Pablo nos permite notar en la carta a los colosenses que está preocupado por cierto misticismo que afectaba la vida de la iglesia. Había surgido un peligroso culto de los ángeles y supuestas visiones que se utilizaban para imponer mandamientos y duras prácticas ascéticas (Col 2:18).
Los cristianos debemos evitar el misticismo, al que el pastor Sugel Michelén define como:
La búsqueda de una experiencia religiosa más profunda, a través de una comunicación directa e inmediata con Dios, poniendo a un lado el intelecto y descansando más bien en la intuición y en la iluminación interior.
Aunque el misticismo aparenta ser muy piadoso, no nos permite aferrarnos a Cristo (v. 19). Tal vez estés de acuerdo con esto y digas: «yo nunca he buscado visiones, ni sueños proféticos». Pero el misticismo es más sutil que simplemente esa búsqueda de experiencias sobrenaturales.
Formas de «lectura mística»
Cuando pensamos en «experiencias místicas», es probable que nos vengan a la mente ciertas prácticas, experiencias o tal vez hasta ciertas iglesias. Nunca pensamos en nosotros, porque decimos que nos apegamos a la Biblia y eso pareciera librarnos del misticismo.
Pero si entendemos que la esencia del misticismo es reemplazar la revelación escrita y comprensible de Dios por experiencias subjetivas, entonces nadie está exento de caer en este error. Lo que quiero decir es que podemos tener una «actitud mística», incluso al leer la Biblia. ¿Cómo? De varias maneras.
Por ejemplo, muchos leen sus Biblias al azar, allí donde la abrimos en un momento cualquiera. De alguna forma, atribuyen cierta relación entre lo que Dios quiere decirles y el lugar donde se posó su mano. Como si sus dedos fueran guiados mágicamente por alguna fuerza superior. Esta es una práctica más común de lo que pensamos y muchos están convencidos de lo beneficioso de este método de lectura.
Otra manera similar consiste en leer solo aquellos versículos conocidos que vienen a la mente. El tiempo devocional consiste en saltar de texto en texto, con ayuda de la memoria, hasta encontrar algo que «suene bien» en ese momento. La mente y las emociones dirigen estas elecciones. Quienes practican esta forma de lectura vuelven a los mismos versículos al cabo de un tiempo.
También podemos tener una «actitud mística» al finalizar la lectura. Muchos evalúan su devocional en base a parámetros subjetivos: si les hizo sentir bien o si se sintieron «tocados». A fin de cuentas, buscan tener una experiencia emocional más que un conocimiento real y profundo de las Escrituras que los lleve a aplicar lo aprendido en sus vidas.
Si realizas algunas de estas prácticas, es posible que estés cayendo en algún tipo de misticismo. Aunque lees la Biblia, en realidad no dependes exactamente de ella para tu alimentación.
Hablo de esto por experiencia propia. En una ocasión, un amigo me hizo una de las preguntas que más me desafió. «¿Qué libro de la Biblia estás leyendo?», me dijo. Eso fue suficiente para humillarme. Hacía años que no leía un libro completo. Saltaba de pasaje en pasaje, leyendo versículos y porciones cortas populares de lo que me venía a la mente o me sonaba bien.
Tal vez no eran visiones, ni sueños proféticos, pero al fin y al cabo, dependía de mi experiencia subjetiva y no de la Palabra de Dios.
Consecuencias de una mala alimentación
El problema de estas formas de lectura es que fomentan la dependencia en las experiencias subjetivas más que en el contenido bíblico y la obediencia al mismo. Dejamos nuestra «alimentación espiritual» en manos de nuestro corazón engañoso y eso no nos permite aferrarnos a Cristo, la cabeza que nutre al cuerpo (Col 2:19).
Esta mala alimentación espiritual tiene al menos dos consecuencias graves: a corto plazo, produce cansancio espiritual; y a largo plazo, falta de crecimiento.
Tal vez notes que esa forma de leer la Biblia no te nutre realmente y percibes que las reservas de tu vida espiritual se acaban rápido frente a las exigencias familiares, laborales o ministeriales. Es como si tu vida estuviera estancada, sin avances, luchando con los mismos pecados y sin encontrar respuestas en la Biblia.
Si leemos la Biblia con una actitud mística no conseguiremos alimentarnos bien y terminaremos frustrados y cansados porque no veremos sus frutos en la vida real. Las experiencias subjetivas pueden hacernos sentir bien por un momento, como si estuvieras más cerca de Dios, pero nada más (Os 6:4).
Las consecuencias son más peligrosas a largo plazo. Piensa qué sucedería si una madre permitiera a su niño pre-escolar ser responsable de organizar su dieta semanal. Seguramente incluiría helado de desayuno y golosinas en el almuerzo. Esta mala alimentación afectaría su crecimiento y no le aportaría los nutrientes que realmente necesita. Sin duda, su salud se deteriorará tarde o temprano.
De la misma manera, la falta de crecimiento en nuestras vidas muchas veces se debe a una dieta bíblica desbalanceada, guiada por nuestro corazón de «niño caprichoso».
En la Biblia hay alimento suficiente para los hijos de Dios. Allí encontramos a Cristo revelado. Por eso es importante que abandonemos toda «actitud mística» al leer la Biblia y empecemos a cultivar prácticas sanas para nutrirnos de toda la Escritura.
No dependas de tu subjetividad mística
Lo primero que debes hacer para cambiar esa actitud de lectura equivocada es confesar tu falta de confianza en Dios. Cuando buscamos experiencias a través de la Biblia en vez de dedicarnos a comprender su mensaje y obedecerlo, estamos desconfiando de su suficiencia. Cuando elegimos cuáles versículos nos sirven y cuáles no, estamos desconfiando de su inspiración completa; es como decirle a Dios que no hizo bien Su trabajo.
Luego, asegúrate de que tu confianza en la Biblia se vea reflejada en tu devocional. Mi pastor suele decir: «nunca leas un solo versículo de la Biblia; lee al menos un párrafo». Debemos acercarnos a la Biblia con la intención de comprenderla de forma íntegra, como un mensaje completo. Un plan de lectura será de ayuda para este fin.
Además de la lectura, puedes agregar el estudio bíblico. El Evangelio de Marcos o la carta de Santiago pueden ser buenos puntos de partida, aunque no existen reglas al respecto. Pide consejo a alguien maduro en la fe sobre cómo empezar.
Sé perseverante con la lectura y ora para que Dios ilumine los ojos de tu corazón (Ef 1:18). Podemos confiar en que la Biblia es la palabra más segura que tenemos (2 P 1:19) y al obedecerla descubrirás que tus pies están realmente sobre la roca (Mt 7:24).
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