La muerte de Cristo reconcilia a los pecadores con Dios, los redime de la esclavitud del pecado, paga el castigo por sus pecados, derrota a sus enemigos, tiene victoria sobre el pecado de Adán y purifica a los pecadores (Gá 3:13; He 10:14).
Existen diversas posturas a lo largo de la historia de la iglesia sobre el significado de la muerte de Jesús.
En la iglesia primitiva de occidente prevaleció el punto de vista del rescate a Satanás. Esta postura sostenía que Satanás usurpó la posesión de los seres humanos cuando Adán y Eva pecaron. La muerte de Cristo pagó un precio a Satanás para comprar la liberación de los prisioneros (Gregorio de Nisa).
En la iglesia primitiva de oriente predominó la deificación. Esta postura sostuvo que Cristo, en Su encarnación y resurrección, trajo vida eterna a la humanidad, que de otra manera estaba sumida en la corrupción y la muerte (Atanasio).
En la Edad Media surgió la postura de la satisfacción y sostuvo que la caída ofendió el honor de Dios; por tanto, el Hijo de Dios tuvo que hacerse hombre para que Su muerte de valor infinito como Dios-hombre pudiera brindar satisfacción para restaurar el honor de Dios (Anselmo).
La teoría de la influencia moral, también presentada en la Edad Media, floreció bajo el liberalismo en los siglos XIX y XX. Sostiene que Cristo murió para mostrar el amor de Dios por nosotros para eliminar nuestro temor e ignorancia de Dios (Abelardo).
Los reformadores Lutero y Calvino en el siglo XVI enseñaron tanto las posturas de la sustitución penal como la de Christus Victor sobre la expiación. La postura de Christus Victor sostiene que Cristo, nuestro vencedor, en Su muerte y resurrección derrotó a nuestros enemigos: el pecado, la muerte, el infierno y Satanás.
La postura de la sustitución penal enseña que Cristo, nuestro sustituto, murió para pagar la pena que nosotros, los infractores de la ley, no pudimos pagar y, por lo tanto, nos salvó de tener que pagar por nuestros pecados para siempre en el infierno.
La postura sociniana, que surgió a fines del siglo XVI, sostenía que el hombre Jesús murió para demostrar un amor perfecto por Dios que debemos imitar para ser salvos (Fausto Socino).
La postura gubernamental, establecida en la primera mitad del siglo XVII, veía a Dios como un gobernador moral que dio muerte a Cristo para mostrar Su odio hacia el pecado y mantener su gobierno moral (Hugo Grocio).
El liberalismo de los siglos XIX y XX presentó a Cristo principalmente como un ejemplo y adoptó la teoría de la influencia moral.
En contraste, los evangélicos sostienen que Cristo era sobre todo el Salvador, quien murió en nuestro lugar como nuestro sustituto penal.
CHRISTOPHER MORGAN • ROBERT A. PETERSON