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El corolario de la sabiduría para una vida buena - Proverbios 31:1

Estudio Biblico




Palabras del rey Lemuel,
oráculo que le enseñó su madre (Pr 31:1).

Entramos a la última sección del libro de Proverbios. Ahora nos encontramos con las palabras del rey Lemuel que le fueron enseñadas por su madre (v. 1). Ambos personajes son desconocidos, aunque algunos estudiosos vinculan a Lemuel con Salomón o cualquier otro rey justo en Israel. Sin embargo, estas son solo suposiciones. Lo cierto es que Lemuel significa «dedicado a Dios», por lo que se puede pensar en un rey ideal. La sabiduría es provista por el consejo de su madre, quien muestra en su enseñanza el deseo de que su hijo tenga una vida sabia y virtuosa.

La primera parte de las enseñanzas busca librar de peligros a Lemuel, advirtiéndole lo que debe evitar en su vida, para luego exhortarle a ser un rey que no vive para sí mismo, sino que actúa en favor de los más necesitados. La segunda parte es un poema acróstico de veintidós estrofas que empiezan con cada letra del alfabeto hebreo. Este poema celebra las características de una mujer de carácter y fortaleza.

Es significativo que la sabiduría se presenta en el capítulo conclusivo de Proverbios a través de una madre sabia y una mujer hacendosa: la primera demuestra su sabiduría con sus consejos directos, al grano, pertinentes y sin anestesia a su hijo gobernante; y la segunda demuestra su sabiduría con una vida fructífera, abnegada y ejemplar de la que no solo su familia, sino también muchos otros se benefician.

La madre de Lemuel establece su autoridad al reconocer a Lemuel como «hijo de mis entrañas» e «hijo de mis votos» (v. 2). Estas frases señalan que Lemuel le debe la vida y que su llegada no fue casual, sino producto de un pedido al Señor y asumiendo un compromiso responsable delante de Él. La autoridad y sabiduría de una madre se celebra en todo el libro de Proverbios y se advierte del peligro de pasarla por alto.

Esta madre sabia tiene razón al advertirle a Lemuel que él nunca podrá actuar con sabiduría mientras permita en su vida todo aquello que le haga perder el dominio propio y disipar su conducta, ya sea una mujer o cualquier otra actividad que «destruye a los reyes» (v. 3). Una vez más se nos reitera que la sabiduría verdadera busca fortalecer primero el carácter que permitirá trabajar con diligencia para gozar de una vida buena.

Esta madre quiere que su hijo viva de manera sabia y por eso no sorprende que su siguiente advertencia sea contra el abuso del licor. El peligro radica otra vez en abusar de algo que cause la pérdida del control y el discernimiento personal de la realidad, donde el riesgo práctico reside en que «beban y olviden lo que se ha decretado, y perviertan los derechos de todos los afligidos» (v. 5). Hay dos características fundamentales en la persona que el licor cultiva cuando es consumido en exceso. La primera es la incapacidad de recordar sus propios valores y principios, y la segunda es la perturbación del orden y el daño que se le causa a los que ya están sufriendo.

Son varias las advertencias contra la intoxicación por abuso de bebidas fuertes en Proverbios: «El vino es provocador, la bebida fuerte alborotadora, Y cualquiera que con ellos se embriaga no es sabio» (20:1). No solo se habla de la intoxicación, sino también del estilo de vida disipado que puede propiciar su ingesta abusiva: «El que ama el placer será pobre; el que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá» (21:17). Por eso las advertencias no solo se tratan del consumo personal, sino también de evitar las compañías que no tengan control sobre la bebida y sus apetitos: «No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de la carne. Porque el borracho y el glotón se empobrecerán, y la vagancia se vestirá de harapos» (23:20-21).

Finalmente, Proverbios tiene una de las amonestaciones más ilustrativas y llenas de sabiduría con respecto al exceso en el consumo de bebidas alcohólicas.

¿De quién son los ayes? ¿De quién son las tristezas?
¿De quién las luchas? ¿De quién las quejas?
¿De quién las heridas sin causa? ¿De quién los ojos enrojecidos?
De los que se demoran mucho con el vino,
De los que van en busca de vinos mezclados.
No mires al vino cuando rojea, Cuando resplandece en la copa;
Entra suavemente,
Pero al final muerde como serpiente, Y pica como víbora.
Tus ojos verán cosas extrañas,
Y tu corazón proferirá perversidades.
Y serás como el que se acuesta en medio del mar,
O como el que se acuesta en lo alto de un mástil.
Y dirás: «Me hirieron, pero no me dolió;
Me golpearon, pero no lo sentí.
Cuando despierte, Volveré a buscar más» (23:29-35).

