En Génesis 12, Dios le dijo a Abraham: "Aquí está mi invitación a una tierra que te mostraré, y haré una gran nación a través de ti y engrandeceré tu nombre. Pero tienes que dejar tu familia y tu hogar cómodo y no saber donde te llevo". Antes de que Abraham pudiera recibir la promesa, tuvo que decirle sí a Dios, incluso cuando no sabía cómo sería. Alguna vez te has sentido así? ¿Ha pensado alguna vez: "No sé cómo va a funcionar esto. Puedo quedarme donde estoy o puedo decirle que sí a Dios y seguir adelante". Eso es lo que tuvo que hacer Abraham, y nosotros también.
Abraham dijo que sí a la asombrosa promesa de Dios, pero pasaron los años y no nació ningún hijo para hacer una gran nación. En Génesis 15, le recordó a Dios que él y Sara no tenían hijos y eran demasiado mayores para tener un bebé. Pero también siguió diciendo que sí a la promesa. Saldría de su tienda en la noche y miraría las estrellas y le diría a Dios: "Puedo mirarme a mí mismo y a Sara, o puedo mirarte a ti. Puedo considerar de lo que somos capaces en lo natural, o puedo reconocer que Tú puedes hacer lo que dijiste. Dios, yo creo Tu promesa”. A pesar de las imposibilidades, Abraham mostró una gran fe con un gran sí y finalmente recibió la promesa. La demora de Dios no es Su negación.
La Escritura dice que cuando Abraham dijo ese simple sí a Dios, "le fue contado por justicia" (Génesis 15:6). Eso significa que Abraham fue creado para estar en una posición correcta ante Dios. Podía venir libremente a Dios y participar de lo que Dios tenía para él. Esa justicia le dio acceso a la gracia de Dios, que mantuvo a Abraham en el buen camino y fuerte. Todo lo que Abraham podía hacer era decir sí a Dios, y en su cuenta estaba la gracia para cumplir las promesas de Dios. Abraham no podría haber hecho realidad las promesas de Dios con su propia fuerza y fuerza de voluntad.
¿Cómo vamos a mantener fuerte nuestro sí a las promesas de Dios? Simplemente viniendo a Dios incluso cuando no lo entendemos, cuando no sabemos cómo es. Tenemos que creer que hay gracia en nuestra cuenta para hacer realidad las promesas de Dios. Cada vez que vamos a esa cuenta y decimos: "¡Sí, Dios!" hay gracia en nuestra cuenta para sacar. Hay provisión. Eso es lo que hará que te conviertas en todo lo que Dios te ha llamado a ser, porque estás diciendo: "Dios, creo en Tu promesa. Mi respuesta es: 'Sí, que así sea'".