¿Por qué el evangelismo es tan difícil para nosotros? - Hebreos 12:2
Estudio Biblico
JIM DONOHUE
En octubre de 1987, Jessica McClure, de dieciocho meses de edad, cayó seis metros por una tubería de agua abandonada de ocho pulgadas de ancho, donde quedó atrapada durante tres días. Una de sus piernas, atascada torpemente por encima de su cabeza, era lo único que impedía que siguiera cayendo. En el mismo punto en el que Jessica se detuvo, la tubería se ensanchó considerablemente; quedó colgada en un vacío de unos veintidós metros. Hicieron falta miles de trabajadores y perforaciones a través de una roca casi impenetrable para salvarla. No es de extrañar que se considere uno de los mayores rescates de todos los tiempos.
La misma perseverancia, sacrificio y compasión que demostraron los rescatistas hacia esta bebé están presentes en una de las parábolas de la Biblia. En Lucas 15, un pastor deja a noventa y nueve ovejas para buscar a una de ellas que se ha perdido, representando el extraordinario corazón de Dios para rescatar a hombres y mujeres perdidos.
Jesús hace una pregunta retórica: ¿qué clase de pastor dejaría así nomás morir a una oveja perdida? La respuesta podría no ser obvia para nosotros, ya que muchos de nosotros no estamos familiarizados con el pastoreo. Podríamos pensar que el pastor sigue en buena forma: ¡Solo ha perdido una oveja! Pero esto habría sido impensable, del mismo modo que ignorar a los perdidos debería ser impensable para nosotros.
Es demasiado fácil para mí descuidar el acercamiento a los perdidos. Esto plantea algunas preguntas incómodas. ¿Por qué con frecuencia estamos menos interesados que Dios por los perdidos? ¿Por qué a menudo se deja de lado algo tan central para la misión de Jesús? Lucas 15 nos muestra tres razones por las que la evangelización, que Jesús hizo tan bien, se siente tan difícil para nosotros.
1. No vemos el peligro
El pastor, que representa a Cristo, sabe que una oveja perdida es una oveja muerta. Por eso la busca sin pensarlo dos veces. Una oveja es una presa fácil para los leones, los osos o los lobos. Sus defensas son patéticas; está perfectamente indefensa. ¿Sabes qué? Los incrédulos están indefensos al igual que las ovejas. Ellos también están en gran peligro, sin manera de salvarse. Todos estamos justamente condenados al estar separados de Cristo.
El peligro que espera a los perdidos es mucho peor que cualquier cosa que podamos imaginar. El castigo eterno es un resultado necesario de la justicia santa de Dios. Puede que no queramos pensar en ello, pero el amor de Cristo nos obliga a tener presente el juicio que merecemos. Si vemos como Él ve, nos moverá a tender con Su amor compasivo la mano a los que nos rodean.
2. No vemos el valor
Lo siguiente que hace el pastor es impactante. Deja noventa y nueve ovejas para ir tras una. Como valora a cada oveja, la que se pierde recibe una atención y un cuidado especiales. Del mismo modo, nuestro gran Pastor valora a las personas hechas a Su imagen, incluso a los incrédulos que se rebelan contra Él. Tiene una inmensa compasión por los perdidos.
Los fariseos que escucharon el mensaje de Jesús no valoraban a las personas como Él lo hacía, ni compartían Su deseo de edificar la familia de Dios. De hecho, luchaban por mantener a las personas fuera de su comunidad, prefiriendo un club más pequeño y elitista. Estaban contentos con su grupo cómodo. ¿Lo estamos nosotros? ¿O recordamos que Dios quiere utilizarnos para expandir nuestra comunidad, valorando a los vecinos que nos rodean lo suficiente como para ir tras ellos?
3. No vemos el gozo
Imagina al pastor después de días de búsqueda. Por fin ve a su oveja perdida, corre hacia ella, la revisa, le quita algunas espinas y la coloca con gran alegría sobre sus hombros. Así es Dios. Esto es lo que hizo. Nos rescató, nos subió a Sus hombros y regresó con gran regocijo.
A menudo nos perdemos el gozo de la evangelización. Parece difícil, sucio e incómodo. Tememos el rechazo. Dudamos incluso de que funcione. Pero aunque el evangelismo puede ser intimidante, hay un inmenso gozo al otro lado. De hecho, no hay nada en este mundo que traiga más gozo que ver a alguien perdonado de sus pecados y rescatado de la ira de Dios.
Sí, será una tarea ardua. Sí, dará miedo. Sí, tomará tiempo y exigirá sacrificios. Pero nos espera un gozo inefable. Tal vez una de las razones por las que no compartimos el evangelio es que no hemos probado muy a menudo este gozo de ver a los pecadores rescatados. No sabemos o hemos olvidado lo que se siente. Pero fue «por el gozo puesto delante de Él» que Jesús soportó la cruz (Heb 12:2). Se sacrificó por el gozo puesto delante de Él y quiere que nosotros hagamos lo mismo. Quiere que compartamos Su compasión por los perdidos, imitando Su perseverancia, Su sacrificio y Su compasión, para que podamos participar en gozo abundante.
Imagina la exuberancia del rescatista cuando salió del pozo, sosteniendo a la pequeña Jessica en sus brazos. Ese es el tipo de gozo que nos espera cuando seguimos los pasos de nuestro Buen Pastor, quien vino a buscar y salvar a los perdidos.
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