Salmo 105.1-8
Ayer estudiamos lo que significa buscar a Dios, pero muchas personas no saben por dónde empezar.
Comience con la lectura de la Biblia y la oración. Cada día medite en la Palabra: escuche la voz de Dios, digiera lentamente lo que lee, hable con el Señor, hágale preguntas y aplique lo que aprende. No solo lea la Biblia, estúdiela, tal vez comenzando con un versículo o un pasaje corto. Puede que usted piense: “Eso nunca me ha gustado”. Mi consejo es: ¡Anímese! El conocimiento de Dios no entra en nuestras mentes por accidente; lo hace por medio del estudio diligente.
Tener hambre y sed de Dios es un gusto adquirido. Cuanto más le busquemos, mayor será nuestro anhelo. Sin embargo, si ignoramos a Dios, la poca hambre que tenemos disminuirá aún más.
¿Considera que esta última afirmación describe su experiencia? Entonces, pídale al Señor que despierte su apetito por Él, y siga adelante. Esto requiere tiempo y esfuerzo, dos cosas que nos conviene invertir sabiamente.
Descuidar nuestro tiempo con el Señor significaría negarnos a recibir las bendiciones que Él promete a quienes lo buscan con diligencia. Nadie quiere ir tras lo que es fugaz. En vez de eso, elija buscar al Eterno, la fuente de todo contentamiento, gozo y esperanza.