Escuchamos mucho acerca de bendecir a los demás: ser bueno con los amigos, felicitar a un miembro de la familia, ayudar a un vecino. Todo eso está bien, pero también es importante bendecirte a ti mismo. Eso puede sonar extraño y egocéntrico, pero la Escritura dice: "El que invoca una bendición sobre sí mismo, lo hará diciendo: 'Que el Dios de la verdad me bendiga'" (Isaías 65:16). La forma en que te bendices es diciendo lo que Dios dice de ti. "Soy fuerte. Tengo talento. Soy perdonado. Estoy sano. Soy valioso. Soy una obra maestra". Esas no son solo afirmaciones positivas; acabas de invocar una bendición sobre ti mismo. Cuando hablas, le das vida a lo que estás diciendo. Cuando dices: "Soy bendito", las bendiciones vienen a buscarte. Cuando dices: "Soy próspero",
La Escritura dice: "La muerte y la vida están en poder de la lengua, y los que la aman y la complacen comerán de su fruto y sufrirán las consecuencias de sus palabras" (Proverbios 18:21). Lo que sea que estés diciendo ahora, ese fruto está creciendo. Es significativo que Dios use el fruto como ejemplo, porque el fruto no se desarrolla de la noche a la mañana; Toma tiempo. Esto está mostrando que tienes que seguir hablándolo, seguir bendiciéndote a ti mismo. Esa libertad o salud o talento o confianza que estás declarando, está creciendo. No te dejes llevar por lo que no cambia. Están pasando cosas que no puedes ver. Llegarás a un punto en el que verás lo que has estado diciendo. Vas a comer el fruto de tus palabras.
Es por eso que todos los días necesitas dedicar tiempo a bendecirte a ti mismo. Es bueno cuando otros te animan, pero sus palabras no tienen la autoridad de tus palabras. Lo que dices de ti mismo, le estás dando derecho a que suceda. ¿Qué pasaría si tomaras un par de minutos cada mañana antes de salir de casa para decir lo que Dios dice de ti? Haga esta declaración de fe: "Soy bendecido, soy próspero, soy redimido, perdonado, talentoso, creativo, disciplinado, enfocado, confiado, seguro, preparado, calificado, motivado, valioso, libre, determinado, equipado, empoderado, ungido , aceptado y aprobado. No promedio, no mediocre, soy un hijo del Dios Altísimo".
La vida intenta empujarnos hacia abajo, decirnos lo que no somos, lo que no podemos hacer, cómo hemos fallado. Si dejas que esas mentiras jueguen, te alejarán de tu propósito. Pero si haces esta declaración varias veces al día, mes tras mes, se arraigará en tu espíritu y te ayudará a convertirte en quien Dios te creó para ser. Cuando dices constantemente lo que Dios dice acerca de ti, derribará las fortalezas que te impiden avanzar. Echarás los hombros hacia atrás, mantendrás la cabeza en alto e irás a lugares que nunca has soñado.