A estas alturas el escenario es tristemente común: la noticia de que otro líder ministerial ve expuesta su hipocresía y su vida oculta. Una adicción aquí. Una aventura allá. Un uso abusivo del poder y la explotación narcisista de su posición. No sé si los pastores caen hoy en día a un ritmo mayor que hace, digamos, treinta años, pero nuestra era de redes sociales sin duda lo hace parecer así.
Cada vez que sucede, nos volvemos menos adeptos a la incredulidad, menos inclinados a la indignación y la angustia. No nos alegramos, por supuesto, pero, lamentablemente, nos estamos acostumbrando. Entonces comienza la búsqueda de errores del pasado, el diagnóstico de enfermedades mucho después de las muertes. Las autopsias del ministerio nos dicen mucho, pero sería estupendo que pudiéramos ver venir las caídas.
Pero ¿es posible?
Cómo se puede caer en el ministerio
En primer lugar, deja que el poder del éxito (o simplemente el puesto en sí) se te suba a la cabeza.
No tienes que ser un líder «tipo A» para caer en la trampa del egocentrismo; solo tienes que ser un pastor que disfruta de la aprobación y los elogios. Podrías ser un pastor de una iglesia pequeña que disfruta siendo el mesías funcional de tu congregación, disponible las veinticuatro horas del día para las necesidades de tu iglesia y abierto a todos sus caprichos y mandatos religiosos. Antes de que te des cuenta, estarás estresado, cansado y te sentirás un poco arrogante o resentido (o ambas cosas). Esta combinación de fatiga, estrés y amargura, con el tiempo, es una receta para el fracaso moral. Llevarte a estos límites te hace extremadamente vulnerable a las tentaciones cada vez más peligrosas del maligno.
En segundo lugar, deja de invertir en tu matrimonio.
Para los pastores que tienen la bendición de tener familia, una de las formas más rápidas de caer en tentación es alimentar el descuido de la esposa y justificarlo, al mismo tiempo, con «las exigencias del ministerio» o alguna otra cosa igualmente pretenciosa. Después de un tiempo, puedes incluso llegar a ver a tu esposa no como tu ministerio principal, sino como un obstáculo, un impedimento, alguien que bloquea tu capacidad de prosperar en el ministerio. La amargura echa raíces. Ella no te entiende, no te «comprende». Entonces, ¿adivinas qué sucede cuando llega alguien que sí lo hace, o al menos parece hacerlo?
En tercer lugar, te aíslas y te ofuscas a ti mismo.
Esta es una forma segura de sabotear tu ministerio. Los ministros tienen una gran variedad de formas de alejarse del verdadero compañerismo y de la rendición de cuentas que viene con esta labor. Puede que la mejor manera sea explotar la estructura de liderazgo de tu iglesia o incluso manipularla para que todo el mundo te responda a ti, y tú no responder a nadie, o a nadie más que a quienes te dicen «sí» a todo. O, simplemente, te retiras cada vez más lejos de las dinámicas de equipo, ya sea emocional o físicamente.
Casi todos los pastores que he conocido personalmente y que perdieron sus ministerios por faltas morales dirían después que no tenían verdaderos amigos. Nadie los conocía. Esto tiene implicaciones para la rendición de cuentas y también para el bienestar emocional general. No todos los pastores solitarios caen moralmente, pero todos son vulnerables a ello.
Pero para los que no se sienten aislados de los demás en cuanto a estructura o posición, sigue existiendo el peligro real de ofuscarse. En otras palabras, no son honestos ni confiesan realmente. Arreglan las cosas para que no se les pueda hacer preguntas difíciles sobre sus vidas, y si se les hace, simplemente mienten. La verdad se considera más costosa. Pero nada es más costoso que invertir en que no te conozcan hasta que la verdad salga a la luz entre los escombros de un desastre moral.
Por último, haces una rutina de descuidar la comunión con Cristo.
Esto realmente marca el rumbo hacia el fracaso moral. De todos los rasgos comunes en las caídas pastorales, este es, en mi opinión, el más común de todos: el abandono de la vida devocional. Las caídas son diferentes y también lo son los caminos que se toman para llegar a ellas, pero tan pronto como te comprometes, así sea involuntariamente, a no nutrirte de la Palabra y a no jactarte de la debilidad en la oración, estás decidiendo que eres lo suficientemente inteligente y fuerte para vivir por ti mismo. Esta es una gran manera de planear un fracaso espectacular.
