¿Algunas personas se han llegado a preguntar porque Dios permite que sus hijos pasemos por situaciones difíciles? El Dr. Stanley nos recuerda con la ayuda de la Palabra de Dios, que es justo durante los tiempos difíciles cuando nuestra fe aumenta y dependamos más de Dios. Además, es en medio de los tiempos difíciles que ganamos la sabiduría necesaria para entender que Dios siempre está en control y que tiene un plan único y especial para nuestras vidas.
Ante las pruebas, solemos preguntar: “Dios mío, si soy tu hijo, ¿por qué permites esto?”
Algunos creen que se debe a que nuestro Padre celestial no interviene en el mundo que creó; otros dicen que son víctimas de su mala suerte o de la casualidad. No obstante, la única respuesta a esa pregunta se encuentra en la Palabra de Dios. En efecto, Santiago 1.1-12 nos dice que Dios utiliza las pruebas para llevar a cabo su voluntad en nuestras vidas. Por medio de ellas, Él fortalece nuestra fe, nos motiva para que lleguemos a ser semejantes a Cristo y nos muestra su inmenso amor y poder para lograrlo. Al reconocer esa verdad podremos cambiar de actitud hacia las dificultades y confrontarlas con gozo, paz y esperanza, confiados en que Él premiará nuestra fidelidad y nos dará bendiciones inusitadas.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Entendamos el origen de las pruebas
Con frecuencia nos es fácil señalar el origen de nuestras dificultades, pero si nos detenemos a examinar la realidad veremos que no debemos ignorar que casi siempre se deben a:
Nosotros mismos. Nuestra inexperiencia nos lleva a cometer errores involuntarios por no haber tomado en cuenta ni el plan ni el propósito de Dios para nuestras vidas. Eso es garantía de que tarde o temprano surgirán problemas indeseables.
Otras personas. Hay ocasiones en que la intervención de otras personas precipita alguna situación que nos perjudica. El apóstol Pedro exhortó a los creyentes a no sorprenderse ni desalentarse por ese “fuego de prueba” que nos haya sobrevenido y nos alienta, diciendo: “gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo” (1 P 4.12, 13).
El mundo en que vivimos. Desde que la creación fue corrompida por el pecado, el dolor ha sido una de las consecuencias que confrontamos a diario. Como creyentes en Cristo necesitamos la sabiduría que proviene de Dios para ver las circunstancias desde su perspectiva y reaccionar conforme a los preceptos bíblicos, como nos recomienda Santiago en su epístola (Stg 1.4, 5).
Satanás. No olvidemos que, aunque muchos nieguen su existencia y poder, él desea inducirnos a pecar. Sabemos que tentó al Señor Jesús en el desierto después de que Él había estado orando por cuarenta días y cuarenta noches (Mt 4.1-8); que puso en el corazón de Judas Iscariote el deseo de traicionar a su Maestro (Jn 13.2); y que continúa impulsándonos a cuestionar nuestra fe.
Dios. Él nos envía algunas pruebas si decidimos hacer lo que no es conforme a su voluntad. También, aunque le obedezcamos, permite que surjan algunas otras, ya que nos ama tanto que desea que crezcamos en sabiduría y discernimiento de su voluntad. Por eso el mismo pasaje nos dice:“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Stg 1.2, 3), pues ellas son evidencia de que Dios está actuando en nuestras vidas.
Entendamos los propósitos de Dios
Por medio de ellas Él se propone:
Probar nuestra fe. En 1 Pedro 1.6, 7 el apóstol compara la prueba de nuestra fe con el proceso de la purificación del oro. Ambos son sometidos al fuego y son de gran estima, aunque la fe es más preciada debido a su valor eterno. Por eso, vale la pena que Dios la someta a prueba ya que la fe en sí tiende a ser débil, pero es fortalecida al ser probada.
Probar nuestra devoción a Cristo y evaluar nuestra obediencia. Las pruebas nos ayudan a descubrir en dónde nos encontramos en la escala de la obediencia. Hay ocasiones en las que debemos experimentar cosas difíciles. No obstante, esos momentos nos brindan la oportunidad para obedecer, lo cual nos ayuda a crecer en nuestro andar de fe.
Demostrar el amor, poder y cuidado de Dios. Si todo en la vida siempre fuera fácil y se cumplieran todos nuestros deseos, no daríamos a Dios la importancia que merece. Muchos no claman a Él en oración tanto como cuando se encuentran en un problema, lo que permite que Él despliegue su amor y su gracia de la manera más abundante. Por ejemplo, si alguien está angustiado por no tener trabajo y lo encuentra, o si alguien más está seriamente enfermo y recobra la salud gracias al poder del Médico divino, en ambos casos Dios confirma ser “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal 46.1).
Desarrolla en nosotros características semejantes a las de Cristo. Él nos conoce individualmente: dónde estamos, dónde quiere que estemos y como llevarnos hasta allá. Actúa en nuestras vidas “para que seamos hechos conformes a la imagen de su Hijo (Ro 8.29).
Creamos y regocijémonos
Recordemos los diez puntos básicos para reaccionar favorablemente ante las pruebas:
Dios controla la duración e intensidad de nuestras pruebas.
Dios tiene propósitos específicos para cada prueba que enfrentemos.
Dios diseña cada prueba para suplir necesidades específicas.
Cada prueba nos beneficiará si reaccionamos con fe en Él.
Cada prueba puede fortalecer nuestra fe.
Cada prueba es una oportunidad para demostrar nuestra perseverancia bajo presión.
Las pruebas desarrollan en nosotros las características de Cristo a fin de asemejarnos más a Él.
Las pruebas pueden ayudarnos a evaluar nuestro andar espiritual.
Dios está con nosotros en cada prueba.
Podemos vencer cualquier prueba con la gracia y el poder de Dios.
REFLEXIÓN
Las penas y el dolor son ineludibles mientras estemos en esta tierra, pero podemos decidir cómo reaccionaremos ante ellas. Hay quienes culpan a los demás, recurren a las drogas o al alcohol o levantan las manos en desesperación. Pero nosotros podemos reaccionar de manera positiva y ver nuestras pruebas desde la perspectiva de Dios, lo cual nos ayuda a comprender que nuestras dificultades son oportunidades que Él nos brinda para nuestro crecimiento espiritual a fin de llegar a ser semejantes a Cristo.
Como creyentes sabemos que la vida no siempre será fácil sino que en muchas ocasiones puede hacernos creer que estamos en un verdadero “valle de lágrimas”. Sin embargo, no olvidemos que por la gracia de Dios somos hijos suyos para que seamos “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro 8.37).