La advertencia final de la madre del rey Lemuel me llena de un sentido profundo de responsabilidad personal. Hoy se entiende la sabiduría como una virtud para el beneficio individual propio. Sin embargo, la sabiduría enseñada en Proverbios tenía como objetivo la formación de líderes sabios que promuevan el bien común. Por lo tanto, aplicar la sabiduría para ser la voz de los necesitados es la mejor conclusión y el mejor consejo de esta madre para su hijo:

Abre tu boca por los mudos,
Por los derechos de todos los desdichados.
Abre tu boca, juzga con justicia,
Y defiende los derechos del afligido y del necesitado (v. 8-9, énfasis añadido).

El libro de Proverbios culmina con la personificación práctica de la sabiduría a través del ejemplo de una «Mujer hacendosa» (v. 10). No debemos perder de vista que la sabiduría fue personificada en los primeros capítulos como una dama instructora que clama desde las calles para que los «necios aprendan sabiduría» (8:5). Ahora veremos la prueba palpable y práctica de los frutos de la sabiduría, tal como ella misma lo había anunciado: «Reciban mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que oro escogido, porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ellas» (8:10-11).

¿Cómo luce, entonces, la sabiduría en la vida práctica? Es evidente que la sabiduría propuesta en Proverbios no es teórica ni meramente subjetiva. Su valor y utilidad se presentan de manera innegable a través una vida buena y fructífera que no es producto de un milagro o la casualidad, sino de un carácter sabio forjado en la búsqueda diligente y diaria de esta vida buena.

Es notable la diligencia y fortaleza de esta mujer en todas sus acciones porque ella busca, trabaja, trae, madruga y se trasnocha por el bien de los suyos (v. 13-15, 18). Pero no pensemos que solo se trata de trabajo manual o doméstico. Es evidente que se trata de un esfuerzo sofisticado, ya que esta mujer sabia conoce de negocios y procura ganancias: «Evalúa el campo y lo compra; con sus ganancias planta una viña» (v. 16). También es hábil con la tecnología: «Extiende sus manos a la rueca, y sus manos toman el huso» (v. 19). Ella no solo provee de buenos vestidos para sus hijos en invierno (v. 21-22); su habilidad también llega a convertir sus realizaciones en productos de exportación: «Hace telas de lino y las vende, y provee cinturones a los mercaderes» (v. 24).

Es increíble ver cómo esta mujer sabia y con un carácter forjado vive una vida tan buena y segura, que la Escritura llega a decir: «Fuerza y dignidad son su vestidura, y sonríe al futuro» (v. 25). Esta sonrisa al futuro no es un simple optimismo esperanzado. En cambio, es el resultado de un trabajo diligente, constante y sacrificado. «Ella vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad» (v. 27).

Esa es la clase de vida buena que la búsqueda y la aplicación de la sabiduría trae consigo. No es una vida egoísta o que simplemente se deleita en sus recursos materiales. Como ya vimos, la verdadera sabiduría no es solo para el beneficio individual, sino también para alcanzar el bien común. Por eso las manos de esta mujer se extienden para trabajar con mucho esfuerzo y así bendecir a su familia, pero también «extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado» (v. 20). Nunca habrá verdadera sabiduría bíblica sin misericordia y compasión hacia el prójimo.

Finalmente, como dijimos al principio de nuestras reflexiones, el libro de Proverbios empezó señalando un principio fundamental: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción» (1:7). El punto de partida de la sabiduría es un respeto reverente al dueño de toda la sabiduría y el conocimiento, nuestro Señor Jesucristo, Dios encarnado, de quien Pablo dijo que «Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1:24b).

A nosotros nos toca ponernos a cuenta con Dios, reconocer que la sabiduría divina no comienza haciendo un balance de nuestros recursos, habilidades e inteligencia, sino de nuestra incompetencia y separación de Dios. Desde allí podremos emprender el largo camino que nos llevará a dejar atrás nuestra necedad y sus fracasos para tornarnos a la sabiduría y empezar a ver los frutos de una vida buena.

Por eso estas reflexiones terminan con el elogio a la mujer que había puesto en práctica la sabiduría y ahora gozaba de los frutos de su propio esfuerzo y diligencia. 

Engañosa es la gracia y vana la belleza,
Pero la mujer que teme al Señor,
esa será alabada.
Denle el fruto de sus manos,
Y que sus obras la alaben
en las puertas de la ciudad (31:30-31).

¡Qué así sea también con cada uno de nosotros!



JOSÉ «PEPE» MENDOZA





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31:1 Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre.

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