Cuando Jesús fue al desierto para ser tentado por el diablo, luchó contra el enemigo con las Escrituras, y fue ministrado por el Espíritu y los ángeles. Si Jesús necesitó esa sabiduría y protección, ¿quién te crees que eres para no necesitarla?
Así que ya has puesto todos los planes en marcha. Has comprado tu propio bombo y platillo o has accedido a las demandas culturales o programáticas para centrar el ministerio en ti mismo. Has sacrificado a tu familia en el altar del éxito. Te has aislado emocional y espiritualmente de los demás, viviendo una vida de luchas y pecados ocultos entre los demás. Además, te has estancado en tu vida devocional, volcándote a cosas más fáciles y prácticas.
Entonces te estrellas y te quemas.
¿Ahora qué?
Qué hacer cuando caes
Pues bien, pastor, una vez que has caído, quédate en el aterrizaje. Quiero decir que una vez que te hayas caído, quédate ahí. Durante mucho tiempo. No, no en tu pecado. No en la autocompasión o el regodeo. Arrepiéntete de tu pecado y de todas las excusas y lloriqueos por él, pero no saltes a fingir que todo está bien. Escucha a los que has herido. Sométete a los que te conocen. Recuerda que el ministerio vocacional es un honor y no es un derecho de nadie. No tienes derecho a un puesto ministerial.
Podrás decir, «¿pero qué hay de la gracia?». Bueno, la gracia significa que un pecador arrepentido puede ser restaurado a la comunión. La gracia también significa que ninguna comunidad debe ser sometida a un liderazgo descalificado.
¿Puedes ser restaurado alguna vez? Tal vez. De la restauración de Pedro por parte de Cristo deduzco que pueden volver no solo al rebaño si no a apacentar nuevamente como pastores. Pero no tomo de esta restauración personal por parte de Cristo que las prisas sean prudentes. Leemos en 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5 que los pastores deben reunir los requisitos necesarios. En esos requisitos no vemos nada de la ambición o las preferencias del aspirante a pastor. Vemos aspectos de carácter, aptitudes espirituales y una reputación bien desarrollada de integridad relacional y comunitaria. Estos aspectos no existen para el pastor que se ha descalificado a sí mismo. No significa que no puedan existir nunca más, pero no pueden existir inmediatamente.
No se puede saber si alguien es un buen administrador de un hogar la primera vez que se le conoce. Se ve el testimonio de su vida familiar a lo largo del tiempo. Del mismo modo, cuando un hombre engaña a su esposa, no se determina que es un buen hombre de familia poco después de la revelación. Tomará más tiempo, dada la ofensa, para verlo caminar en arrepentimiento, para ganar nuevamente esa reputación.
Este es el caso de cualquier punto de descalificación, aunque algunos niveles de discernimiento pueden ocurrir más rápidamente que otros. No es algo inmediato que un pastor descalificado por un largo patrón de abuso verbal o bromas groseras se gane una reputación de hombre amable y pacífico. Menos aún lo es que un pastor descalificado por un patrón de adicción al alcohol o inmoralidad sexual se gane una reputación de sobriedad o de «marido de una sola mujer».
Esto es paralelo al requisito bíblico de «no ser un nuevo convertido». Obviamente estamos hablando de una persona (presuntamente) cristiana recién arrepentida, pero el principio subyacente es el mismo. El arrepentimiento es un reingreso inmediato a la comunión, pero el reingreso al pastorado necesita la prueba del tiempo.
Esto no es falta de gracia. Es la manera en que Cristo protege a Su iglesia y, de paso, la manera en que protege a los pecadores arrepentidos de volver demasiado pronto a las mismas presiones que en primer lugar revelaron un carácter poco desarrollado.
Entonces lo que debes hacer, pastor, es mantenerte al margen. Sé que es difícil; sé que es vergonzoso. Pero Cristo y Su iglesia son más grandes que tú y tus aspiraciones. El reino no perecerá sin tu liderazgo y, aunque sea difícil de afrontar, tú tampoco lo harás. Si amas a Jesús y quieres servir a Su iglesia, hazlo fuera de todo protagonismo. Desintoxícate de la necesidad de poder y aprobación. Camina diariamente con Jesús de forma tranquila durante un largo periodo de tiempo. Deja que pastores calificados te alimenten.
Tal vez te imagines que la grandeza de la gracia se muestra al apresurar a un ministro caído a volver al ministerio, pero es lo contrario. Si te mantienes al margen, te humillas y sirves a Cristo y a Su iglesia desde las sombras de la oscuridad, descubrirás lo satisfactoria que es en verdad la gracia.
JARED C. WILSON