No puedes amar a alguien en quien no confías. No puedes confiar en quien no conoces. La mayoría de los problemas relacionales y personales se presentan cuando colocamos esa confianza, y por tanto nuestro amor, en las manos equivocadas. Ponemos nuestra confianza y amor en personas equivocadas.
Muchos que antes profesaban la fe y se han alejado lo han hecho porque, en el fondo, uno de los problemas es poner la confianza en una imagen distorsionada de Dios. No es una imagen formada por la Biblia, sino por experiencias. Por esto terminamos con una «relación» con un «Dios» que no es el Dios de la Biblia. Un Dios que hemos pintado o hecho a nuestra imagen. Un Dios que resolverá mis problemas, me dará lo que quiero y me hará una campeona. Esperamos ser personas que no tendrán que enfrentar cáncer, pruebas, enfermedades ni desilusiones. Pero este no es Dios, sino un ídolo con Su nombre. Es una caricatura de Dios y probablemente la forma más común de violar el segundo y tercer mandamiento (Éx 20:3-4).
Si quieres verdaderamente vivir, debes verdaderamente conocer a Dios, tal y como Él se ha revelado. Es el único conocimiento real, certero, preciso, pintado por Él mismo que necesitas para que tu mente, ideas, opiniones y afectos puedan estar en ritmo y responder al incomparable, eterno, majestuoso, soberano, santo, justo, verdadero, misericordioso y amoroso Dios.
¿Qué debo hacer entonces? ¿Por qué necesitamos aprender, examinar y estudiar para conocer a Dios (teología)? Quisiera responder con varias necesidades.
1) Necesitamos profundidad bíblica
Como mujeres, estamos acostumbradas a ser multitareas, a hacer de todo durante el día. Esto es muy bueno porque logramos mucho en muchas áreas distintas: trabajo, estudios, ejercicio, maternidad, matrimonio, amistades, familia en general, etc. Todos esos son roles que nosotras fungimos cada día.
Dentro de estos roles implementamos diversas áreas del conocimiento; sin embargo, no necesariamente tenemos profundidad en cada una de ellas. Y cada vez más es un asunto generacional. Nuestra generación es una que, con acceso a YouTube y a muchas formas de aprendizaje, aprende muchas cosas sin profundizar en ellas. Además, gran parte del conocimiento que recibimos lo recibimos de fuentes terciarias, o sea, estamos «reciclando» conocimiento. Conocemos lo que una persona aprendió de otra persona, que a su vez lo aprendió de otra persona… pero pocas veces vamos a la fuente original o a una fuente confiable. Esto también se ve mucho en nuestras vidas e iglesias.
No siempre profundizamos en nuestro conocimiento de Dios porque hemos escuchado a un maestro o pastor dar explicaciones sin nosotros bíblicamente evaluarlo. La única forma de evaluar si algo es verdad no es por opiniones ni por experiencias personales. La forma de saber si algo es verdad es comprobar si está alineado y fundamentado en la Palabra de Dios. Tal vez algunos de nosotros nunca nos hemos detenido a pensar en detalles acerca de los atributos de Dios, del carácter de Dios. Si nos preguntan cómo es Dios, no sabríamos describirlo en nuestras propias palabras. Por eso, se hace necesario que nosotras dediquemos un espacio para hablar, para hacer preguntas, para analizar algunos conceptos generales y que estos conceptos nos ayuden a hacernos preguntas a nosotras mismas.
Si has estudiado la Biblia y has leído todo el texto bíblico, ten cuidado: quizá estás en la misma posición del eunuco antes de su encuentro con Felipe (Hch 8:26-39). El eunuco leía el libro de Isaías y la pregunta de Felipe debe llevar a la reflexión hoy: «¿Entiendes lo que lees?». El eunuco estaba leyendo Isaías, pero no sabía de quién hablaba el texto, no entendía su significado. Felipe le explicó que el texto hablaba de Cristo. Entonces, y solo entonces, el eunuco creyó y fue bautizado inmediatamente. A partir de ahí, Dios se llevó a Felipe y el eunuco continuó con su camino.
Muchas de nosotras hemos vivido la vida cristiana y aun hemos leído la Biblia. Tendemos a buscar solo los textos que nos gustan o los que son fáciles de entender. Tratamos los textos que no son tan fáciles de entender como si no los necesitáramos. Pero la realidad es que necesitamos toda la Escritura para la vida, el caminar cristiano y el conocimiento de Dios que nos transforma a la imagen de Cristo (2 Ti 3:16-17). Esto me lleva a la segunda necesidad respecto a nuestra teología: la claridad bíblica.
