Nuestro contexto nos forma
En una reciente caminata por el famoso Jardín de los Dioses de Colorado, mi paso rápido se vio detenido por un árbol. Lo vi al salir del bosque: un árbol solitario de hoja perenne que sobresalía en medio de la extensión de arenisca roja. En un lado del árbol estaban todas sus ramas, todas apuntando decididamente hacia el este. El lado oeste del árbol era estéril, con su tronco retorcido y anillado totalmente expuesto. Como un cuadro de Picasso, el árbol de hoja perenne no crecía recto, sino en una espiral incongruente, curvándose inesperadamente hacia un lado y otro. La exposición a los vientos diarios y constantes determinaba el crecimiento de este árbol.
La escena proclama una verdad obvia pero a menudo ignorada: los seres vivos son moldeados por su contexto.
Esta verdad se aplica también a ti y a mí. Nos moldean los vientos que soplan a nuestro alrededor. En la era del omnipresente teléfono inteligente, el viento que más nos moldea es el de Internet. Para ser más específicos, el viento son las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, TikTok, Snapchat, etc.
Estadísticas de las redes sociales
Más del 70% de los adultos estadounidenses utilizan las redes sociales todos los días. Los adolescentes consumen nueve horas al día de entretenimiento (sin incluir medios relacionados con la educación). Los preadolescentes consumen seis horas diarias.
Un estudio sobre el uso de las redes sociales del año pasado revela que los estadounidenses pasan una media de 58 minutos al día (o 325 horas al año) en Facebook. Instagram es la segunda aplicación más popular de las redes sociales, especialmente entre los usuarios de la generación Z, que pasan casi 53 minutos al día (o 297 horas al año) en ella. Snapchat también es la favorita de los usuarios más jóvenes, que pasan 50 minutos al día (277 horas al año) en la aplicación.
Las investigaciones médicas revelan que el hecho de desplazarnos en nuestros teléfonos libera dopamina en el cerebro, lo que puede afectar negativamente al control de los impulsos. Todo propietario de un smartphone conoce el ciclo de pulsar, revisar y desplazarse repetidamente.
El mundo en línea de las mujeres y las niñas
Como madre de cuatro niñas y maestra de mujeres en la iglesia durante las últimas dos décadas, me preocupa especialmente cómo las redes sociales están formando a las mujeres en mi esfera (aunque, por supuesto, también están discipulando a hombres y niños).
Estos cuadrados pequeños y siniestros de las redes sociales nos están discipulando. Moldean la forma en que tú, yo y nuestras hijas pensamos sobre nosotras mismas, nuestra identidad y nuestro valor. Al igual que el viento que da forma al árbol de hoja perenne, el consumo durante horas al día de las redes sociales que tenemos en nuestras manos está esculpiendo la forma en que vemos a los seres humanos, el significado y el valor de la vida, además de lo que finalmente importa. No tenemos que ser conscientes de ello para que nos afecte enormemente.
En American Girls: Social Media and the Secret Lives of Teenagers [Niñas americanas: las redes sociales y la vida secreta de las adolescentes], la autora y periodista Nancy Jo Sales dice:
El mundo en línea no es la pantalla de diversión inocente que tantos padres creen que es. Es un mundo hipersexualizado en el que la validación, la aceptación y la valía están inexorablemente relacionadas con el atractivo y el apetito sexual.
Una niña de trece años entrevistada por Sales dijo: «A nadie le interesa ser inteligente ahora. Si eres bonita, todo el mundo te quiere». La batalla por el bienestar de nuestras niñas es real. Entre las mujeres más seguidas en Instagram se encuentran Ariana Grande, Kim Kardashian, Beyoncé, Jennifer López, Nicki Minaj, Miley Cyrus y Katy Perry. Nuestras niñas pasan mucho tiempo empapándose de imágenes sexualizadas de mujeres que admiran y quieren imitar. No estoy sugiriendo que les permitamos seguir solo la cuenta de Instagram de la marca Land’s End con sus cuellos de tortuga y trajes de baño de cobertura total, pero debemos reconocer la verdad de que nueve horas al día de consumo de redes sociales están discipulando a nuestros adolescentes (probablemente también a ti y a mí).
Los reels no son reales, pero su impacto sí
Ahora que nuestro contexto social es principalmente en línea, somos libres de construirnos a nosotros mismos seleccionando las imágenes y los momentos que más nos gustan. Podemos crear una persona en línea que puede o no coincidir con quien somos en la vida real. En las redes sociales, tenemos infinitas opciones de filtros y funciones de edición de fotos. Podemos producir nuestra imagen digitalmente, promoviendo la apariencia de lo que somos por encima de lo que realmente somos.
