Todos tuvimos que hacer cambios por lo que ocurrió en estos últimos años. Aunque muchas cosas están regresando a la normalidad, la salud mental sigue pagando el costo del trauma colectivo. Si tienes hijos adolescentes en casa, puede que todavía veas los efectos de los cambios que tuvo que aprender a navegar. ¿Cómo ayudar a tu hijo adolescente con ansiedad?
La adolescencia es una etapa crítica para el desarrollo humano. Las experiencias vividas en el contexto de las relaciones interpersonales moldean las preferencias, estilos de comunicación, formas de relacionarse, creencias y prioridades.
Los adolescentes viven un tiempo de muchos cambios internos, que al chocar con cambios fuertes en su entorno crean la tormenta perfecta. Sus mentes se llenaron de ansiedades, dudas y temores a causa del aislamiento: «¿Cuánto tiempo más estaremos así? ¿Será posible estudiar la carrera que deseo? ¿Cómo voy a hacer nuevos amigos?».
Un adolescente necesita estabilidad para un desarrollo ideal. Sin embargo, los padres no podemos garantizar un mundo sin crisis o imprevistos. Tampoco podremos impedir que nuestros adolescentes tengan que afrontar cambios en su educación, amistades o su estilo de vida. Pero la forma en que Dios quiere que respondamos ante la ansiedad de nuestros adolescentes no es con una varita mágica protectora, sino con relaciones seguras y prácticas bíblicas que contribuyen a la paz que solo Dios puede brindar.
Esto es un alivio considerando nuestra incapacidad de controlar todo, aunque también es una gran responsabilidad. Estos son cuatro aspectos a considerar en la búsqueda de estabilidad y sanidad cuando nuestros adolescentes sufren ansiedad.
1. Provee lugares seguros para escuchar
Hay adolescentes que hablan mucho y otros que tienen dificultad para expresarse, pero todos necesitan a alguien que los escuche. Necesitan un refugio seguro donde puedan ventilar sus preocupaciones y temores sin sentirse juzgados o menospreciados.
Intentarán hablar contigo sobre sus dificultades, pero rápidamente evaluarán si realmente estás escuchando y dándoles tu atención. Aunque tú sepas las respuestas a sus preguntas y puedas responder a sus dudas y temores con información y verdad, te animo a tomar una pausa.
Antes de contestar con una directriz, instrucción o anécdota, toma un momento para validar lo que están expresando y así demostrar que realmente estás escuchando lo que dicen. Esta es una práctica útil para todas las relaciones, pero especialmente con los adolescentes, porque se cierran muy rápido ante adultos que no saben escuchar.
Hay momentos para corregir y compartir sabiduría, pero también hay momentos para escuchar, contener o simplemente estar, sin tener que resolver o prescribir nada. La ansiedad no es algo que se resuelve con un consejo, sino que se minimiza ofreciendo seguridad. Cuando nos sentimos escuchados y vistos, es natural que nos sintamos seguros.
2. Rodea tu familia de adultos y otros adolescentes de confianza
Tu hijo/a adolescente necesita procesar sus emociones y platicar sobre lo que está viviendo, pero tal vez no lo haga contigo. Esto puede doler, pero no dejes que te frustre.
Tener personas de confianza dispuestas a hablar con tus hijos sobre cualquier tema no resta a la relación que tienes con ellos. Si sientes que la voz de otro adulto será una amenaza, deberías analizar tus propias expectativas y cuál es tu definición de amor y lealtad. Siempre debes velar por la seguridad de tus hijos, pero si ellos logran abrir su corazón con otra persona de tu confianza, dale gracias a Dios por eso.
Pablo identifica este sentimiento humano cuando escribe sobre otras personas que estaban compartiendo el evangelio; unos de forma sincera y otros por rivalidad (Fil 1:18). El apóstol concluye con sabiduría que está agradecido a Dios cuando el evangelio es proclamado, aunque no sea él quien lo haga.
De una manera similar, cuando te sientes amenazado porque alguien más tiene una relación de confianza con tu adolescente, recuerda cuál es la meta de la crianza: que tu hijo crezca en gracia, sabiduría y conocimiento del evangelio, a la imagen de Cristo. Si esto se está cumpliendo con el aporte de otros, ¡gloria a Dios!
En algunos casos, será necesario que tu adolescente hable con un consejero bíblico u otro profesional de la salud mental. Esto no es una derrota para ti como padre o madre. Puede ser la herramienta que Dios utilice para traer sanidad a tu familia.
3. Haz una auditoría de la dinámica familiar
Si tomas un día para observar y evaluar los diferentes aspectos de tu hogar, ¿lo calificarías como un lugar que agrega ansiedad o que la disminuye? Si están pasando mucho tiempo frente a las pantallas, no comparten tiempo de calidad juntos, no están comiendo muy saludable, se acuestan muy tarde y no hacen ejercicio, puede que esa dinámica familiar esté contribuyendo a la ansiedad.
La idea tampoco es quedar abrumados ante todo lo que se necesita mejorar. Comienza con pequeños cambios, como por ejemplo, proponer que todos tomen más agua esta semana, apagar el Internet durante ciertas horas y compartir más comidas juntos. Estos cambios pequeños forman rutinas saludables que ayudan a mejorar la salud mental.
4. Evalúa tu propia condición
Si tu hijo/a adolescente está experimentando ansiedad, mi último consejo es que te preguntes: «¿cómo estás tú?». La familia opera como un sistema en donde todos influyen en los demás.
Si estás experimentando mucho estrés o te sientes solo, es momento de que también tomes pasos para buscar la paz que Dios libremente ofrece. No es un camino fácil, pero busca estabilidad en tu vida personal con Dios y con tu comunidad para que puedas influir para bien.
Hay problemas en nuestras vidas que no se resuelven por medio de buenas intenciones o fuerza de voluntad, pero podemos hacer cambios pequeños para procurar vivir una vida que glorifica a Dios. Los adolescentes necesitan más de lo que TikTok o Instagram les puede dar. Ellos necesitan de padres presentes dispuestos a escuchar e invitar a otras personas a invertir en sus hijos.
Dios no nos da una varita mágica para borrar la ansiedad, pero nos unió en Cristo a otros hermanos para que juntos podamos ser familias que glorifican a nuestro Dios con todo el corazón, espíritu, cuerpo y mente.
DAVID MCCORMICK