La Biblia no dice mucho sobre los diáconos. (¿Qué tal eso como gancho?).
A pesar de que lo mencionado sobre los diáconos es escaso, también es suficiente. Tenemos suficiente material bíblico para juzgar entre varios enfoques. Estoy convencido de que hay varios enfoques comunes que no están a la altura de la gran visión de Dios para este oficio.
Estos son cinco mitos sobre los diáconos.
Mito 1: Los diáconos son ancianos en formación
«He oído que te van a hacer diácono. ¿Cuánto tiempo crees que pasará antes de que te hagan anciano?».
Pedro está acostumbrado a estas preguntas en la iglesia. No le molesta; en todo caso, se siente un poco halagado.
Retrocedamos en el tiempo. En el siglo IV y en la Edad Media, el oficio de diácono se convirtió en una función clerical inicial, una parada en el camino hacia el sacerdocio. (El modelo de sacerdote en formación sigue siendo común en la Iglesia católica romana y, a pesar de las diferencias clave, también en gran parte de la Comunión anglicana). Pero algunos evangélicos tienen su propia versión de este enfoque: ancianos en formación. Sin duda, algunos diáconos deberían llegar a ser ancianos, pero esto suponiendo que cumplan los requisitos para ser ancianos (1 Ti 3:1-7; Tit 1:5-9).
Aunque los requisitos para ambos oficios son similares, no son los mismos. El diaconado no constituye el equipo de entrenamiento para ser anciano. Es un oficio diferente, con objetivos diferentes que requieren en muchos casos dones diferentes. Por ejemplo, un hombre puede carecer de la capacidad de enseñar y por ello, no ser apto para ser anciano (1 Tim. 3:2; Tito 1:9) pero ser un diácono realmente espectacular.
Entonces, ¿puede el diácono Pedro ejercer el ministerio pastoral? Por supuesto, pero esa no debería ser la razón por la que es diácono. Todo pastor debe ser primero un siervo, sin duda, pero no todo siervo está destinado a convertirse en pastor. El servicio diaconal es demasiado significativo, demasiado glorioso, para ser un mero escalón hacia cualquier otra cosa.
Mito 2: Los diáconos son expertos en hojas de cálculo o trabajo manual
«Eres bueno arreglando cosas. Deberían hacerte diácono».
El pastor Gabriel se alegra muchos días de tener a Nicolás en la iglesia. Nicolás es un contratista exitoso que puede poseer más herramientas que el resto de la pequeña iglesia combinada. ¿Qué hizo Gabriel cuando se rompió el calentador de agua de la iglesia hace tres inviernos? Llamó a Nicolás. ¿Y cuando el sistema de calefacción y aire acondicionado se estropeó ese sábado de junio? Llamó a Nicolás.
¿No sería Nicolás un diácono ideal? No tan rápido. Todavía no te he dicho si es un creyente maduro. Un diácono es mucho más que alguien que sabe moverse por las ferreterías. ¿Conoce bien su Biblia?
En el mismo sentido, piensa en una iglesia cuyo presupuesto es un desastre. Se enfrentan a otro déficit financiero y no tienen proyecciones claras de ingresos para el próximo año fiscal. ¿Por qué —se preguntan algunos— no nombramos diácono a Marcos?
La rutina matutina de Marcos no es complicada: se levanta, prepara café y consulta el mercado antes de meterse en la ducha y dirigirse al trabajo en su empresa de planificación financiera. Los domingos, los miembros de la iglesia se acercan a él con cautela para pedirle un consejo financiero informal. Cuando se trata de un sentido económico hábil, Marcos es inigualable en la iglesia.
¿No sería Marcos un diácono ideal? De nuevo, no tan rápido. Todavía no te he dicho si es un creyente maduro. La habilidad con las hojas de cálculo es bienvenida, pero no es suficiente para ejercer un oficio en la casa de Dios (1 Ti 3:15).
Mito 3: Los diáconos son hábiles administradores de negocios
«Los seminarios pueden enseñar lenguas antiguas, que Dios los bendiga, pero no pueden enseñar habilidades ejecutivas. Lo que esta iglesia realmente necesita son algunos diáconos decididos con sentido empresarial».
