Gálatas 6:4
El hecho de ser hijas de Dios nos hace diferentes al resto del mundo, pero no nos hace mejores. Tenemos una lucha diaria no solo con nuestra carne; sino sobre todo contra potestades, principados, gobernadores de las tinieblas y huestes espirituales de maldad. ¿Quién es perfecta? ¡Absolutamente nadie! cada día que pasa debemos hacer morir nuestra carne, debilitándola cada vez con la Palabra de Dios que es viva y eficaz. Nosotras debemos sobrellevar las cargas los unos de los otros, no solo lo dice Gálatas sino, Romanos 15:1. Nos invita a soportar las flaquezas de los débiles, pero ¿a qué se refiere? Bueno pues puede que tú lleves años en la fe, y te falte madurez o lleves poco tiempo y hayas crecido tanto que tu vida espiritual ha madurado con el paso de los días.
Como sea, a nosotros por amor; no solo a Cristo sino a nuestras hermanas debemos de ser instrumentos de Dios para restaurar a esa mujer que ha caído en pecado, pasando tiempo con ellas, y aconsejándolas no con términos humanos sino Bíblicamente. La forma más fácil de llevar esa carga con tu hermana es la oración, de esa manera Satanás no logra su objetivo de ver caída a la persona en cuestión. Stg 5:16 Ninguna de nosotras estamos exentas de tentaciones; aun Pablo, nos exhorta a levantar a nuestra hermana ayudarle a saber que no está sola, que Dios siempre va a perdonar su pecado cuando lo confiese y se aparte (Prov. 28:13). Debemos caminar con la cabeza en alto, sabiendo que somos hijas del Rey, pero con un corazón humilde, amando a mi hermana como Dios manda. El hecho de no haber caído en un pecado evidente no nos hace superiores; sabemos que el pecado no reina más en nosotras.
Pablo nos muestra que no debemos juzgar y condenar para agradar a nuestra carne. Actuemos con humildad porque Dios abomina la altivez. Saquemos nuestra viga, y pongamos nuestra mano en la boca antes de juzgar a nuestra hermana. “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro” Galatas 6:4 Mi querida amiga, no es por nuestras propias fuerzas, somos lo que somos por la Misericordia de Dios, no podemos proveer ayuda sin antes examinar nuestro corazón; entonces gloriarte pero gloríate en el Señor. Si una hermana cerca de ti ha caído ayúdale a levantarse; no le des la espalda que nuestro principal mandamiento es amarla y restaurarla.