«Tú puedes» es una frase popular para animar a las mamás. Pero ¿qué hay detrás de esta frase?
Si se trata de la creencia de que naturalmente tengo lo que se necesita para mantener a mis hijos vivos, ayudarlos a florecer e incluso verlos llegar a Cristo sin volverme completamente loca en el proceso, entonces definitivamente no «puedo». Al menos no por mi cuenta.
Sin embargo, ¿cuántas veces hacemos nuestra labor de madres sosteniéndonos en nuestras propias fuerzas y resoluciones?
En otras palabras, ¿cuántas veces olvidamos que Jesús nos sirve mucho más allá de nuestra conversión inicial? En palabras de Dane Ortlund, «[Jesús] No nos perdona a través de Su obra en la cruz y luego espera que sigamos solos el resto del camino». No, Jesús está comprometido a cumplir Su meta celestial por nosotros, llevándonos en todo el camino a casa.
El Hijo de Dios se niega a abandonarnos a nuestras propias fuerzas y recursos. Si lo hiciera, no lo lograríamos. Hay demasiados obstáculos en el corazón que nos hacen tropezar y también existen maniobras malignas desde el exterior que nos hacen caer. Mamá, la posición más oportuna y bendita en la que puedes estar hoy, es en dependencia del Hijo de Dios, tu hermano mayor, mientras intercede por ti ante Su Padre y tu Padre.
Mamá, recibe estas palabras de ánimo: Jesús está orando por ti ahora mismo.
3 cosas que Jesús está orando
¿Qué es exactamente lo que está orando por ti? Veamos su oración en Juan 17 para encontrar al menos tres respuestas.
1. Protégelos del mal.
«No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno» (Jn 17:15).
Cuando Jesús dice «mundo», se refiere a nuestra realidad actual, un reino terrenal que sigue bajo la sombra de las tinieblas porque rechaza al Hijo de Dios (Jn 1:10) y ama lo que es malo (Jn 3:19). El mundo, el diablo y nuestra carne son una combinación lo suficientemente fuerte como para impedir que cualquiera alcance la gloria de la vida resucitada por sí mismo, pero Jesús es más fuerte.
Él vence a las tinieblas y vence al mundo (Jn 16:33). Destruye las obras del diablo (1 Jn 3:8). Libera a los pecadores esclavizados y da Su Espíritu para que tengamos poder contra la carne (Jn 8:36).
Por medio de Cristo tenemos la capacidad de decir no al pecado (Ro 6:14). Ahora pertenecemos a Jesús y le servimos. Eso hace toda la diferencia cuando nuestro hijo nos está volviendo locos, podemos sentir que nuestra sangre hierve y estamos al borde de perder la compostura. Jesús ora para que resistamos las tentaciones del maligno y vivamos de acuerdo con lo que somos en Cristo.
Cuando fallamos (Mt 26:41), «tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo» (1 Jn 2:1). Ante el Padre, Jesús aboga compasivamente con Su sangre que perdona y limpia cada uno de los pecados específicos de Su pueblo. Nada es demasiado vergonzoso o terrible para llevarlo ante el Padre cuando Cristo es nuestro abogado, pues Su sangre ha ganado nuestro perdón (1 Jn 1:7, 9). Abogar por ti es Su deleite.
2. Santifícalos.
«Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17).
Jesús también ora por nuestra santificación. Observa la conexión entre la Palabra de Dios y Su obra en nosotros: cuanto más nos empapemos de la Palabra de Cristo, más nos pareceremos a Él.
Debido a que Jesús ora por nosotros, somos capacitados para decir sí a lo que es correcto y mejor. Cuando le escuchamos y obedecemos, conocemos más Su gozo y Su paz (¡suena muy parecido a lo que enseñamos a nuestros hijos!). También creceremos en amar lo que Él ama mientras criamos a nuestros hijos, dando prioridad a Su Palabra, amando a nuestros pequeños prójimos y orando por ellos, ya que sabemos que Él nos escucha e intercede.
Jesús tiene Su corazón decidido a transformar el nuestro. Está tomando todo lo que ha sido quebrantado y estropeado por el pecado y, usando la herramienta de Su Palabra por medio de la obra de Su Espíritu, nos está remodelando y haciendo que seamos reflejos de Su belleza: «he sido glorificado en ellos» (Jn 17:10).
3. Para que conozcan mi amor.
«Yo les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y Yo en ellos» (Jn 17:26).
Jesús también está orando para que conozcamos Su amor. No solo que conozcamos algunas cosas sobre Su amor, sino que seamos tocados en nuestros corazones con una experiencia de Su profundo cuidado por nosotros, para que podamos «comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad» del amor de Cristo y ser «llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios» (Ef 3:18-19).
Aunque el amor de una madre es profundo, no tenemos todo lo necesario para satisfacer la mayor necesidad de nuestros hijos. Pero cuando el corazón de una madre humilde está lleno del amor de Jesús, rebosante hasta la saciedad, nuestros hijos pueden ver y experimentar el afecto duradero que Cristo tiene por nosotros y por ellos. «Nosotros amamos porque Él nos amó primero» (1 Jn 4:19).
Así que no, mamá: tú no «puedes». Pero como Jesús puede, entonces puedes respirar profundo. Puedes recibir Sus oraciones y, por Su gracia, puedes perseverar en la labor a la que te ha llamado, hasta el día en que te lleve a casa.
KRISTEN WETHERELL