Carlos ha sido miembro de la iglesia Comunidad Cristiana de Puente Alto desde hace treinta años y ha servido como diácono durante casi veinte años. Alrededor del momento en que se unió a la iglesia, fundó una empresa en su sótano; ahora opera en un rascacielos del centro de la ciudad. No es ningún secreto que a Carlos le ha ido bien en el mercado. Tiene decenas de empleados y décadas de conocimientos empresariales.
¿No es Carlos un diácono ideal? Una vez más, no tan rápido. Todavía no te he dicho si es un creyente maduro. La experiencia en liderazgo ejecutivo puede ser una gran ventaja, pero no es una señal de aptitud espiritual.
Mito 4: Los diáconos deben mantener humilde al pastor
«¿Qué sentido tiene ser diáconos si solo somos “hombres que dicen sí”? Por supuesto que le digo al pastor Tim cómo son las cosas, ¿quién más lo haría? Además, solo quiero mantenerlo humilde. Lo último que necesitamos es un pastor engreído».
El diácono Felipe no es más que un opositor. No trata de hacer la vida del pastor Edgardo miserable, aunque a menudo lo consigue. Simplemente se ha encargado de mantener al pastor con los pies en la tierra. Francamente, Felipe no quiere que cambien muchas cosas en la iglesia, pero puede percibir el deseo de innovación que sale de la oficina del pastor.
Justo la semana pasada, Edgardo estaba «soñando» con iniciar un programa de residencia pastoral y —¡voilà!, así de fácil— acabar con dos antiguos programas de la iglesia para poder financiarlo. A Felipe le gusta envolver cuidadosamente sus quejas con burbujas. «Algunas personas están hablando» es una de sus favoritas. (Es importante que el pastor Edgardo sepa que no es solo una preocupación de Felipe).
¿No es Felipe un diácono ideal? Creo que podemos estar de acuerdo en que no lo es.
Mito 5: Los diáconos deben dirigir las cosas
«Bienvenidos a la Primera Iglesia Bautista, donde los pastores dicen las cosas y los diáconos las dirigen. (En serio, si quieres conseguir algo importante por aquí, tienes que convencer a esos diáconos)».
Josué forma parte de la junta directiva de algunas organizaciones; ninguna le gratifica más que servir como diácono en la Primera Iglesia Bautista. Ama a la congregación y se preocupa por la salud de la misma a largo plazo. A Josué le parece bien que el pastor dirija las cosas espirituales. Después de todo, un papel colgado en su oficina afirma que tiene maestría en divinidad, pero el trabajo de los diáconos es supervisar todo lo demás, ¿no?
Este tipo de enfoque no es raro. Pienso en cómo un pastor amigo me describió la mentalidad que heredó en su iglesia:
Básicamente, los ancianos y los diáconos tienen esferas de autoridad separadas pero iguales: los ancianos gobiernan lo «espiritual»; los diáconos gobiernan lo «físico». ¿Qué significa esto en la práctica? Los diáconos no pueden dictar lo que los ancianos hacen con los asuntos espirituales, ya que ese es su terreno; y los ancianos no pueden dictar lo que los diáconos hacen con los asuntos pragmáticos, puesto que ese es su terreno.
Cuando los diáconos empiezan a funcionar como pastores principales de toda la congregación, o como una junta directiva que supervisa a varios empleados y comités, la descripción bíblica del cargo se ha desdibujado. Además, cualquier estructura que aliente a los diáconos a funcionar como un contrapeso al pastor o a los ancianos, como una segunda cámara legislativa para «verificar y equilibrar» las decisiones pastorales, ha sobrepasado sus límites bíblicos.
Caballería de siervos
Ya sea que el rol de los diáconos en tu iglesia haya sido inflado o reducido erróneamente, la solución no es oscilar de un extremo a otro, sino restaurar a los diáconos a su propósito bíblico y a su irremplazable rol bíblico.
Los diáconos no son el consejo de directores espirituales de la iglesia, ni la junta ejecutiva a la que el pastor responde. Son una caballería de siervos, encargados de ejecutar la visión de los ancianos mediante la coordinación de varios ministerios. Son como la fuerza de operaciones especiales de una congregación, que lleva a cabo tareas invisibles con fortaleza y gozo.
Gracias a Dios por los diáconos fieles.
Matt Smethurst