Lucas en su evangelio narra un encuentro del Jesús resucitado con dos de sus discípulos que iban desde Jerusalén a una pequeña aldea llamada Emaús (Lucas 24:13-15). Pienso que este pasaje es una increíble manera de ilustrar, a grandes rasgos, qué es y cómo funciona el trabajo del mentor, el acompañamiento espiritual. Hace años que descubrí que en esta experiencia de Jesús puedo encontrar los principios que rijan y orienten mi trabajo de acompañamiento espiritual a otros.
JESÚS TOMÓ LA INICIATIVA
“Jesús mismo se acercó y empezó a caminar con ellos”. Fue el Maestro quien tomó la iniciativa de acercarse a aquellos dos discípulos que estaban en tránsito hacia la aldea de Emaús. Él da el primer paso, les sale al encuentro y se une a ellos en el resto de la caminata.
Jesús se acercó a los discípulos en su realidad. La realidad de aquellas dos personas era de ofuscación; sus ideas estaban confundidas y ellos presos de un desánimo por las esperanzas puestas en Jesús que, aparentemente, se habían desvanecido con su repentina muerte. Era tal su situación que nos dice Lucas que fueron incapaces de reconocer al Maestro caminando junto con ellos.
Jesús les acompañó en su realidad. El Señor se encontró con la realidad que había, la aceptó y desde la misma les acompañó. Me encanta la expresión que usa Lucas “y empezó a caminar con ellos”. En las Escrituras caminar y camino son sinónimos de la vida y del proceso de vivir. Lo que el pasaje transmite es que Jesús nos alcanza allí donde estamos, sea cuál sea nuestra situación intelectual, emocional, espiritual o social y, desde la misma, nos acompaña, camina con nosotros. El Maestro no se desanima pensando el grado de madurez emocional y espiritual que aquellos discípulos deberían tener después de todo lo que habían vivido y experimentado con Él; antes, al contrario, acepta lo que hay y desde ese punto comienza con ellos.
Jesús hizo relevante la Palabra de Dios para sus vidas. Lucas dice: “Entonces les explicó todo lo que las Escrituras de-cían acerca de él, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas” (Lucas 24:27). Relacionar la Palabra con la vida de los discípulos, hacerla viva para ellos, establecer puentes entre lo que sienten y viven y lo que Dios nos dice por medio de las Escrituras. Esto es lo que hizo Jesús en el proceso de acompañamiento de sus discípulos.
Se produjo la transformación. Cuando se produjo el momento del partimiento del pan, Lucas indica que fue el momento en el que los ojos les fueron abiertos y pudieron reconocer a Jesús. Ellos mismos reconocieron cómo su corazón se reforzaba cuando el Maestro les explicó las Escrituras. Aquellos que iban por el camino ofuscados, abatidos, desanimados y desesperanzados, regresaron gozosos a Jerusalén para compartir las buenas noticias con el resto de los discípulos. De la historia de Emaús se desprenden los principios que nos pueden servir para estructurar nuestro trabajo de acompañar, como mentores, espiritualmente a los jóvenes. Esta historia nos habla de tomar la iniciativa, acercarnos a los jóvenes en su realidad, acompañarlos espiritualmente en la misma, hacer relevante la Palabra de Dios para sus vidas y esperar la transformación.
Mira esos principios con perspectiva. Te dan una clara estructura para organizar tu acompañamiento espiritual, para tu ejercicio como mentor.
Toma la iniciativa. No esperes que el joven te pida que seas su mentor. Ciertamente habrá ocasiones en que alguien tomará la iniciativa y se dirigirá a ti con esa petición clara y específica, sin embargo, lo habitual es que seas tú quien tome de forma intencional y proactiva la iniciativa de acercarte a la persona. En los evangelios vemos que es Jesús quien da el primer paso e invita a los discípulos a una relación espiritual especial con ellos. Es muy probable que en tu entorno haya más personas necesitadas de acompañamiento espiritual que las que puedas atender. Piensa que el proceso de ser el mentor de alguien, si se hace bien, implica tiempo y dedicación; por tanto, tendrás que escoger a quién o a quiénes acompañas espiritualmente en su proceso de ser como Jesús y llegar a convertirse en agentes de restauración y reconciliación.
Te animo a que el proceso de selección no lo hagas de forma arbitraria. Los evangelios nos muestran que antes de una decisión similar el Señor pasó toda la noche orando. De nuevo, el principio es orar antes de decidir, la forma y la intensidad la decides tú. Sin embargo, no tomes ese proceso de escoger a la ligera, busca en Dios discernimiento y dirección acerca de con quién deberías invertir tu tiempo. No lo hagas por amiguismo o preferencias; busca criterios espirituales del tipo: quién está más necesitado, quién tiene más potencial para reproducir posteriormente el proceso de acompañamiento espiritual en otros, a quién está poniendo el Señor en tu corazón, por quién tienes una carga especial. Todos estos son criterios válidos que pueden servirte para tomar la decisión de con quién vas a tomar esa iniciativa de acercarte.
Sé realista con respecto a la cantidad de personas a las que estás en condiciones de acompañar. Evalúa bien tus fuerzas y no permitas que el entusiasmo te lleve a empezar procesos de acompañamiento a los que posteriormente no puedas darle continuidad. Es preferible que comiences con una o dos personas, que lo hagas con persistencia y excelencia y, si te ves con capacidad, luego lo amplíes. Esto siempre es preferible a comenzar con muchos generando expectativas que no podrás satisfacer. Eso puede generar mucho desánimo y frustración en los jóvenes y causarles daño.
En términos prácticos hay dos maneras en que puedes tomar esa iniciativa. La primera, acercándote a una persona y siendo explícito acerca de tu deseo de acompañarlo espiritualmente. En este caso ambos, de mutuo acuerdo, entran en una relación donde ejercerás el papel de mentor y le acompañarás en ese proceso de formar a Jesús en su vida y ayudarlo a que pueda ser un agente de restauración y reconciliación.
La segunda es llevando a cabo ese mismo proceso, pero sin establecer una relación formal entre ambos. Me explicaré: estarás ejerciendo de mentor de la persona y la acompañarás sin que necesariamente ella tenga conciencia de estar formando parte de un proceso. Todo puede parecer desde fuera casual y relajado, sin embargo, desde tu lado hay una clara intencionalidad y proactividad.
¿Cuándo optar por una u otra opción? Como pastor te diría que depende del grado de confianza que tengas con la persona. Con algunos podrás ser directo y gratamente aceptarán un proceso de acompañamiento. Con otros deberás ser más sutil y acompañarlos de un modo más informal, menos estructurado. Deja que el Espíritu te guíe a discernir qué es lo mejor para cada persona ya que cada uno es único, singular y diferente.
Félix Ortiz