Hace unos cuantos años escuché un dicho gracioso pero bastante cierto: «Si la mamá está feliz, todos en la casa están felices. Si la mamá no está feliz… ¡a esconderse todo el mundo!» Las madres somos llamadas «el corazón del hogar». Se nos ha dado la capacidad de velar por el bienestar integral de los miembros de la casa. Cuidamos que la familia permanezca unida, y que cada uno crezca de manera equilibrada. Las madres somos las primeras en levantarnos y las últimas en acostarnos; trabajamos dentro y fuera de la casa; comemos último, a menudo de pie, y otras veces directamente nos «saltamos» algunas comidas. El corazón de una madre es sacrificial. Se entrega por sus hijos, por su hogar, aunque muchas veces no se dé cuenta que en el camino se sacrifica ella misma.
En las últimas décadas, la mujer ha ido ganando posiciones y respeto en ambientes laborales que requieren de una gran dedicación y compromiso. Esto ha traído muchos beneficios a nivel del desarrollo personal y financiero, pero también ha puesto a algunas madres «entre la espada y la pared», sobre todo cuando el trabajo se interpone entre ellas y su deseo de estar más tiempo con sus hijos. Ante esta realidad, debemos aprender a tomar decisiones que proporcionen un sano equilibrio a nuestras vidas.
Buscar sabiduría en esto es primordial, porque hay ciertas tareas en las que puedes ser perfectamente reemplazada, pero en el corazón de tus hijos no hay nadie como tú, y nadie puede hacer lo que solamente tú puedes hacer por ellos. Una de las grandes mentiras que muchas veces abrazan las mujeres es: «Dedicarme a mis hijos es perder el tiempo. Con mi capacitación y mis talentos, podría estar haciendo cosas más productivas.» ¡No, al contrario! ¡Al dedicarte a tus hijos estás invirtiendo en algo que nadie va a poder robarte jamás, ni a ti, ni a ellos!
Me gustó mucho el comentario que hizo el reconocido pastor y consejero Wayne Cordeiro en su libro «Andando con el tanque vacío», cuando apuntaba, que en cuanto a ordenar las prioridades, nuestra guía debe ser la siguiente: «tenemos que afrontar aquello que solo nosotros podemos realizar». Brian Dyson, exjefe de operaciones de Coca-Cola, dio el discurso de graduación en la Universidad de Georgia Tech, en 1996. En su discurso, hizo una analogía en la que explicaba cómo diferenciar qué es lo más importante en la vida. Él dijo: «Imagina la vida como un juego en el que haces malabares con cinco pelotas en el aire (…) trabajo, familia, salud, amigos y espíritu. Tú las mantienes a todas en el aire. Pronto comprenderás que el trabajo es una pelota de goma. Si se cae, rebota. Pero las otras cuatro pelotas -familia, salud, amigos y espíritu- están hechas de vidrio. Si se te cae una de ellas, se rayará o se despedazará de forma irremediable. Nunca serán las mismas. Debes entender eso, y hacer arduos esfuerzos por alcanzar un equilibrio en tu vida.»
La visión de Dios, tanto para los hombres como para las mujeres, es que prosperemos en todo, así como prospera nuestra alma… ¡no a costa de nuestra alma! Y, como dije antes, para lograr ese equilibrio vamos a necesitar mucha sabiduría, para poder tomarlas decisiones y hacer las negociaciones y ajustes que permitan que todos en casa florezcamos de la forma que leemos en el Salmo 128.
Gloriana Montero