Estamos viviendo una de las transiciones más significativas en la historia de la iglesia. Por primera vez en la historia, hay cristianos viviendo en toda nación geopolítica del mundo. También, por primera vez desde la Reforma Protestante, la mayoría de los evangélicos residen en el Sur Global: América Latina, África y Asia.
Poniéndolo en perspectiva, la población cristiana en el Sur Global incrementó de 8% en 1900 a un estimado de 77% al día de hoy.[1] El mundo cristiano predominantemente blanco de habla inglesa ya no es la norma. Ante nuestros ojos, vemos a Dios recogiendo a Sus redimidos de entre la tierra, de toda raza y tribu (Zac 10:8).
De campo misionero a fuerza misionera
Mientras la iglesia global es cada vez más diversa, así también sucede con el perfil del típico misionero. Por ejemplo, la iglesia global del sur envió al 47% del total de misioneros transculturales en el 2021 (15% fueron enviados desde iglesias latinoamericanas).[2]
Las estadísticas pueden ayudar a sustentar un punto o simplificarlo en exceso pero, incluso luego de una evaluación detallada, una cosa es cierta: regiones que una vez fueron campos misioneros, tales como el Caribe, América Central y América del Sur, están convirtiéndose hoy en epicentros de movilización misionera.
El evangelio no será retenido por geografía, idioma, raza o estatus económico. Una nueva fuerza misionera está siendo levantada. Ha llegado el futuro de las misiones cristianas.
Por la gracia de Dios, tenemos la oportunidad única de participar en las misiones durante este momento sin precedente de avance evangelístico. Dicho esto, la oportunidad trae consigo responsabilidad. Por esta razón, ofrezco cinco consideraciones para ayudarnos a procesar bíblicamente lo que está sucediendo durante esta nueva era de las misiones cristianas.
1) Jesús está construyendo Su iglesia
Considerar la enorme tarea de la Gran Comisión puede ser abrumador. Pero relájate. El éxito de las misiones no depende de tu sabiduría, poder o habilidad. La Gran Comisión será exitosa porque Jesús cumplirá Su promesa: «Yo edificaré mi iglesia» (Mt 16:18).
En la eternidad pasada, Dios determinó dar a conocer Su sabiduría inmensa a través de la iglesia (Ef 3:10). Hoy Jesús está activamente creando una nueva humanidad, la iglesia, que habitará con gozo en Su presencia por la eternidad (Col. 1:18). Hay algo que tal vez es aún más asombroso: Él nos otorga el privilegio de ser instrumentos de Sus propósitos redentores en el mundo.
2) Las iglesias sanas envían a sus mejores líderes
Imagina si cuando el Espíritu Santo apartó a Bernabé y a Saulo para la obra misionera que tenía para ellos, la iglesia en Antioquía hubiese respondido diciendo: «¡No, no! ¡Son nuestros mejores líderes y más fieles dadores! Mejor envía a Fulano».
Las iglesias suelen enviar misioneros al campo con la mentalidad de que alguien es mejor que nadie, pero no hay precedente para esta actitud en las Escrituras. Es más, Dios nos llama a enviar a nuestros mejores líderes (Fil 2:19-20; 2 Co 9:3-5). Como norma, quienes no son aptos para liderar en nuestra iglesia local, no son aptos para el servicio misionero.
Entiendo que muchas veces tememos que nuestras congregaciones locales se debiliten si enviamos como misioneros a líderes de calidad. Sin embargo, las consecuencias de enviar misioneros no calificados son bastante serias.
Puede parecer contradictorio, pero enviar a nuestros miembros más maduros espiritualmente a la misión demuestra qué tan saludable está nuestra iglesia. Además, protege la proclamación del evangelio por parte del misionero y la salud de las iglesias fundadas en el campo misionero.
Por supuesto, Dios no llama a todos nuestros mejores miembros a ir, pero sí a algunos. Cuando lo haga, no temamos. No los estamos perdiendo, los estamos impulsando.
3) La urgencia no justifica la superficialidad teológica
En mi experiencia, demasiados misioneros sacrifican la profundidad teológica en nombre de la urgencia. Como resultado, hay una crisis teológica en las misiones modernas. No niego lo urgente de las tareas misioneras, pero muchos misioneros son pragmáticos en exceso al momento de optimizar la eficiencia, lo cual es inaceptable cuando esto conlleva ser negligentes en la profundidad teológica y la fidelidad bíblica.