2) Necesitamos claridad bíblica
Debemos entender claramente lo que leemos en la Palabra. Lo que entendemos mal, lo aplicaremos mal. Todo lo que necesitamos conocer acerca de Dios está en la Biblia. No todo lo que Él es está en la Biblia, porque nuestra mente es limitada. Dios es infinito y más grande que el cosmos. Pero le ha placido revelarse y que conozcamos de Él lo que considera necesario que sepamos. Por tanto, debería ser un deleite de toda cristiana invertir tiempo en pensar, meditar, estudiar a más profundidad al hermoso Autor, Diseñador y Sustentador de su vida.
Antes de hablar de claridad bíblica, necesitamos hablar de lectura bíblica. La realidad es que la mayor parte de los creyentes en la generación actual no han leído toda la Palabra. No se trata solo de personas que tienen poco tiempo en el evangelio. En una época, los cristianos eran conocidos como «el pueblo del Libro» (la Biblia). Ahora conozco creyentes de 30 años que han confesado (y gracias a Dios por su honestidad) que se han restringido a solo leer los libros que se les hace más fácil entender. Así hemos formado nuestro entendimiento acerca de la Trinidad, el Espíritu Santo o la salvación porque alguien más nos dijo en qué debíamos creer.
Para tener claridad bíblica, es importante que nosotras podamos partir de la lectura de todo el texto bíblico y entenderlo dentro del contexto histórico-cultural en que fue dado en cada uno de estos libros. Esto es sumamente importante. ¿Cuántas de nosotras aceptaríamos casarnos con alguien solo basadas en la referencia que otra persona nos dio acerca de él? ¿Cuántas hubieran sido tan valientes como para hacer un compromiso, un pacto de toda la vida, solo por las referencias? Incluso si la referencia fuera de una amistad de confianza, ¿cuántas de nosotras aceptaríamos casarnos, sin conocer de primera mano a nuestro futuro esposo? Suena ridículo, ¿cierto? Lamentablemente, esta es la forma en que muchas hemos aprendido nuestra doctrina. Hemos aceptado y abrazado verdades para nuestra vida, basadas en lo que otras personas nos han enseñado de textos bíblicos, sin realmente aproximarnos a toda la Palabra y a entender la Palabra.
Dios quiere —pues es Su voluntad— otorgarnos esa claridad. Una persona sin claridad no puede vivir una vida cristiana fructífera. Necesitamos estar seguras de lo que creemos de Dios y saber por qué creemos lo que creemos.
3) Necesitamos saber lo que realmente conocemos
Hay ciertas premisas que todos traemos a la mesa cuando hablamos de Dios. Ahora bien, ¿cómo dejamos a un lado nuestras ideas preconcebidas y dejamos que la Palabra nos informe lo que creemos de Dios? Estudiar doctrina es para todas, la enseñanza bíblica acerca de Dios y el conocimiento de Dios que transforma es para todas, no solo para personas especiales. Si estamos haciendo un compromiso con el Dios del universo de entrar en una relación de pacto por gracia, es porque Dios quiere ser conocido.
Es posible pasar tiempo con personas sin que realmente lleguemos a conocerlas. Creo que muchos cristianos hemos caído en ese pecado. Hemos pasado tiempo en la iglesia, escuchando prédicas y hasta leyendo acerca de Dios, pero como nunca hemos escudriñado la Palabra en profundidad por nosotras mismas, imitando el ejemplo de los de Berea (Hch 17:11), no hemos cuestionado y filtrado ese conocimiento con el filtro de la Palabra de Dios. Tal vez, no nos hemos detenido a pensar en aspectos generales pero imprescindibles del cristianismo de manera más profunda y clara. Algunas preguntas serían:
¿Cómo soy salvo?
¿Quién es el Espíritu Santo y cuál es el rol en mi vida?
¿Qué dice la Biblia que es un ser humano?
¿Cómo debo vivir a la luz de esto?
¿Qué implicaciones tienen las diferencias entre los hombres y las mujeres a la luz de la Biblia?
Esas son preguntas que a veces hemos contestado en la práctica, pero realmente no hemos escudriñado toda la Escritura para llegar a las respuestas. En el pasaje de Lucas, Jesús les explica a los discípulos lo que ha acontecido, y después les dice: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!» (Luc. 24:25, RVC). Jesús los confronta solo con Sus palabras en los Evangelios y muchas nos hemos limitado al conocimiento de Jesús solamente por lo dado en los Evangelios. Pero la Palabra de Dios nos dice que toda la Escritura es inspirada y toda es útil para ser mamá, esposa, profesional, para todo lo que Dios ha puesto delante de nosotras (2 Ti 3:16-17). ¡Necesitamos toda la Escritura!
JEANINE MARTÍNEZ