DAVID PUERTO
El animismo es más que un sistema religioso uniforme. Se trata de una cosmovisión que interpreta el mundo físico como interrelacionado de manera permanente con fuerzas espirituales. Esto lleva a sus adeptos a creer que los objetos y eventos de la realidad siempre tienen implicaciones espirituales. El término animismo proviene de la palabra latina ánima, que significa «alma» o «aliento». Se refiere a lo que da vida a algo.
Los grupos animistas o —como algunos antropólogos los catalogan— «religiones tribales» creen que todos, tanto seres animados como objetos inanimados, están habitados por espíritus o demonios de manera permanente y en algunos casos de manera temporal. La presencia de estos seres puede ser favorable o no. Por eso quienes se acercan a ellos deben adorarlos o tratarlos con respeto. Estas creencias llevan a muchos a considerar el animismo como el culto a los espíritus entre los pueblos primitivos.
Asuntos claves del animismo
Los animistas creen que un ser supremo creó el mundo, pero que todo es gobernado por espíritus menores que residen en seres vivientes y también en objetos inanimados. Muchos de estos espíritus no son benévolos y deben ser temidos y aplacados con rituales para evitar que provoquen daños a individuos o colectivos sociales.
Un aspecto que para algunos podría resultar atractivo del animismo es que el individuo puede participar activamente en la manipulación del mundo espiritual para bien o mal. Por tal razón, los animistas usan amuletos o practican rituales con lo que buscan conectar la realidad observable o material con la realidad inobservable o inmaterial. No hay ninguna distinción marcada entre las dos realidades: lo que ocurre en una esfera afecta a la otra.
En el mundo visible, la tierra juega un papel destacado porque es considerada como una entidad viva y suele ser adorada como la Madre Tierra. Los lagos, cuevas, árboles y montañas son venerados como lugares sagrados. Los animales pueden ser encarnaciones de espíritus, muchos de los cuales son adorados como sagrados.
Muchos animistas son deístas; es decir, piensan que después de que un ser supremo creara a la humanidad y al mundo, los olvidó y ya no se interesa por lo que les pase. Por esta razón, cada uno tiene que hacer lo que pueda para estar a salvo de los espíritus.
Es probable que muchos animistas no se consideren como parte de este sistema de creencias. Sin embargo, viven con un enorme temor y se sienten indefensos ante los poderes espirituales presentes en la naturaleza que los rodea.
Además, es común que estas creencias se mezclen con las de otras religiones, lo cual deriva en sincretismo: una mezcla de creencias y prácticas tomadas de diferentes religiones. El «cristo-paganismo» en América Latina es ejemplo de que hace falta una evangelización que busque la transformación integral de las personas y los pueblos.
Es común que católicos, como también algunos evangélicos nominales, recurran al animismo para intentar inútilmente solucionar sus problemas personales o para pretender librarse de las crisis de la vida. Detrás de la imagen formal de religiones como el hinduismo, budismo y el islam existen conceptos animistas sobre el mundo de los espíritus.
El Proyecto Josué estima que más de 730 millones de personas viven influenciadas por el animismo (se trata del 9,3% de la población mundial). Según algunas estimaciones, hay más de 161 millones de animistas que no han escuchado el mensaje del evangelio, quienes están repartidos en más de 700 grupos étnicos. También se estima que hay solo sesenta obreros cristianos sirviendo en las misiones transculturales por cada millón de animistas.
Hay trabajo pendiente
Existen en la actualidad muchas agencias misioneras que tienen enorme experiencia ministrando entre pueblos animistas. Entre ellos están: Traductores de la Biblia, Misión Nuevas Tribus, Pioneros, Fronteras y World Team. Ministrar entre animistas requiere una profunda espiritualidad, discernimiento de espíritus y conceptos equilibrados de guerra espiritual (Ef 6:10-20). Recuerda las palabras del apóstol Pablo:
Pues la Escritura dice: «Todo el que cree en Él no será avergonzado». Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan; porque: «Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo». ¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio del bien!» (Ro 10:11-15).