«Instrucciones básicas antes de abandonar la tierra»
¿Alguna vez has escuchado que se explique la Biblia de esta manera? Es un recurso mnemotécnico muy útil que sin duda tiene algo de cierto. Pero ¿llega al corazón de lo que la Biblia realmente es? La forma en que muchos de nosotros tratamos las Escrituras como un libro de «instrucciones» de Dios no parece del todo correcta cuando miramos cuidadosamente lo que dicen sus páginas. Me temo que la forma en que usamos la Biblia de esta manera en realidad logra lo contrario de lo que pretendemos.
Si la Biblia no es esencialmente un manual de instrucciones para la aplicación práctica, entonces, ¿qué es? Si no trata principalmente de lo que tenemos que hacer, ¿de qué trata? Si no se trata de nosotros, ¿de quién se trata?
La Biblia se trata de Jesús
¿Se trata de Jesús? Bueno, obviamente, estarás pensando ahora mismo. No hace falta decirlo. Estoy de acuerdo. No hace falta decirlo. Pero tenemos que seguir diciéndolo. No nos «vamos» sin decirlo. La Biblia trata de Jesús. De principio a fin, de página a página, de Génesis 1:1 a Apocalipsis 22:21, la Palabra de Dios escrita trata principal y esencialmente de la revelación salvadora de la Palabra divina de Dios.
Jesús mismo lo dijo. En Lucas 24, vemos a dos de los discípulos de Jesús andando por el camino de Emaús y comentando la noticia que habían recibido de la resurrección de Cristo. De repente, el propio Jesús se acerca a ellos. Les pregunta de qué hablan. Al principio no lo reconocen, así que le explican que están discutiendo el asunto de Jesús, expresando su confusión por el hecho de que haya sido entregado para ser crucificado cuando todo el tiempo pensaban que era el enviado para redimir a Israel. Tampoco estaban seguros de qué hacer con esta asombrosa afirmación sobre Su resurrección. Entonces Jesús hace algo muy interesante: «Comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras» (Lc 24:27).
Pablo nos dice que las promesas bíblicas «en Él todas son sí» (2 Co 1:20). El libro de Hebreos es un gran ejemplo que sostiene esta verdad, mostrándonos cómo en todas las cosas que condujeron hacia Cristo se estaba predicando a Cristo desde las sombras, por así decirlo, incluso recordándonos que los actos poderosos de los grandes héroes del Antiguo Testamento no se trataban de ellos mismos, sino de obrar «por la fe» en la promesa del Cristo que vendría (Heb 11).
En efecto, todo lo que la Biblia enseña, ya sea teológico o práctico, y en donde quiera que lo haga, ya sea en lo histórico, poético, aplicativo o profético, tiene como objetivo acercarnos a Cristo, verlo con más claridad y amarlo con más de nuestros afectos. La Biblia trata de Jesús.
El mensaje principal de la Biblia es que la obra ya está hecha
Una noche, de camino a casa después del grupo pequeño, escuché en la radio cristiana local una presentación de diez minutos de alguien que estaba compartiendo lo que había aprendido en la iglesia el día anterior. Todo se reducía a un llamado a hacer de Jesús, en sus palabras, nuestro «modelo a seguir». Fue todo muy bonito e inspirador.
En efecto, no hay mejor modelo que Jesús. No me encontrarás discutiendo eso. Pero el problema con el recuento que este hombre hizo del sermón de su pastor fue que no mostraba ningún indicio de contenido evangélico verdadero. Lo podría haber dicho el Dalai Lama. El actor budista Richard Gere piensa que Jesús es un modelo impresionante. También lo creen muchos ateos. La gran mayoría del mundo pensante reconoce que Jesús es un buen modelo de conducta y, de hecho, la mayoría de ellos desearía que los cristianos actuaran más como Jesús (o al menos, más como la percepción que tienen de Jesús).
