Muchos de nosotros seguimos intentando averiguar qué queremos ser cuando seamos adultos. En alguna parte tiene que existir ese trabajo perfecto, en el que pueda ganar mucho dinero, impactar el mundo para bien, ser respetado y adorado, ser yo mismo y hacer lo que me gusta.
Para muchos jóvenes, ser influencer en las redes sociales parece que podría cumplir todos esos requisitos. Más de la mitad de la Generación Z y de los millennials —es decir, los que tienen entre trece y treinta y ocho años— dijeron que se convertirían en influencers si pudieran. Incluso un 86% afirman que estarían dispuestos a publicar contenido patrocinado para obtener dinero. (En China, se puede incluso asistir a clases universitarias para convertirse en una celebridad de redes sociales).
No cabe duda de que Internet ha cambiado las reglas del juego en lo que se refiere a posibles carreras de perfil alto. Pero ¿ha traído realmente al alcance de la mano el estatus de celebridad, o solo lo parece? ¿Qué precio hay que pagar en el camino hacia el estrellato de las redes sociales?
Voy a sugerir tres cosas de las que debes cuidarte.
1. «Construye tu marca».
Antes, personas como Michael Jordan o Venus Williams eran quienes tenían sus propias marcas. Había que hacer algo, alcanzar un nivel de éxito reconocido dentro de un marco institucionalizado. Incluso los atletas y los ídolos populares aspiraban a ser elegidos por una marca existente o firmar con un sello reconocido.
Ahora, tú eres la marca. Desafortunadamente, eso significa que es fácil comenzar a moverse en todas las direcciones con el fin de promocionarte lo más ampliamente posible. Esta mentalidad de autopromoción puede en realidad perjudicar y denigrar el valor glorioso que Dios te ha dado como individuo único.
Los famosos solían lamentar la pérdida de su privacidad. Ahora regalamos nuestra privacidad, con la esperanza de que alguien, algún día, pueda pagar algo por ella. Cuanto mayor es tu impulso, menos privacidad tienes. Cada detalle, cada decisión, cada relación se convierte en material de consumo público. ¿Dónde acaba el producto y empieza la persona? ¿No es de extrañar que cuando dejas el teléfono te sientas ansioso y solo?
Como ser humano hecho por Dios de forma asombrosa y maravillosa, ya tienes valor. Vale la pena celebrarlo, y el salmista dirige este descubrimiento hacia el lugar apropiado: nuestro Creador (Sal 139:14). Dios ve este valor, incluso en lugares y momentos en los que nadie más se da cuenta. Tienes cualidades que ni siquiera tú puedes ver, pero en las que Dios se deleita porque Él fue quien te diseñó.
No eres un producto para ser vendido o un ídolo para ser adorado, sino un hijo de Dios complejo y hermoso. No desplegamos nuestro potencial al tratar de adivinar lo que nuestro público quiere oír, sino al descubrir quiénes somos realmente en relación con Dios.
2. «Escucha a tu audiencia».
Este mensaje es el código para ser relevante y conocedor de los medios. No hay nada malo en querer comunicar de forma relevante, pero cuando tus ingresos están determinados por tu popularidad, ¿cómo lo haces? ¿Eres tú quien elige el mensaje o dices lo que crees que te traerá seguidores?
Si tu brújula no está alineada con la Palabra de Dios y con un sistema de valores fijo, ¿cómo vas a tener la seguridad de hacer otra cosa que no sea regurgitar con tu propia voz las tendencias e ideologías dominantes?
Para conocer a tu audiencia tienes que mantenerte al día en cuanto a entretenimiento, uso de los medios y estilo de vida. No es una habilidad que se pueda descartar. Requiere un estudio incesante y una inmersión en los medios y las personalidades famosas. ¿Está dispuesto a dedicar una energía incesante a este campo, a sabiendas de que un paso en falso por tu parte podría echar por tierra tu marca, tu identidad? ¿Quieres que tu legado se vea envuelto en esa búsqueda o podrías aspirar a algo eterno?
Dios contrasta en Isaías el temor al hombre con la dependencia de Él: «Yo soy el que os consuela: «Yo, Yo soy su consolador. ¿Quién eres tú que temes al hombre mortal?» (Is 51:12-13). Dios señala nuestro temor al hombre, pero luego lo atribuye a nuestro orgullo. «¿Quién eres tú que temes al hombre mortal?».
En otras palabras, estás cautivado por la opinión de otras personas porque has intentado elevarte al lugar de Dios. No eres tan importante. No tienes que ponerte ese tipo de presión. Por otra parte, es Dios quien te consuela de verdad. No puedes consolarte muy bien a ti mismo, y desde luego no puedes contar con la fragilidad de los demás para consolarte.
3. «Comparte tu verdadero yo».
Cuando pasas tus días dedicándote a una carrera como influencer, ¿todavía tienes un «verdadero yo»? ¿Qué queda de ti que sea auténtico? ¿Qué sigue saliendo de ti, en lugar de dejarte llevar por lo que esperas que otras personas quieran oír y ver o por la imagen que una marca quiera que representes?
Aspiramos no solo a consumir, sino a ser consumidos. Nuestras identidades son cada vez más elaboradas a través de plataformas digitales que son en sí mismas bienes de consumo. Vivimos dentro de las corporaciones de las redes sociales, construyendo nuestra apariencia como un vehículo de carreras deportivas, imprimiéndole lo que esperamos que sea nuestro propio y único conglomerado de marcas.
¿Por qué es tan atractivo que alguien comparta en Internet información sobre un familiar o un amigo? Porque las relaciones revelan tu verdadero yo. Las relaciones sacan a la luz una versión más significativa y trascendente de ti, una que no queda archivada por la siguiente tendencia. A medida que tu relación con Jesús se convierte en el centro de tu vida, querrás compartir más de Su esperanza con los demás. Tendrás al mismo tiempo más libertad de otras personas y más valor para ellos.
Una meta y una motivación
Nada de esto significa que el objetivo de la fama en redes sociales o el deseo de influir en otros sea intrínsecamente malo. Pero para un cristiano, hacer una marca en las redes sociales debería ser diferente.
Gálatas 2:20 dice: «Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí». Esto significa que hay un cambio en la gravedad interna. Hay un cambio en el centro de tu ser.
Mientras vives tu vida, mientras hablas, mientras consumes productos, hay un objetivo claro y estable delante de ti, así como una motivación detrás de ti. Se trata de Cristo. Como cristiano, buscas desarrollar tus pensamientos y deseos para alinearte mejor con Jesús. También tienes un sentido interno de autoestima en Cristo que es infinitamente valioso, sin importar cuántos «me gusta» o retuits recibas.
JUSTIN N. POYTHRESS