Cómo somos en la vida real importa menos que cómo proyectamos esa imagen en Internet.
A medida que nos desplazamos sin pensar y consumimos inconscientemente los vídeos de otros —que no son reales, sino que están editados y con filtros —, inevitablemente somos moldeados por ellos. Es inevitable que tú, yo y nuestras amigas e hijas (además de todos nuestros compañeros masculinos también) seamos enseñados, discipulados y formados por las redes sociales que consumimos. El impacto no es neutral.
Los resultados de múltiples encuestas recientes revelan lo siguiente:
Los adolescentes que utilizan las redes sociales durante más de tres horas diarias tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud mental, como depresión, ansiedad, agresividad y comportamiento antisocial.
Hemos visto un aumento del 25% en los intentos de suicidio entre los adolescentes entre 2009 y 2017, el mismo periodo de tiempo durante el cual todas las aplicaciones de las redes sociales crecieron considerablemente.
El uso de las redes sociales está relacionado con la interrupción y el retraso del sueño, lo que repercute en el bienestar mental general, la depresión y la pérdida de memoria.
Aproximadamente la mitad de los adolescentes sufren acoso (bullying) en las redes sociales.
Un uso elevado de las redes sociales aumenta la sensación de soledad, mientras que reducir el tiempo en línea ayuda a las personas a sentirse menos solas.
Al ingerir imágenes en línea, nos alejamos de las relaciones y el acompañamiento en persona. Mientras nos desplazamos en nuestro aislamiento, experimentamos el FOMO[1] (miedo a perdernos lo que otros están experimentando), nos comparamos con las imágenes editadas de otros, contamos los «me gusta» y los «me encanta» preguntándonos si importamos tanto como el siguiente avatar.
El antídoto
Mientras escribo esto, estoy a punto de cumplir dos semanas de un reto, relacionado con las redes sociales, que asumí junto con una querida amiga que tiene veinte años. Hemos acordado visitar nuestras aplicaciones de redes sociales solo dos veces al día. También enviamos una captura de pantalla de nuestro tiempo de pantalla cada noche antes de acostarnos y nuestro objetivo es limitar todo el uso del teléfono a dos horas o menos (confieso que suelo superar este límite). Aunque mi amiga y yo tenemos casi una generación de diferencia, ambas estamos cosechando grandes recompensas al mantener este tipo de supervisión y rendición de cuentas de las redes sociales. Personalmente, he visto cómo mi adicción a hacer clic en los iconos de las redes sociales casi desaparece, estoy más presente con las personas de mi vida real y estoy menos ansiosa porque no estoy cargando con el peso del debate en línea más reciente. Ha sido bueno para mi alma.
Aunque el cambio de hábitos me ha ayudado, soy consciente de que me espera mucha más salud y plenitud si me dirijo a mi Creador y Salvador. Fuimos creados a imagen de Dios, pero en Internet no es Su imagen la que contemplamos. En Internet contemplamos las imágenes de muchos dioses menores: belleza exterior, capacidad, sexo, política, poder, materialismo… tantas imágenes fabricadas de la buena vida. Pero estos dioses menores no nos satisfacen. Buscamos en ellos sentido y propósito, pero se desmoronan bajo sus brillantes fachadas. Fuimos creados para prosperar portando la imagen de Dios, no la de ellos.
Para estar bien —para vivir conforme a la manera en que fuimos creados— no debemos adaptarnos a este mundo, sino transformarnos mediante la renovación de nuestra mente (Ro 12:2). Las redes sociales nos moldean de afuera hacia adentro. Pero pidamos al Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros, que nos moldee de adentro hacia afuera.
La promesa de Dios es que a medida que «contemplamos como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2 Co 3:18). Esto sucederá. Nos pareceremos cada vez más a nuestro Señor cuanto más lo contemplemos.
«La Palabra de Dios es viva y eficaz» (Heb 4:12) y «el Espíritu es el que da vida» (Jn 6:63). El Espíritu y Su Palabra pueden ser poderosas influencias de formación en nuestras vidas, mucho más poderosas y duraderas que los falsos dioses que se encuentran en las redes sociales. Pero debemos colocarnos voluntariamente bajo Su influencia.
¿Insistiremos en quedarnos solo en el vendaval de las redes sociales? ¿O invitaremos al Espíritu a soplar vida nueva en nosotros? Escojamos qué corriente de viento permitiremos diariamente que dé forma a nuestras ramas, a nuestro crecimiento y a nuestros frutos.
JEN OSHMAN