Esto debería sugerir la deficiencia inherente al mensaje de «Jesús como modelo a seguir»: «Sé como Jesús», por sí solo, no es una buena noticia. El evangelio no es un buen consejo, es una buena noticia. El énfasis en nuestras iglesias debe estar en la obra terminada de Dios a través de Cristo. Para ser claros: debemos exhortar a nuestras congregaciones a vivir de manera más semejante a Cristo. Pero si el énfasis de nuestra predicación está en ser más como Jesús y no en las buenas noticias de la gracia, a pesar de que no podemos ser como Jesús, terminamos logrando lo contrario de nuestra intención. En realidad, nos convertimos inadvertidamente en legalistas, porque estamos más preocupados por las obras y el comportamiento que por la obra de Cristo en nuestros corazones. El mensaje principal de la Biblia, al anunciarnos a Jesucristo, es que la obra ya está hecha.
Las noticias de la Biblia son mucho mejores que sus instrucciones
La Biblia es increíblemente práctica. No tenemos que hacer que lo sea. Ya lo es. Hay muchas cosas prácticas en ella, y tenemos que enseñarlas. Pero nunca debemos enseñar los puntos prácticos como los puntos principales. Las cosas prácticas siempre están conectadas con las cosas que se proclaman. El «qué hacer» nunca puede separarse de lo «hecho» de la obra terminada de Cristo en el evangelio, pues de lo contrario corremos el riesgo de predicar la ley.
Pablo está recordando la entrega de las tablas de la ley a Moisés en el monte Sinaí (2 Co 3:7-11). Cuando Moisés subía y tenía comunión con Dios, la gloria del Altísimo era tan intensa que seguía irradiando de su rostro cuando bajaba. La gloria radiante era tan intensa que Moisés se cubrió el rostro con un velo para proteger a los hijos de Israel de la intensidad. Pero, por muy intensa y sobrecogedora que fuera esa gloria, Pablo dice que queda eclipsada por el ministerio del Espíritu, el ministerio de justicia, el ministerio del evangelio de Jesús.
Esto nos ayuda a ver que el mensaje esencial de la Biblia es el evangelio y que por eso el evangelio tiene que ser el centro de todo lo que decimos y hacemos como iglesia, ya sea en el servicio de adoración o en cualquier otra instancia. Esto significa que muchos de nosotros tenemos que luchar con la realidad de que el evangelio no es solo para los no creyentes. También es para los cristianos.
Tal vez necesitemos ver lo versátil y robusto que es el evangelio, cuánto más profundo y poderoso que el mensaje de qué hacer y qué no hacer. Tal vez necesitemos ver que el evangelio hace más de lo que la ley podría hacer. Va más allá de lo que la ley podría llegar. Si las instrucciones vienen con gloria, dice Pablo, «¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del Espíritu?» (v. 8).
La buena noticia del evangelio es mucho mejor que las instrucciones. Es mejor porque la noticia realmente nos salva. El evangelio es el ministerio de justicia porque anuncia no solo una cuenta en blanco de los pecados borrados, sino el crédito completo de la obediencia perfecta de Cristo acreditado a nosotros.
El poder de la salvación
Cuando miramos al mundo y a nuestras iglesias, pensamos que sabemos lo que va a arreglar todo. Solo les diremos que deben organizarse. Por eso todas las instrucciones.
Pero, ¿qué es lo que realmente salvará al mundo perdido? Déjame decirte: ninguna de nuestras quejas contra este mundo.
¿Qué es lo que transformará los corazones de las personas en tu iglesia? Ninguna cantidad de regaños.
¿Qué motivará a las personas a un cambio de vida verdadero que comience con un cambio de corazón verdadero? No lo harán todos los consejos útiles del universo.
Según la Biblia, solo el evangelio es poder para la salvación (Ro 1:16). Debemos dejar de tratar el evangelio como si fuera poder suficiente para una experiencia de conversión, pero que se queda corto para dar poder a todos los asuntos prácticos de la fe que vienen después.
Jared C. Wilson