La Biblia ordena a los cristianos: «Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta» (Heb 13:17). Pero la Palabra de Dios también habla de ocasiones en las que no debemos confiar ni someternos a los líderes. ¿Cuáles son las circunstancias en las que honrar a Dios significa desobedecer, huir o incluso denunciar a los que ministran en Su nombre?
Pablo advirtió a los ancianos en Éfeso de los lobos que vendrían y no perdonarían al rebaño de Dios (Hch 20:29). El apóstol toma prestada la imagen del lobo directamente de Jesús (Jn 10:12; Mt 7:15). A medida que salen a la luz patrones de abuso en la iglesia, necesitamos urgentemente esta advertencia bíblica que nos muestra la diferencia entre un pastor piadoso y uno que se aprovecha de las ovejas.
Las falsas enseñanzas —predicar «un evangelio diferente» (Gá 1:6-7)— son la forma principal en que un lobo revela su naturaleza verdadera, pero ¿cuáles son otras formas de distinguir a un verdadero pastor de un lobo con piel de oveja?
Anatomía de un lobo
Identificar a los lobos es difícil porque las marcas de un alma peligrosa rara vez se manifiestan en la apariencia física. Es más, los falsos maestros son personas hechas a la imagen de Dios. Un lobo muestra su humanidad en sus relaciones aparentemente saludables. Su carisma personal y el bien genuino que realiza su ministerio pueden ocultar aún más su verdadera naturaleza a los demás, incluso al propio lobo.
Pero la Biblia nos enseña que la ignorancia que un lobo tiene de su propia identidad no excusa su comportamiento. Los falsos profetas pueden venir vestidos de ovejas (Mt 7:15), pero hay señales claras que revelan a los lobos como lo que realmente son.
1. Los lobos enfatizan los dones por encima del carácter.
Cuando los autores bíblicos escriben sobre los requisitos para el liderazgo de la iglesia, enfatizan características morales por encima de los dones ministeriales. Los apóstoles insisten repetidamente en que los ancianos sean «irreprensibles». Contrastan el dominio propio, la mansedumbre y la humildad que deben caracterizar al verdadero ministerio pastoral con la dureza, la falta de respeto a las autoridades civiles y el abuso de la autoridad eclesiástica que caracteriza a los lobos (Tit 1; 1 Ti 3; 2 P 2).
En el juicio final, habrá algunos que insistirán obstinadamente en la sinceridad de su vida cristiana, pero Cristo declarará que nunca los conoció (Mt 7:21-23). Como prueba de su fe, estos falsos maestros apelarán a las obras poderosas que han hecho en el nombre del Señor, ¡incluyendo profecías e incluso exorcismos! Pero Jesús considera estas pruebas como inadmisibles. Condena a los lobos como «los que practican iniquidad» (v. 23).
Los lobos se justifican a sí mismos por sus poderosos ministerios, pero el Pastor los juzga basándose en los preceptos morales de Dios. Los encuentra deficientes.
2. Los lobos evitan la rendición de cuentas.
Santiago advierte que los maestros estarán sujetos a un juicio más estricto (Stg 3:1), pero los lobos rechazan el escrutinio de sus ministerios. Quieren autonomía, no responsabilidad. Se «apacientan a sí mismos» (Jud v. 12). Si los compañeros preferidos de un lobo lo contradicen, se irá a una manada más pura o irá solo a empezar una nueva. Cuando la conducta de un lobo resulta demasiado atroz para evitar la confrontación, él la justificará en lugar de arrepentirse.
Los lobos teológicamente sofisticados son diabólicamente hábiles en torcer las Escrituras para apoyar su comportamiento (Jud v. 4). Sin embargo, aunque eviten cuidadosamente rendir cuentas al rebaño de Cristo, los lobos no pueden suprimir por completo su odio no admitido hacia el Pastor. Esta enemistad se manifiesta en un desprecio especial hacia aquellos a los que el corazón del Salvador se siente especialmente atraído. Cuando alguien se acerca a Jesús de una manera que amenaza su autoridad y prestigio, los lobos se vuelven ferozmente territoriales (Jn 12:1-8).
3. Los lobos tienen hambre de poder.
Jesús advirtió a Sus discípulos contra el ansia de poder de los lobos. Cuando se disputaban su posición en el reino, Jesús presentó a los niños como aquellos a quienes pertenece el reino y como modelos de cómo recibirlo (Mt 18:1-5). Los acogió y bendijo cuando los discípulos lo hubieran impedido (Mt 19:13-15) y advirtió, de la manera más severa, que Su Padre pediría cuentas a cualquiera que involucrara a los pequeños en actividades escandalosas y pecaminosas (Mt 18:7-9). Para asegurarse una posición personal en la iglesia, los lobos están dispuestos a sacrificar a las ovejas de Cristo. Su desprecio por «los más pequeños» entre los seguidores de Cristo es un desprecio a Jesús mismo (Mt 25:45-46).
4. Los lobos están faltos de gentileza.
Si los pastores son abusivos en el púlpito, lo más probable es que se comporten brutalmente detrás de escena. Inmediatamente después de que Santiago advierte que la mayoría de los creyentes no deberían desear ser maestros, prohíbe hablar de forma desagradable, comparando la lengua con el fuego (Stg 3:1-12).
Los lobos desprecian a quienes les desafían. Utilizan palabras piadosas para encubrir su malicia y luego culpan de toda agitación a sus víctimas. Cuando se les pide cuentas, los falsos maestros pueden abandonar la escena de sus crímenes plenamente convencidos de su propia fidelidad y de la justicia de su causa. Pero la verdadera naturaleza de un lobo se revela en la carnicería que deja a su paso, en las lágrimas y cicatrices de las ovejas a las que ha atacado.
Las Escrituras prometen que la condenación de los lobos está por venir (2 P 2:1-3), pero por ahora es vital que recordemos la advertencia de Pablo. Les dijo a los ancianos en Éfeso que vendrían lobos y que «de entre ellos mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos» (Hch 20:30). Les advirtió que «estuvieran alerta» (v. 31).
Estar alerta bíblicamente significa detectar a los lobos antes de que se abalancen sobre sus presas. Cuando los corderos valientes que ya han sido heridos hablan, debemos escuchar y alertar a otras autoridades eclesiásticas. Cuando los lobos se comportan no solo de forma inmoral, sino también ilegal, debemos alertar inmediatamente a las autoridades civiles. Debemos abandonar o jamás unirnos a organizaciones cristianas dirigidas por lobos, y debemos tener planes para guiar a otros hacia la seguridad física y espiritual. También es crucial que los líderes de la iglesia reconozcamos y nos arrepintamos de las tendencias en nuestros propios corazones similares a las de los lobos y nos neguemos a tolerar tales rasgos entre nuestros compañeros y los que se están formando para el ministerio. Los lobos pueden persistir en el autoengaño, pero la ignorancia de su verdadera naturaleza es inexcusable. Especialmente en nuestros días, también lo es la nuestra.
RUT ETHERIDGE III