Hace diez años, Becket Cook era un hombre gay en Hollywood que había alcanzado un gran éxito como diseñador en la industria de la moda. Trabajó con estrellas y supermodelos, desde Natalie Portman hasta Claudia Schiffer, viajando por todo el mundo para diseñar sesiones fotográficas para publicaciones como Vogue y Harper’s Bazaar. Asistió a galas de premios y fiestas en las casas de Paris Hilton y Prince. Pasaba los veranos nadando en la piscina de Drew Barrymore.
Una década después, Cook ha dejado esa vida atrás y no la echa de menos.
¿Qué cambió en la vida de Cook? Conoció a Jesús. En un día memorable de septiembre del año 2009, mientras tomaba un café con un amigo en Intelligentsia, en el barrio Silver Lake de Los Ángeles, Cook comenzó a conversar con un grupo de jóvenes sentados en una mesa cercana, con Biblias físicas abiertas frente a ellos (recuerda, era 2009). Pertenecían a una iglesia llamada Reality L.A. (donde Jeremy Treat, miembro del Consejo de TGC, sirve ahora como pastor principal), e invitaron a Cook a visitar la iglesia.
Cook aceptó la invitación y el siguiente domingo visitó Reality L.A., donde escuchó el evangelio y entregó su vida a Jesús. Nunca miró atrás y cambió su identidad gay por una nueva identidad en Cristo. En los años siguientes, Cook completó una licenciatura en la Escuela de Teología Talbot y escribió un libro sobre su conversión: A Change of Affection: A Gay Man’s Incredible Story of Redemption. [Un cambio de afecto: La increíble historia de redención de un hombre gay].
Hace poco me reuní con Cook en Intelligentsia, el lugar donde su encuentro con cristianos que toman café y estudian la Biblia puso en marcha su conversión. Esta es una transcripción editada de nuestra conversación.
Llévame de vuelta a ese día, en esta misma cafetería, hace 10 años. ¿Qué estaba ocurriendo en tu vida que hizo que el terreno, por así decirlo, estuviera listo para recibir la semilla del evangelio?
Fue un momento en París seis meses antes. Estaba en una fiesta de moda y me sentía vacío: Había hecho todo lo que se puede hacer en Hollywood, había conocido a todo el mundo, había viajado a todas partes. Sin embargo, el vacío me invadió en esa fiesta. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida, en los que me pregunté si eso era todo lo que había. Ya había estado luchando con preguntas sobre el sentido de la vida, buscándolo de todas las maneras posibles. Pero sabía que Dios no era una opción porque yo era gay. Esa posibilidad estaba descartada. No tenía confusión alguna respecto a lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad. Sabía que era clara. Pero seguía buscando un propósito.
Así que cuando llegué a esta cafetería seis meses después y vi a ese grupo de jóvenes con sus Biblias abiertas, empecé a hacerles preguntas. Me explicaron el evangelio, lo que creían. Les pregunté qué creía su iglesia sobre la homosexualidad y me explicaron que creían que era pecado. Aprecié su honestidad y que no se anduvieran con rodeos. Pero la razón por la que pude aceptar su respuesta fue porque tuve ese momento en París. Cinco años antes habría dicho: «Están locos. Están en la Edad Media». Pero en lugar de eso, me dije: «Quizás yo esté equivocado. Tal vez esto realmente es pecado». Así que estaba abierto a ello en ese momento. Luego me invitaron a la iglesia.
Cuando fuiste a la iglesia aquel primer domingo en Reality, te convertiste en cristiano. ¿Qué pasó?
Tim Chaddick predicó el sermón ese día, y todo lo que dijo prácticamente revolucionó lo que yo sabía sobre religión. Crecí en escuelas católicas, y honestamente pensaba que la religión se limitaba a ser una buena persona, a hacer cosas buenas. Creo que los sacerdotes de mi escuela secundaria no explicaron ni una sola vez lo que era el evangelio. Ni una sola vez. Así que cuando Tim estaba predicando todas estas cosas que eran exactamente lo contrario de lo que yo pensaba que era la religión, yo estaba como «Wow». Todo eso realmente resonó y me impulsó a pasar al frente, al final del servicio para recibir oración. Fue impactante e inesperado para mí, un momento del tipo «Camino a Damasco». Fue tan poderoso, tan envolvente. Me sentí comprometido por completo.
