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Otro año bajo el sol - Eclesiastes 1:3-0
Estudio Biblico
Aprendiendo sabiduría de una larga pandemia
Matt McCullough
Las personas que deberían saber siguen diciendo que este año finalmente dejaremos atrás la pandemia. He dejado de predecirme a mí mismo, pero espero que tengan razón. Si lo son, me pregunto cómo recordaremos estos últimos dos años.
Para quienes sufrieron la muerte de alguien cercano, la experiencia definitoria de la pandemia puede ser la pérdida. Para muchos de nosotros, me imagino que la experiencia principal será la desorientación. Vimos nuestros planes patas arriba. Sentimos el tiempo suspendido. Vimos lo que habían sido pilares en la vida desmoronarse uno tras otro, desde el tiempo con la familia que envejece, hasta el gozo de la adoración en persona, hasta una simple sonrisa en el rostro desenmascarado de un amigo.
Mucho más allá de los impactos físicos de la enfermedad en sí, la experiencia de la pandemia ha expuesto la fragilidad de gran parte de lo que damos por sentado en la vida. ¿Cómo haremos frente a la desorientación de los últimos dos años? ¿Dónde buscaremos la estabilidad y la renovación que emanan de ellos?
Nada nuevo bajo el sol
La literatura de sabiduría de la Biblia se da para ayudarnos a responder preguntas como estas. La sabiduría proporciona la orientación adecuada al mundo. Es un instinto aprendido para vivir en el mundo tal como es, no como deseamos que sea. Y de los libros de sabiduría de la Biblia, quizás irónicamente, es Eclesiastés el que ofrece la perspectiva que tanto necesitamos para responder a lo que hemos pasado.
Digo irónicamente porque el mismo Eclesiastés puede ser un libro desorientador. Ofrece la perspectiva de un hombre llamado "el Predicador", que esencialmente tenía todo lo que quería en la vida. Nadie le dijo que no. Pero al final, descubrió que todo no era más que vanidad. Un mero vapor. Sin sentido. Vacío.
Me sorprende lo mucho que la lista de sus actividades en la vida se parece a las principales opciones que tenemos para reorientarnos después de un par de años difíciles. Estaremos tentados a buscar la estabilidad o la esperanza en las mismas vanidades que se derrumbaron bajo su peso hace mucho tiempo.
Tome el placer, por ejemplo. En los primeros días de la pandemia, el tráfico a los principales sitios pornográficos se disparó. También lo hicieron las suscripciones de Netflix. Y ahora, después de dos años en los que se interrumpieron tantos planes, los buscadores de placer están reservando vacaciones de lujo a un ritmo récord. Como dijo un escritor de Forbes , lo que aprendimos de la pandemia es que “el futuro es impredecible”, que “la vida es corta” y que “los sueños no deben posponerse”. “Si todo va bien”, continúa, “2022 será un gran año para los viajes de ensueño”.
El gran abandono
Algunos han perseguido sueños; otros están buscando trabajo para un nuevo comienzo. En septiembre de 2021 más de cuatro millones de personas abandonaron voluntariamente sus trabajos por otras oportunidades. Ese número rompió un récord establecido el mes anterior, cuando millones más tomaron la misma decisión. Es una tendencia tan significativa que los expertos la llaman "La gran renuncia" o "La gran renuncia". Dada la cantidad de interrupción de estos últimos años que afectó directamente nuestro trabajo, no debería sorprendernos que tantos busquen seguir adelante con un cambio de escenario.
Luego está el dinero y lo que puede comprar. La terapia minorista fue un tratamiento de referencia durante meses antes de que cualquier vacuna llegara al mercado. Con el dinero del estímulo dando vueltas, la gente compró nuevos pozos de fuego y actualizaciones de televisión, y comenzó proyectos de mejoras en el hogar para solucionar lo que había salido mal. Muchos meses después, la terapia de compras todavía vende. Como lo expresó un comercial reciente de AT&T: "Creo que todos podemos estar de acuerdo en que después del año pasado, todos merecemos algo nuevo". ¿Por qué no recompensar su supervivencia con el último iPhone?
Aún otros han buscado el dominio de alguna nueva habilidad para redimir el tiempo extraño y restaurar una sensación de control. En abril de 2020, escuché a un economista hablar sobre la pérdida de control como el principal factor estresante que sentía, ya que su trabajo es predecir lo que es probable que suceda. Su consejo para otras personas que sienten ese dolor es que encuentren algo que puedan controlar, por pequeño e insignificante que sea. Algunos aprendieron a hornear pan. Otros aprendieron una lengua extranjera. Fumé mis primeros dos pechos. ¿Qué hiciste con tu pandemia? Queremos oportunidades de crecimiento, para avanzar de victoria en victoria. Si COVID fue una bola curva, queremos sacarlo del parque.
