Si preguntas: «¿Estás de acuerdo con el asesinato de un inocente?», la respuesta de la gran mayoría de las personas sería un rotundo «no». Sin embargo, si se pregunta a las mismas personas si están de acuerdo con el aborto, la respuesta de algunas puede que sea un «sí» sin mayores dudas.
En la acalorada y prolongada discusión del tema del aborto, el problema radica en cómo entendemos lo que médicamente se denomina «feto». Para muchos es solo una masa de tejidos; para otros, es vida humana. «ESA NO ES MI OPINIÓN» Las preguntas científicas de importancia, como el saber si el feto es vida humana, requerirá de una respuesta proporcionada por un profesional íntegro y objetivo. El Dr. Jérôme Lejeune (1926- 1994), quien descubrió las causas del Síndrome de Down y es considerado el padre de la genética moderna, dijo lo siguiente en un informe para el subcomité judicial del senado norteamericano: «Cuando el espermatozoide y el óvulo se encuentran, un nuevo ser humano es formado porque su propia constitución humana y personal está completamente definida. La fecundación produce una constitución personal que es enteramente única de este ser humano, la cual no ha ocurrido antes ni ocurrirá jamás. Debo decir que no hay dificultad en entender que en el principio de la vida, la información genética, la estructura molecular del huevo, el espíritu, la materia, el alma y el cuerpo ya están completamente unidos porque es el comienzo de una nueva maravilla que llamamos el ser humano»
Le preguntaron, entonces, si en su opinión el feto era un ser humano. Esta fue su respuesta: «Esa no es mi opinión; esa es la enseñanza de toda la genética que he aprendido; no hay duda de que es un ser humano…»
LA ENSEÑANZA BÍBLICA
Desde entonces, la ciencia sigue avalando lo que encontramos escrito en la Biblia. El Dr. Lejeune, como representante de la ciencia, coincide con el rey David: desde la concepción, hay vida humana. Fue este último quien, inspirado por Dios, escribió el Salmo 139. Sin necesitar equipos médicos sofisticados ni estudios profundos, en este salmo se le permitió reflexionar sobre su concepción en el vientre de su madre. Lo primero que el salmista describe, y que debe ser maravilloso ante nuestros ojos, es lo mucho que su Creador lo conoce. De hecho, Dios lo conoce incluso mejor de lo que él mismo se conoce. «Aun antes de que haya palabra en mi boca, Oh SEÑOR, Tú ya la sabes toda» (v 4). ¿Cómo es esto posible?
Un artista piensa en su escultura antes de empezar a producir su obra. Luego comienza a trabajar en ella día y noche hasta el más mínimo detalle, dándole forma hasta en los lugares menos visibles para los que la observarán, pero que el artista sí presta atención. Él conoce esas esquinas que fueron talladas, esas vueltas que fueron realizadas, para darle a su escultura la forma deseada. Esa acción tan personalizada e intensa de Dios al crear la criatura, es (además de la omnisciencia) lo que hace posible que la conozca tan bien.
Debemos destacar varias verdades más en el resto del salmo. Para empezar, vemos que Dios mismo es nuestro Escultor. El salmista atribuye a Dios toda autoría: «Tú formaste», «Tú hiciste» cada parte de mi cuerpo. También leemos que el ser humano no es una creación cualquiera. David habla con asombro de lo complejo de su creación por parte de Dios: «Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho» (v. 14a). En sus palabras también hay un reconocimiento de la gran destreza del Maestro Escultor.
Si observamos el funcionamiento de cada parte de nuestro cuerpo nos daremos cuenta de su complejidad. He lidiado desde mi niñez con mis ojos miopes, por lo que he tenido que aprender de la estructura del ojo. Si lo estudias, te darás cuenta de lo complejo y sofisticado que es ese órgano. Si así son los ojos, ¡cuánto más complejos son otros órganos como el pulmón y el corazón! ¡Maravillosa y compleja creación!
El salmo también nos muestra que en el vientre hay vida aun cuando humanamente no ha sido detectada por alguien más. «No estaba oculto de Ti mi cuerpo, Cuando en secreto fui formado» (v. 15). Desde el primer día de la concepción, Dios describe esta «bola de tejidos» (así se le llama hoy) como una persona. Algunas personas en las ciencias han querido obviar este detalle, que tanto Dios como ellos han descrito: ¡desde la concepción, hay vida! Hay un ser humano que está siendo formado. Solo le resta seguir creciendo y formándose, pero ya hay vida humana; es alguien hecho a imagen y semejanza de Dios. Como comenta el teólogo D. A. Carson: «Cada embrión es una persona, una posesión creativa de Dios, con días planeados de antemano, una vida decretada en los cielos para ser vivida en la tierra».[3] Las personas que luchan a favor del aborto, ¿qué tan conscientes están de estas verdades que Dios mismo describe en su Palabra?