¿Cómo fue el discipulado para ti después de ser salvado?
Tim y yo nos reuníamos a tomar un café cada semana y aunque yo no sabía por qué, él me estaba discipulado. Eso fue vital. Había muchos otros en la iglesia que me rodeaban y apoyaban, recomendando libros, sermones y orando por mí. Recibía continuamente mensajes de texto del tipo «estoy orando por ti». Me uní inmediatamente a un grupo pequeño. Escuché todos los sermones de Tim Keller, así como los de John Stott y Dick Lucas. Fue un proceso en el que las personas me discipularon en mi iglesia y Dios me discipuló a través de estas otras voces. Durante ese tiempo, justo después de ser salvado, tuve un período sin trabajo de tres meses, lo cual era inusual. Así que tuve todo ese tiempo para dedicarlo a Dios, para orar y leer la Biblia. No podía dejar de leer la Biblia. Cada vez que escuchaba un sermón o leía la Biblia, acababa llorando: «¡Dios mío, esto es verdad! No puedo creer que conozca a Dios y que conozca por fin el sentido de la vida».
Hoy en día se habla de si es posible ser un «cristiano gay». ¿Existe una manera de conciliar el seguir a Jesús con tener una identidad gay?
Son irreconciliables. Me resulta extraño ver esos intentos. Tuve una ruptura total con eso y verlo como algo necesario fue completamente producto de la gracia de Dios sobre mí. ¿Te llamarías a ti mismo un cristiano codicioso? ¿Te llamarías a ti mismo un cristiano publicano? Parece extraño identificarse con el pecado. Es un círculo cuadrado. Definirte como «cristiano gay», aunque seas célibe y no tengas una relación homosexual activa, es tremendamente engañoso. Es casi como si te estuvieras revolviendo en tu viejo pecado, aferrándote a tu viejo yo de una manera extraña. No es útil tener ese título sobre ti y continuamente identificarte como tal. ¿Por qué te identificarías con tu viejo yo que ha sido crucificado con Cristo? Por eso huyo de ese término todo lo que puedo. No es lo que soy en absoluto. Si la gente me pregunta cómo me identifico, simplemente digo: «No me identifico por mi sexualidad. Soy un seguidor de Cristo que tiene muchas luchas, incluida la atracción por personas del mismo sexo».
El movimiento LGBT ha ganado mucho terreno al enmarcar la homosexualidad como una identidad inmutable a nivel de la persona. ¿Qué piensas de la visión que tiene la cultura occidental de lo «gay» hoy en día?
En los últimos veinte años, más o menos, ha habido un gran impulso por volverlo sagrado. Ha pasado de ser un pecado a un sacramento. El libro Making Gay Okay [Haciendo que lo gay esté bien] hace un buen trabajo al mostrar cómo sucedió. Los medios de comunicación, las películas, la televisión… todo ha ido empujando hacia esta inmutabilidad. Cuando llegué a la mayoría de edad como niño gay, esto no era como ahora. Todavía era un tabú. Había desfiles del orgullo gay, pero no eran en Macy’s. Todas las tiendas del mundo no tenían un arco iris. Pero ahora está en todas partes, es tan dominante, y decir cualquier cosa en contra de la narrativa es visto como una locura, incluso como algo abiertamente dañino.
