JOSUÉ BARRIOS
Para nadie es secreto que hoy muchos cristianos priorizan la interacción en línea en redes sociales por encima de la comunión con sus iglesias locales en sus propios contextos.
Los cristianos a veces chateamos más con amigos en Facebook o en cualquier otra red social de lo que conversamos con hermanos de la iglesia. A veces conocemos mejor lo que personas lejanas a nosotros publican en Internet que las luchas de hermanos cercanos en la fe, a quienes somos llamados a acompañar. A veces preferimos entretenernos con memes efímeros, en vez de pensar sobre cosas eternas en comunidad. Y es que resulta más cómodo pasar tiempo en Internet que sirviendo a otras personas y siendo retados por la Palabra en la iglesia local.
Tengo la convicción de que esta es una tragedia. Necesitamos redescubrir el valor de la comunidad de la iglesia local. Aunque las comunidades en línea pueden ser muy útiles, ellas no pueden reemplazar el lugar de la iglesia local en la vida del creyente.
En uno de los capítulos de Espiritual y conectado reflexiono en esta realidad y presento siete maneras en que la comunidad de una iglesia local saludable es superior al mundo en línea de las redes sociales. Estas son tres de ellas:
1) Una comunidad de gracia que confronta y recibe
En la iglesia tarde o temprano sale a relucir quiénes somos en verdad. Por eso a veces he deseado en mi corazón que mi iglesia fuera más como las redes sociales, donde la gente dé «me gusta» a lo que digo y no se entrometa tanto en mi vida. Un lugar donde pudiera ocultar con facilidad mi pecado y no tener que lidiar también con el de otros hermanos.
Sin embargo, la iglesia local según la Biblia es una comunidad por medio de la cual Dios puede disciplinarnos cuando estamos en pecado sin arrepentirnos (Mt 18:15‑20). Somos llamados a velar los unos por los otros y confrontarnos cuando es necesario, para que no seamos endurecidos por el pecado.
No siempre es fácil formar parte de una comunidad en la que otros tienen el permiso y la responsabilidad dada por Dios para corregirte y llamarte al arrepentimiento. Sin embargo, el propósito de toda disciplina en la iglesia, a diferencia de la cultura tóxica de culpa y cancelación en redes sociales, es tu edificación y mayor gozo en el Señor.
Al mismo tiempo, cada creyente en este lado de la gloria es una obra en proceso. Dios nos extiende gracia para que extendamos gracia a nuestro hermano en la fe, mientras Él sigue obrando en nosotros al hacernos más como Su Hijo. La iglesia es una familia en la que podemos confesar nuestros pecados unos a otros (Stg 5:16). No sentimos necesidad de actuar como personas perfectas porque sabemos que Dios nos ama de tal manera que entregó a Su Hijo por nosotros para perfeccionarnos cada día más (Ro 8:29). De hecho, reconocer tu pecado es indispensable para formar parte de la iglesia (1 Jn 1:10).
Mientras en redes sociales sentimos que debemos presentar siempre nuestra mejor cara, la iglesia local es radicalmente diferente. No puedes ser miembro de una iglesia local si no admites que aún no eres lo que deberías ser. En la iglesia somos libres para reconocer nuestros pecados y arrepentirnos porque ninguno de nosotros es llamado a pertenecer a ella por sus propios méritos. Así que mientras la iglesia es una comunidad de gracia que confronta, al mismo tiempo es una comunidad de gracia que recibe a pecadores arrepentidos.
Cuando nuestras iglesias viven conforme a esto, son comunidades magnéticas, refrescantes y atractivas, en un mundo lleno de vanidad, culpa, vergüenza, temor y egocentrismo, como se refleja en redes sociales.
2) Una comunidad llena de personas que no escogeríamos
En la iglesia no puedes escoger a tus hermanos como escoges a las personas que quieres tener como amigos en redes sociales. En palabras del pastor Jay Adams:
«Las comunidades digitales son convenientes y personalizables. Se basan en nuestras preferencias y están diseñadas para ser elegidas o no elegidas fácil y rápidamente. ¿No te gusta algo que alguien dijo en tu feed de Facebook? Deshazte de ellos…. Pero las comunidades analógicas son diferentes. Cuando nos presentamos en persona, no es tan fácil dejar de ser amigos, dejar de seguir y bloquear. Porque a pesar de nuestras diferencias e incompatibilidades, aquí estamos. A pesar de nuestras desconexiones y perspectivas a menudo divergentes sobre las cosas, nos hemos reunido y nos hemos comprometido a dar una parte de nuestras vidas y energías a personas en particular en un lugar en particular en un momento en particular. Así son las familias».
Esta característica de la iglesia, de unión familiar en Cristo a pesar de la diversidad, es un logro de la obra de Jesús para la gloria de Dios (Gá 3:28; Ef 2:11‑22). La grandeza del Señor y Su sabiduría es dada a conocer en esto no solo al mundo (Jn 17:20‑21), sino también «a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor» (Ef 3:10‑11).
Cuando el pueblo de Dios es uno solo a pesar de la diversidad entre sus miembros, Él es exaltado por encima de las cosas que podrían dividirnos. Así testificamos con nuestra vida que Él vale más que todo lo demás.
3) Una comunidad donde la gracia brilla en medio del quebranto
La iglesia es una familia gozosa donde hay momentos en que nos sentiríamos cómodos compartiendo en Internet, pero también es una familia sufriente donde lloramos con los que lloran (Ro 12:15). De hecho, la belleza de la gracia de Dios en la iglesia nunca brilla más que cuando nuestra vida atraviesa el valle de sombra y muerte. Es en medio del dolor y la adversidad que más podemos apreciar la bendición de tener la compañía de la iglesia. Ella es la comunidad que Dios puso a tu lado para consolar tu corazón y animarte a perseverar en la prueba.
Cuando sentimos que el dolor golpea nuestra vida, no queremos un simple mensaje de voz en nuestros teléfonos, reacciones con corazones o manos orando en nuestras fotos en redes, o comentarios con emojis tristes en nuestras publicaciones. Podemos agradecer esas cosas, pero queremos algo más humano. Queremos algo más real. Necesitamos gente a nuestro lado que nos ayude y fortalezca de la forma correcta: dirigiendo nuestra mirada al Señor y no a nosotros mismos o nuestras circunstancias.
Es en los momentos que no son dignos de un «me gusta» en redes sociales que la iglesia puede lucir más radiante en nuestra vida para la gloria de Dios.