Durante la pandemia de COVID-19 muchas familias estuvieron confinadas en sus hogares y producto de ello, muy probablemente tus hijos hayan pasado más tiempo usando dispositivos digitales. En muchos de nuestros países esta situación se extendió más de lo esperado, y a medida que el tiempo de quedarse en casa se fue prolongando, es posible que tanto niños como adolescentes se hayan sentido tentados a buscar en internet contenidos que de otro modo no hubieran buscado, entre ellos la pornografía.
Entre tantos problemas que nos trae la cultura actual, quizás la pornografía sea el que mayores posibilidades tiene de derribar literalmente la moral y los valores de esta generación. Los estudios nos dicen que los mayores usuarios nuevos de pornografía son niños de 12 a 17 años, mientras que las chicas, sin embargo, no se quedan atrás y se están poniendo al día. No hay dudas de que la industria multimillonaria de la pornografía está llegando a las almas de esta generación causando estragos, y se ha ido convirtiendo en un poderoso monstruo capaz de secuestrar a cualquier niño en su propia casa y cualquiera sea su familia.
Hace unos años, un niño de trece años de nuestra iglesia estaba buscando un nuevo guante de béisbol para comprarlo en forma online. Solía haber una gran cadena de artículos deportivos en nuestra área llamada Chicks Sporting Goods. Todos lo llamamos informalmente “Chicks” para abreviar. Ingenuamente, escribió la palabra “Chicks” en un motor de búsqueda, pensando que iba a encontrar la nueva colección de guantes de béisbol de la tienda, pero lo que encontró fueron sitios de pornografía, y muchos de ellos.
Su primera exposición a la pornografía lo llevó a un viaje en el que llegó a mirar pornografía horrible todos los días, a veces durante horas. Este era un buen chico, de una familia fuerte, con alta moral y acababa de quedar atrapado en el laberinto de la adicción a la pornografía. Cuando la familia se enteró (comenzaron a sospechar algo cuando él estaba en la computadora en medio de la noche y sus calificaciones estaban cayendo), hicieron lo correcto y consiguieron ayuda para su hijo. Sin embargo, ese joven tendrá miles de imágenes vívidas almacenadas en su cerebro y subconsciente.
Uno de los muchos problemas de ver pornografía es que tu mente toma una imagen de la imagen. Y, lamentablemente, millones de jóvenes hoy en día tienen imágenes muy inapropiadas almacenadas en sus mentes. La pornografía es extremadamente adictiva, y para muchos puede escalar. Estas son las etapas de la progresión de la adicción a la pornografía:
Ver pornografía
Adicción
Escalada
Insensibilidad
Actuar sexualmente
En el mundo de hoy, los niños no pueden evitar ver imágenes sexuales muy poco saludables. Como padres, podemos ayudar a nuestros hijos a entender las consecuencias negativas de ver pornografía.
La información sobre los efectos de la pornografía es muy frecuente hoy en día. No hace falta decir que la pornografía es fantasía. La fantasía y la pornografía son vínculos estrechamente relacionados con la adicción sexual. La pornografía es una herramienta para ir más allá de la realidad y, una vez utilizada, es difícil vivir sin ella. Lamentablemente, la adicción sexual entre los jóvenes está creciendo y, para muchos, se convierte en una fuerte compulsión obsesiva similar a la intensidad de las adicciones al alcohol, las drogas o el juego. La adicción sexual separa a las familias, hace que las personas vean al sexo opuesto como objetos y desgarra la fibra moral de las personas realmente buenas.
Se acabaron los días en los que la pornografía estaba confinada a una sección oscura de la ciudad en los cines con clasificación XXX. La pornografía se distribuye a través de lo que alguna vez fueron canales seguros, como la televisión por cable, las librerías, los teléfonos y, por supuesto, Internet. Como padres, debemos tener la intención de contrarrestar esta influencia con amor, ejemplo e instrucción. De lo contrario, alguien más les enseñará a nuestros hijos sobre la pornografía, y las ayudas visuales que utilicen podrían llegar a ser tan tentadoras que atraigan a nuestros hijos a un mundo de fantasía lleno de culpa, vergüenza y remordimiento.
La pornografía para nada constituye un lugar bueno o seguro (todo lo contrario), y no podemos asumir que nuestros hijos nunca serán tentados. Ser proactivos sin necesidad de “sermonear” o entrar en pánico es la mejor manera de ayudar a nuestros hijos y discípulos a los que servimos. Como dice la Escritura: “Cuida tu corazón por encima de todo, porque él determina el curso de tu vida”.
Jim Burns