Todo está invertido y al revés. La idea del arco iris, por ejemplo, me resulta tan extraña ahora: utilizar este símbolo bíblico como icono del movimiento LGBT. Sentía vergüenza cuando era gay. Sabía instintivamente que estaba mal. Pero aunque sentía vergüenza, con los años se endurece el corazón. Creo que la fuerza que impulsa estas decisiones, como la bandera del arco iris y los desfiles del orgullo —incluso la palabra orgullo— es convencerte de que no hay nada malo en ello, nada de qué avergonzarse. Tienes que decírtelo constantemente y dejar que la cultura te lo diga. Esto es porque la vergüenza está ligada a ello, por lo que hacer gran énfasis en que es «correcto» ayudar a la gente a abrazar más su «identidad».
¿Qué se siente ver las historias de «deconversión» de los cristianos que crecen en la fe, pero luego la abandonan por el tema LGBT? En tu libro lo comparas con Esaú vendiendo su primogenitura por un plato de lentejas.
Veo que esto sucede todo el tiempo, especialmente en jóvenes que crecieron en familias cristianas y fueron a universidades cristianas. Puedes verlo venir desde lejos. Es tan común, y la cultura es tan poderosa. Siempre digo: «Mira, si vas a estar en las redes sociales o en Netflix durante una hora, necesitas leer la Biblia durante una hora porque te acaban de mentir y ahora necesitas la verdad». Es verdad, es muy triste. Tu vida es solo un vapor. Estás aquí por dos segundos. ¿Cómo quieres que sea tu vida al final, cuando estés en tu lecho de muerte? ¿Quieres que sea: «Oh, conseguí satisfacer todos esos impulsos y conseguí las cosas que quería»? ¿O quieres que te digan: «Bien hecho, siervo bueno y fiel. Has gastado tu vida en una misión para el reino de Dios»? A menudo pienso en Pablo, quien era soltero y no se quejaba por eso. Se preocupó por plantar iglesias y propagar el evangelio. Naufragó, fue golpeado, encarcelado, pero no le importó: solo quería que el evangelio se difundiera.
Sobre las personas que se rinden, lo primero que hago es orar por ellas, sobre todo por las que conozco. Es muy triste para mí porque literalmente estás renunciando a tu primogenitura por una sola comida. ¿Entiendes lo que estás haciendo?
Parece que para muchos cristianos que pasan de tener una visión bíblica tradicional sobre la sexualidad a «afirmar» el colectivo LGBT, lo que les lleva al límite es que alguien cercano a ellos —un padre, un hermano, un amigo cercano— salga del clóset. ¿Cómo debe responder un cristiano cuando alguien cercano sale del clóset?
He visto que esto ha sucedido a varios de mis amigos y entiendo la motivación detrás del fenómeno. Pero la Palabra de Dios no cambia en función de nuestros sentimientos. En cuanto a cómo responder a las personas cercanas que salen del clóset como gays o lesbianas, es importante amarlas incondicionalmente sin comprometer tus convicciones. Como cristianos, estamos en exilio. Así como Sadrac y sus amigos se negaron a inclinarse ante la estatua de oro en Babilonia (Dn 3), a pesar de que las consecuencias eran potencialmente nefastas, tenemos que resistir la tentación de inclinarnos ante la cultura imperante, sin importar el costo. No digo que esto sea fácil. Algunos de los que salen del clóset se sentirán muy ofendidos cuando te mantengas en tu posición bíblica tradicional. El tema está ahora tan profundamente ligado a la identidad que puede parecer que los estás rechazando a ellos. Yo ciertamente me sentía así cada vez que recordaba que mi familia, aunque me amaba, creía que el comportamiento homosexual era pecado. Aunque no era su intención, me sentía alejado por ellos. Así que creo que la clave es amar a tu amigo incondicionalmente, pase lo que pase, y orar por él. Eso es lo que hizo mi cuñada conmigo. Ella era una cristiana evangélica y sabía que yo conocía sus creencias sobre la sexualidad (ella mantenía el punto de vista ortodoxo). Pero nunca sentí un ápice de juicio por parte de ella a lo largo de los años. Simplemente me amó y oró por mí… durante veinte largos años. Y funcionó.