UN LLAMADO A LAS MUJERES
Me dirijo ahora a las mujeres, especialmente a las que están embarazadas al leer este escrito: como portadora de esa vida que “El salmo también nos muestra que en el vientre hay vida aun cuando humanamente no ha sido detectada por alguien más”. Dios ha otorgado, ¿qué tan asombrada estás de su creación? ¿Qué tanto la valoras? ¿Qué tanto la proteges? Quiero reflexionar a continuación en cada una de estas tres preguntas.
En primer lugar, oro para que seas asombrada. Que Dios fije sus ojos y haga crecer a su criatura en nuestro vientre es un privilegio. El salmista decía que los ojos de su Creador estaban fijos en su creación, viendo cómo tomaba la forma que se tenía planeada (v. 16). Ese diseño a veces nos parece imperfecto. Muchas madres optan por abortar a sus hijos porque vienen con defectos congénitos. Se nos olvida que el Autor de esa vida es quien decretó que esa criatura viniera al mundo con ese diseño físico. Esta criatura, aunque afectada por la caída que provoca que tengamos cuerpos quebrantados, sigue siendo portadora de la imagen del Creador. Para el mundo es un desperfecto desechable, pero para Dios tiene un diseño con propósito. Es una criatura igual de amada por su Creador. En segundo lugar, te animo a valorar la nueva vida que Dios forma en tu interior. El poder ser fecundas es un regalo de Dios. Muchas mujeres quieren ser madres biológicas y no pueden serlo, porque Dios no se lo concedió en su soberanía. Pero ¿y tú? A ti que se te ha dado el privilegio de ser mamá, ¿qué tanto valoras a esa criatura que se está formando en tu vientre? Esaú, al ver a los niños que venían con Jacob en su encuentro con él, le preguntó quiénes eran. Jacob, con un conocimiento amplio de la provisión de Dios, le dijo: «Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo» (Gn 33:5). Es Dios quien en su misericordia permitió que una vida se desarrolle en tu vientre. Los hijos no son un logro nuestro, sino un regalo de Dios (Sal 127:3).
Por lo tanto, si has quedado embarazada es porque Dios ha obrado en tu vientre y te lo ha permitido. A muchas mujeres a mi alrededor no se les ha concedido el regalo de ser madres biológicas y, aunque tienen contentamiento en el Señor, ese sigue siendo un anhelo de su corazón. Así que cada vez que el Señor permite vida en el vientre de una madre, este milagro debe tomarse como un regalo directo de su mano. Dios es quien es su misericordia hace a la mujer fecunda (Sal 113:9). Por último, te suplico que protejas esta nueva vida. Defiende cada día que el Creador le dio a la criatura. Tú solo eres el canal por el cual esa vida viene al mundo, pero le corresponde a Dios en su soberanía, y no a los médicos, decidir su tiempo en la tierra. Él decide el día en que empieza y el día en que termina. No decidamos por Él. ¿Y qué si no puedes sostenerlo? Vivimos en un mundo caído, donde muchas veces nuestras circunstancias hacen imposible brindarle una vida mínimamente digna a nuestros hijos. Pero la solución no es terminar sus días con un aborto. Por ejemplo, podemos pedir ayuda a otras personas en nuestra familia e iglesias. También, aunque suena muy doloroso, puedes ser portadora de bendición para otra madre, al darle un hijo en adopción a una mujer que no ha podido sentirlo crecer en su vientre.
Nada de esto es fácil. Hay mucho más para hablar al respecto. Ser madres en este mundo hermoso pero manchado por el pecado, es muy retador y demanda sacrificios. Pero cueste lo que cueste, vivamos aferradas al Señor que murió y resucitó para el perdón de nuestros pecados y darnos esperanza. Tengamos nuestra confianza en Él y no despojemos al feto de su valor como ser humano. En medio de la mayor deshumanización en nuestra generación, oigamos lo que Dios dice nos dice en su Palabra y comencemos a llamar a lo creado como Dios lo llama.