PATRICIO LEDESMA
La Biblia narra los últimos minutos de vida de Jesús mientras estaba en la cruz: «Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: “¡Consumado es!”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn 19:30).
«Consumado es». ¿Qué quiso decir el Señor con esta expresión? Fundamentalmente, el significado es: ¡Misión cumplida! ¡Salvación efectuada! ¡Rescate pagado! En el momento de la muerte del Mesías, el rescate del pueblo de Dios fue completado, una obra de liberación perfecta y definitiva a la que no se le puede añadir nada. La expresión «consumado es» (una sola palabra en el griego) nos enseña que Cristo es el sustituto perfecto y efectivo, el único capaz de salvarnos de una vez para siempre: «porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados» (Heb 10:14).
Morir no suele considerarse como una demostración de poder. Para este mundo, la muerte está relacionada con la debilidad, el fracaso, la derrota y la impotencia. Pero la muerte de Jesús fue muy diferente. Aun cuando pueda resultar sorprendente, el caso es que la muerte del Hijo de Dios fue una demostración contundente de autoridad, victoria, éxito y control absoluto sobre todas las cosas.
Consideremos estas palabras: «Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: “¡Consumado es!”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn 19:30). A priori, estas palabras no suenan a victoria, ¿verdad? Seamos honestos, no parecen palabras de triunfo en absoluto, más bien todo lo contrario. ¿Qué clase de poder puede haber en estas palabras? ¿Qué tipo de éxito puede haber aquí? Desde una perspectiva humana, un hombre clavado en una cruz no parece ser muy poderoso, ni exitoso y mucho menos parece tener control de lo que le está pasando. No obstante, a pesar de las apariencias, en la cruz del calvario Jesucristo hizo un despliegue de poder sin precedentes.
Jesús demostró en la cruz Su poder absoluto para salvar. La sangre de Jesús era el gran pago requerido para que fuésemos liberados de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias. Se trata del gran pago que hizo que la justa ira de Dios Padre fuese recibida por el Hijo y no por nosotros, siendo así la iglesia salvada de toda condenación.
Una observación vital que debemos hacer cuando pensamos en la muerte de Jesús en la cruz es que fue una muerte voluntaria en todos los sentidos. El Señor no solo vino a la tierra a morir voluntariamente, sino que también, al ser sin pecado, entregó Su vida porque así lo quiso, estando en control de ella en todo momento. ¡Nadie le quitó la vida a Jesús! Él entregó Su aliento de vida porque Él deseó hacerlo, no porque nadie tuviera poder sobre Él para quitársela (fue una entrega completamente intencional). La Biblia lo afirma:
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre (Jn 10:17-18).
Jesús es Señor soberano sobre la muerte. Cristo tiene control absoluto sobre ella. ¡Esto sí que es poder!
Pensemos un poco sobre el gran poder de la muerte. La muerte es muy poderosa, sin duda es el enemigo más fuerte que tenemos. Es evidente que nadie puede con ella porque «la paga del pecado es muerte» (Ro 6:23). Todos los seres humanos de la historia fueron, son y serán derrotados por la muerte. La muerte se levanta con inmenso poder como una reina invencible. Pero —¡Gloria a Dios por este «pero»!— Cristo entregó Su vida voluntariamente para volverla a tomar. Simplemente, la muerte no pudo con Él; la gran «reina» no tuvo opción alguna de retenerlo. Así el Señor dio Su vida cuando a Él le plació, y después resucitó según el plan divino por el Espíritu Santo (Ro 8:11).
Sí, la muerte es tremendamente poderosa, pero nada poderosa para nuestro gran Rey Jesús. Debido a que Él la venció, ¡nosotros la venceremos gracias a Él! Cuando la Biblia dice que Cristo reina, es que ¡reina de verdad!
Está claro que morir no es una demostración de poder para este mundo. Pero la muerte de Jesús fue distinta. Jesús demostró en la cruz Su poder absoluto sobre la historia, demostró Su poder absoluto para salvar y demostró Su poder absoluto sobre la muerte. Solo podemos alzar la voz y decir: ¡Oh, gloria al poder del Señor Jesús porque desde la cruz declaró por amor: «Consumado es»!