CHRISTOPHER MORGAN • ROBERT A. PETERSON
Además del bautismo, Jesús dio a Su iglesia la ordenanza de la Cena del Señor. Su origen se remonta a la crucifixión de Jesús, anticipa Su regreso y en el presente proclama Su muerte.
Significado e implicaciones de la Cena del Señor
La Cena del Señor es la ordenanza cristiana que conmemora la muerte de Jesucristo y Su comunión con los creyentes. La teología de la Cena del Señor es rica:
La Cena del Señor es un memorial que nos recuerda la muerte de Jesús (1 Co 11:23–25).
Está relacionada con el pacto porque apunta al sacrificio de Jesús que ratificó el nuevo pacto (Lc 22:20).
La Cena del Señor une a la iglesia. Es decir, muestra nuestra unidad con Cristo y entre la congregación. Nos llama a mostrar amor y deferencia unos con otros (1 Co 10:16-17; 11:17–34).
La Cena anuncia el evangelio (1 Co 11:26).
Alaba la provisión de Jesús. Es una participación en los beneficios de Su obra salvadora (1 Co 10:14–22).
La Cena del Señor predice el regreso de Jesús, tal como lo prometió y como Pablo nos lo recuerda (Mt 26:29; cp. 1 Co 11:26).
Llevamos nuestro pecado a la mesa del Señor y recibimos de la abundante gracia de Dios y de la obra consumada de Jesús. La cena testifica de la provisión de Dios para nosotros: gracia sobre gracia.
Posturas sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor
Después de la Reforma protestante, han prevalecido cuatro posturas teológicas sobre cómo interpretar la presencia de Cristo en los elementos de la Comunión:
1) La postura católica de la transubstanciación
Sostiene que, en la ordenación, los sacerdotes reciben la autoridad para ofrecer a Cristo en el sacrificio de la misa. La Iglesia católica enseña que cuando el sacerdote consagra los elementos, milagrosamente se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Su apariencia exterior no cambia, pero de forma milagrosa la esencia invisible de los elementos se convierte en el cuerpo y la sangre de Cristo. El sacerdote ofrece un sacrificio no sangriento de Cristo a Dios en la misa.
2) La postura luterana de la consubstanciación
La postura luterana rechaza la idea de la transubstanciación y adopta la consustanciación. La Cena no es un sacrificio sacerdotal a Dios, sino un beneficio que Él otorga a los fieles. Los elementos no cambian, pero Cristo está presente corporalmente en, con y debajo de los elementos. Los luteranos sostienen que, en la resurrección de Cristo, Su omnipresencia fue transferida sobrenaturalmente de Su deidad a Su humanidad. Esto permite que Su cuerpo esté presente en todas partes, incluso en los elementos de la comunión.
3) La postura reformada de la presencia real de Cristo
A esta postura, algunas veces se le denomina la doctrina de la presencia real de Cristo. Rechaza tanto la transubstanciación como la consubstanciación. Los elementos no cambian y el cuerpo de Cristo está en el cielo. Esta postura sostiene que Cristo está presente en la Cena, ya que el Espíritu Santo trae los beneficios de Cristo —los cuales son suficientes— desde Su lugar a la derecha del Padre a los creyentes participantes.
4) La postura zwingliana o conmemorativa
La postura zwingliana de la Cena difiere de las otras tres. Aunque es discutible si es que era la postura de Ulrico Zwinglio, permanece unida a su nombre. Se le denomina la postura conmemorativa porque enfatiza el recordatorio de la iglesia de Jesús en Su muerte. De las dos ordenanzas de la iglesia, la Cena es una conmemoración que trae a la mente la muerte expiatoria de Cristo.
La Cena del Señor apunta al futuro
En la tierra nueva no habrá necesidad de bautismo ni de la Cena del Señor. Esta comida tiene diferentes nombres: Santa Cena, Cena del Señor, Eucaristía, Comunión. Es la Cena del Señor la que ordenó, convirtiendo la Pascua judía en un símbolo cristiano del sacrificio de Cristo (1 Co 11:17–34). Es una eucaristía (gr. eucaristía) o acción de gracias (1 Co 11:24). Es una comunión, un fortalecimiento de la unión con Cristo (1 Co 10:16). Es una ordenanza mandada por Jesús:
Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo». Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre» (Mt 26:26-29).