Una nueva resolución legislativa en California (ACR 99) es el último intento progresista en nuestro estado para hacer cumplir la afirmación universal de la sexualidad LGBTQ y condenar cualquier sugerencia de que es algo que uno debería querer cambiar sobre sí mismo. Libros como el tuyo podrían ser prohibidos algún día, ya que dicen que la homosexualidad es pecaminosa y debe dejarse atrás para seguir a Cristo. Tu libro insinúa la noción de cambio desde su título. ¿Cómo se ve el cambio para la persona gay que se convierte al cristianismo?
Cuando somos regenerados, nuestros afectos cambian. No solo en el ámbito de la sexualidad, sino también en todo lo demás: nuestra actitud hacia el dinero, el éxito, las relaciones. En cuanto a las llamadas terapias de conversión, no creo que sea algo que debamos forzar. Todavía lucho con la atracción hacia el mismo sexo (aunque ha disminuido mucho y ya no domina mis pensamientos como lo hacía antes de que Dios me salvara). Pero Él puede hacer cualquier cosa. Él creó el universo, así que puede reorientar nuestras atracciones. A veces oro para que Dios sane el quebrantamiento sexual que hay en mí, especialmente teniendo en cuenta que el papá de un amigo abusó de mí cuando era niño (lo cual creo que tuvo un efecto mayor en mi desarrollo sexual de lo que solía admitir). Quién sabe, Dios puede cambiar mis deseos algún día. Ya lo veremos. Pero por ahora, estoy feliz de ser soltero y célibe por el resto de mi vida. Estoy feliz de negarme a mí mismo y tomar mi cruz y seguir a Jesús.
¿Cuáles han sido los mayores costos para ti al decidir seguir a Jesús? ¿Cuál ha sido la mayor ganancia?
Dios tuvo mucha gracia conmigo el día en que me salvó. Dejar la vida gay no fue tan difícil; en realidad fue bastante fácil. Acababa de conocer a Jesús y la relación con Él era tan abrumadora y maravillosa que lo consumía todo. Curiosamente, me sentí aliviado de no tener que salir en citas. Cuando estás en esa vida, te presionan constantemente para que salgas con alguien. Mis amigos siempre trataban de conseguirme alguna pareja. Si no tienes una relación, la gente piensa que te pasa algo malo. Así que me sentí muy aliviado de no hacer más eso. Como digo en el libro, todos mis exnovios me engañaron, lo cual es común; es como de rigor en ese mundo. Pero en mi relación con Cristo me sentía tan seguro. No tenía que actuar. Todo era quid pro quo en esas relaciones. Todos eran artistas. Uno estaba en una banda que tenía mucho éxito. Uno era un escritor importante en Nueva York. Siempre fue esta cosa donde, si no estás logrando lo suficiente o en este cierto nivel, entonces puedes estar fuera. ¡También tenías que estar en forma todo el tiempo! No podías estar fuera de forma ni dos segundos; si no, te echaban del club o tenías que mudarte a Palm Springs.
Fue un alivio tan grande estar en esta relación con Cristo. No me pareció costoso, porque estaba tan lleno de gozo. Pero sí me costó algunos amigos, algunas relaciones realmente profundas y de toda la vida. Muchos de mis amigos me apoyaron un poco, pero algunos de mis mejores amigos no lo hicieron. Eso fue doloroso, pero en ese momento estaba tan eufórico que no me importó. Una vez que el libro salió a la luz, algunas de las amistades que estaban presentes y relativamente vivas se desvanecieron para siempre. Me separé de varias personas, algunos de los amigos más cercanos de mi vida.
La ganancia es como dijo Pablo: «estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús» (Fil 3:8). Malcolm Muggeridge tiene esa famosa cita sobre cómo toda la fama, el dinero y el éxito del mundo no es nada, menos que nada, comparado con conocer a Cristo. La ganancia es esta relación con Dios a través de Cristo. La vida eterna. Es este gozo impenetrable no solo por conocer a Cristo, sino por saber el significado de la vida: de dónde vengo, qué hago, a dónde voy. Me da una paz muy grande.