La respuesta a esta carencia es el reconocimiento de la relación intrínseca e inseparable entre la teología y las misiones. El campo misionero es el contexto en el que la teología es aplicada y probada. A los misioneros se les encomienda enseñar a los discípulos a conocer y obedecer todo el consejo de Dios (Mt 28:19-20). Sin embargo, no pueden alimentar a aquellos hambrientos teológicamente y bíblicamente si primero no se deleitan en las riquezas de las Escrituras.
Asegurémonos de que aquellos que enviemos a las naciones hayan bebido profundamente de la fuente de la gloria revelada de Dios en las Escrituras. Apreciemos la urgencia, pero descansemos en la soberanía de Dios. Solo la fidelidad produce frutos.
4) Latinoamérica tiene ventajas únicas
La cultura latinoamericana no es monolítica y no soy una autoridad con respecto a la diversidad de la región. Sin embargo, debemos reconocer que Dios bendijo en Su soberanía a la iglesia latinoamericana con características únicas para llevar a cabo Sus propósitos redentores entre las naciones de manera más efectiva.
Por diseño providencial, los cristianos latinos por lo general tienen ventajas misiológicas inherentes sobre sus homólogos de Occidente:
Ventaja lingüística. En las misiones globales, resulta esencial la habilidad de cruzar barreras lingüísticas para comunicar el evangelio. Ahora, ¿sabías que hay aproximadamente 4000 palabras en español que derivan del árabe? Aunque esto no sea aplicable para todo contexto misionero, los potenciales misioneros latinoamericanos tienen una ventaja sobre quienes no hablan español, al prepararse para servir en medio de los árabes-musulmanes. No insinúo que será fácil aprender el idioma, pero las similitudes entre el español y el árabe pueden acelerar el proceso de aprendizaje y el ser enviado para alcanzar a los 285 grupos de personas que todavía no han sido alcanzados con el evangelio en el mundo árabe.
Ventaja de movilización. La mayoría de los países latinoamericanos son considerados política y religiosamente no-amenazantes para gobiernos extranjeros. Como resultado, los países con acceso limitado o restringido pueden otorgar visas con más facilidad a latinos que a otras nacionalidades de Occidente.
Ventaja fisiológica. La apariencia física a menudo es un obstáculo para los misioneros occidentales en cuanto a su asimilación cultural, creando barreras para el evangelio. En contraste, muchos latinos comparten similitudes físicas con otras poblaciones del Sur Global. Esto permite que los latinos puedan mezclarse con más facilidad con culturas diferentes. Esta ventaja también remueve estereotipos asociados con los misioneros occidentales (vistos como seculares, inmorales, codiciosos).
Ventaja cultural. Es razonable anticipar que los misioneros latinoamericanos se adapten bien a su nueva cultura debido a que ya priorizan a sus familias, las relaciones y la hospitalidad. La adaptación cultural reduce el impacto del choque cultural y ayuda a vencer obstáculos culturales a la proclamación del evangelio.
5) Todavía hay necesidad en Latinoamérica
En toda Latinoamérica, hay falsos maestros —mayormente neo-pentecostales— que propagan un evangelio distorsionado. Seguro ya conoces el mensaje: «Salud y riquezas decretadas y declaradas». Otros hablan de la liberación del pecado y la igualan con la liberación de la opresión política. La predicación expositiva es reemplazada con el sensacionalismo y el evangelio bíblico de la gracia está ausente. Desafortunadamente, millones de latinoamericanos abrazan este mensaje en busca de satisfacción y gozo, solo para descubrir desilusión y descontento.
Entonces, se podría decir que mucho de Latinoamérica está alcanzada, pero es con un evangelio falso. Además, técnicamente hablando, el imperativo singular de la Gran Comisión es hacer discípulos. Esto quiere decir que aquellos que no son discipulados no están realmente alcanzados. Por lo tanto, la Gran Comisión en Latinoamérica permanece incompleta. En respuesta a esto, mientras consideramos nuestra participación en la nueva era de misiones cristianas, es importante encomendarnos a alcanzar también a nuestros vecinos.
El futuro está aquí, pero el fin todavía no.
El futuro del cristianismo está aquí, pero la tarea de las misiones cristianas permanece incompleta. Algún día, en algún lugar del mundo, a través de la proclamación de un mensajero del evangelio —tal vez por medio de un misionero dominicano, hondureño o mexicano— el Espíritu Santo regenerará al miembro final de la iglesia. La salvación de esta persona, eternamente elegida por el Padre y redimida por el Hijo, dará bienvenida a la era siguiente (Jn 10:16; Mt 24:14). Hasta entonces, tenemos nuestras órdenes:
Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28:18-20).