Todo estaba luchando tras el viento
El Predicador nos advierte, sin embargo, que la vida no funciona así. Eclesiastés comienza con un poema sobre el cansancio incesante y repetitivo de la vida bajo el sol. “¿Qué gana el hombre”, pregunta, “con todo el trabajo con que se afana debajo del sol?” ( Eclesiastés 1:3 ).
Queremos ganancia. Nos gustaría ver la vida como un largo proceso de adquisición. Donde tenemos contratiempos, queremos recuperarnos mejor que nunca. Queremos un progreso ascendente constante. Pero así como el sol sale y se pone ( Eclesiastés 1:5 ), así como el viento sopla de un lado a otro (versículo 6), así sucede con toda la vida: “Lo que ha sido, eso será, y lo que ha sido hecho es lo que se hará, y no hay nada nuevo bajo el sol” (versículo 9).
En el capítulo 2, el Predicador explica cómo llegó a esta conclusión, con un catálogo de dónde se volvió para obtener algún tipo de ganancia en esta vida. Es una lista que suena inquietantemente familiar. Miró primero al placer ( Eclesiastés 2:1 ). Probó la comedia (versículo 2), el buen vino (versículo 3), el entretenimiento y el sexo (versículo 8). Miró su trabajo y el dominio sobre su porción del mundo: “Hice grandes obras. Construí casas y planté viñedos para mí. Me hice jardines y parques, y planté en ellos toda clase de árboles frutales” ( Eclesiastés 2:4–5 ). Acumuló más dinero y más posesiones que cualquiera antes de él en Jerusalén ( Eclesiastés 2:7–8 ).
Placer, trabajo, riqueza, control, todo lo que podríamos buscar bajo el sol, ya lo ha tenido en abundancia. Necesitamos escuchar la lección que aprendió de la manera más difícil: “Entonces miré todo lo que mis manos habían hecho y el trabajo que había gastado en hacerlo, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y no había nada nuevo debajo. el sol” ( Eclesiastés 2:11 ).
Lo que podemos ver ahora
Si se siente desorientado por dos años difíciles, no encontrará el equilibrio en las mismas viejas vanidades que defraudaron al Predicador hace tanto tiempo. Pero ahora tenemos la oportunidad de una mayor claridad sobre el mundo de la que quizás podríamos haber tenido cuando las cosas parecían normales.
Nada es seguro sobre la vida bajo el sol excepto la muerte que llega al final de ella. Las cosas que damos por sentadas siempre han sido frágiles. Nuestro control sobre lo que nos importa siempre ha sido severamente limitado. Y el control de la muerte sobre lo que amamos siempre ha sido más fuerte que el nuestro. COVID no causó estos problemas. Lo que venga después no los resolverá. Esa es la perspectiva que nos ofrece Eclesiastés.
Cuando el Predicador escribe sobre “la vida bajo el sol”, lo que tiene en mente es la vida desde una perspectiva estrictamente humana. Como si lo que vemos fuera todo lo que hay. La muerte es realmente el final. No hay satisfacción para nuestros más profundos dolores de hambre. En otras palabras, “la vida bajo el sol” es la vida por su cuenta, dejada a sus propias ideas sobre lo que es mejor, sus propios recursos para llevar a cabo su visión y su propio puñado de años para aprovecharla al máximo.
Eclesiastés es una crítica devastadora de la autosuficiencia humana. No encontraremos una cura para lo que nos aqueja bajo el sol. Nuestra única esperanza se basa en una intervención radical desde el más allá.
Luz de más allá del sol
El mensaje de Eclesiastés es que si Dios guarda silencio, el mundo entero es vapor. El mensaje del resto de las Escrituras es que Dios nos ha hablado. Aún mejor que eso: la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros ( Juan 1:14 ).
Peter Kreeft ha descrito a Eclesiastés como “una silueta perfecta de Jesús, el contorno rígido de la oscuridad que llena el rostro de Jesús” ( Tres filosofías de la vida , 51). Bajo el sol, solos, todo es vanidad y la muerte tiene la última palabra. Eclesiastés existe para hacer “intolerable la oscuridad” (Derek Kidner, The Wisdom of Proverbs, Job, Ecclesiastes , 103). Y para prepararnos a la única esperanza cierta: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido” ( Juan 1:4–5 ).
Cualquier otra cosa que podamos llevar con nosotros de un par de años desorientadores, a otro año bajo el sol, al menos abracemos el mensaje del Predicador. No encontraremos la estabilidad que anhelamos sin la ayuda, la esperanza y la satisfacción que solo viene más allá del sol. Si no hemos aprendido esa lección, estaremos igualmente desprevenidos para la próxima vez que el mundo se ponga patas arriba. Y habrá una próxima vez. “Lo que ha sido es lo que será. . . y no hay nada nuevo debajo del sol” ( Eclesiastés 1:9 ).
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