar con Tu poder;
Quebraste las cabezas de los monstruos en las aguas.
Tú aplastaste las cabezas de Leviatán;
Lo diste por comida a los moradores del desierto (Sal 74:13-14; cp. 77:16-20; 114:1-6).5
A lo largo de la historia, el Señor libra la guerra contra las fuerzas del mal que asaltan Su soberanía y amenazan con engullir a Su pueblo, ya sean poderes demoníacos o naciones paganas:
Oh SEÑOR, Dios de los ejércitos, ¿quién como Tú, poderoso SEÑOR?
Tu fidelidad también te rodea.
Tú dominas la soberbia del mar;
Cuando sus olas se levantan, Tú las calmas.
Tú aplastaste a Egipto como a uno herido de muerte;
Esparciste a Tus enemigos con Tu brazo poderoso (Sal 89:8-10).
Las victorias pasadas del Señor sobre el dragón y su mar ofrecen la esperanza de que intervendrá para redimir a Su pueblo en un futuro triunfo final que aplastará al enemigo y disipará la aflicción:
Despierta, despierta, vístete de poder, oh brazo del SEÑOR.
Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas.
¿No eres Tú el que despedazó a Rahab,
El que traspasó al dragón?
¿No eres Tú el que secó el mar,
Las aguas del gran abismo;
El que transformó en camino las profundidades del mar
Para que pasaran los redimidos? (Is 51:9-10).
Cuando las visiones de Juan llegan a Apocalipsis 21:1, «el mar», ese reino turbulento desde el cual el dragón lanzó su ataque desesperado contra la descendencia de la mujer, es el último símbolo del mal que será eliminado. Ha caído la prostituta que estaba sobre muchas aguas (14:8; 16:19; 17:16-17; 18:2-3). La bestia del mar, el falso profeta y el dragón han sido enviados al lago de fuego (19:20; 20:10). Ahora, por fin, cuando aparecen un cielo nuevo y una tierra nueva, «el mar» mismo «ya no existe». Gregory Beale señala que la redacción paralela de Apocalipsis 21:1 y 21:4 muestra que «el mar ya no existe» anticipa el hecho de que la muerte «no existirá más», y el luto, el llanto y el dolor «no existirán más» en la nueva creación consumada.
La convergencia de las alusiones a Isaías 51:10-11 (el triunfo del Señor sobre el mar) y a Isaías 65:16-19 (los cielos y la tierra nuevos, reemplazando «las cosas anteriores», el llanto y el clamor) lleva a Beale a concluir: «Con toda probabilidad, “mar” es figurativo para las amenazas del viejo mundo. Por lo tanto, la presencia de un mar literal en la nueva creación no sería inconsistente con la exclusión figurativa del mar en 21:1».6
Evita la especulación
Es tentador tratar de imaginar cómo será la vida en los cielos nuevos y la tierra nueva, donde todo mal, miseria, dolor y peligro «no existirán más». ¿Seguirá habiendo cascadas y olas, charcos y estanques, lagos e incluso océanos? Inferimos que la nueva tierra será material porque el cuerpo resucitado de Jesús, la «muestra» de ese cosmos venidero que ha invadido la experiencia humana en esta era, podría ser tocado e ingerir pescado y, presumiblemente, «el fruto de la vid» (Lc 24:36-43; Mt 26:29).
Pero «el mar ya no existía» en Apocalipsis 21:1 no tiene la intención de responder a nuestras preguntas sobre las oportunidades para surfear, bucear o navegar en la nueva tierra. En cambio, transmite buenas noticias: nuestro Campeón divino vendrá a destruir a todos nuestros enemigos, a enjugar todas nuestras lágrimas y a eliminar todos los reinos de rebelión incesante, asegurando por toda la eternidad nuestra gozosa y santa comunión con Dios, quien hará Su morada con nosotros para siempre (Ap 21:3).
DENNIS JOHNSON