Los cementerios son lugares únicos. Son terrenos sombríos y usualmente tranquilos, alejados del bullicio de la ciudad. Para muchos, estos son lugares muy incómodos. Otros se sienten movidos a hacer peregrinaciones regulares. Para aquellos que visitan los cementerios, surge la pregunta sobre lo que queremos lograr al visitar una tumba. La pregunta es de Dave.
Él escribe: «Querido pastor John, gracias por este podcast. Aprecio sus respuestas consideradas a preguntas difíciles. Me pregunto qué deberían hacer, sentir y pensar los cristianos en un cementerio. Veo algunos cristianos decorando las tumbas de sus seres queridos con flores. Algunos visitan a menudo, incluso cada semana. Algunos recuerdan a sus seres queridos con cariño; otros lloran cada vez que visitan después de un período de muchos años. ¿Hay una mala teología detrás de algunas de estas prácticas? ¿En qué momento nos volvemos demasiado sensibles? ¿Cuándo se convierte en adoración ancestral? ¿Cuándo se convierte en una pérdida de tiempo? La Biblia señala períodos prolongados de duelo por la muerte. Además, algunas tumbas fueron claramente marcadas y recordadas por generaciones. Salomón también dijo que “mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete” (Ec 7:2). ¿Qué deben hacer y dejar de hacer los cristianos en las visitas al cementerio?».
Hay momentos en la vida que marcan, de manera inusual, una división entre el pasado y el futuro: la graduación de la escuela secundaria o la universidad, un matrimonio o un nuevo trabajo. Esa temporada terminó; está comenzando una nueva temporada.
Sin embargo, aparte de nuestra propia conversión, es muy probable que el evento que divide nuestro pasado y nuestro futuro de manera más decisiva es la muerte de alguien a quien amamos. Esa temporada terminó de una manera más absoluta que todos los otros finales de temporada. Se podría decir que un cementerio, una piedra conmemorativa o una placa de bronce con un nombre preciado es como un cartel grande e inevitable que apunta en dos direcciones: tu vida pasada con tu ser querido y tu vida futura sin tu ser querido.
Entonces, ¿cuál es la disposición bíblica o la actitud bíblica mientras estás parado junto a esa señal evidente que divide tu vida? O, siguiendo la manera en que Dave hizo la pregunta: ¿Hay cosas no bíblicas y malsanas que podrías hacer en este poste, en esta lápida, y hay cosas bíblicas y saludables que podrías hacer en un cementerio? Permítanme comenzar mencionando algunas cosas no bíblicas y malsanas que podrías sentir y hacer en el cementerio, para luego terminar con algunas sugerencias bíblicas y saludables.
Visitas malsanas
Lo que haría que nuestra visita a la tumba de un ser querido fuera malsana y no bíblica sería una especie de necesidad continua de la persona fallecida que no se satisface mediante la fe en Jesús y que se expresa de formas malsanas y que deshonran a Cristo.
La Biblia dice claramente que hay un sentido en el que los miembros del cuerpo de Cristo, y eso incluye a los miembros de la familia cristiana, se necesitan unos a otros. No es una deshonra para Cristo cuando nos damos cuenta de que otras personas son regalos de Cristo y deben representar a Cristo para nosotros. Pablo dice: «El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”» (1 Co 12:21). Sí, lo necesitas; no está bien que pienses que no necesitas a otras personas que Dios ha diseñado y puesto en tu vida.
Pero cuando Dios, en su providencia, que siempre es sabia, justa, buena y amorosa para con su pueblo, se lleva a un miembro del cuerpo de Cristo, un miembro de la familia, Dios está diciendo: «Ya no necesitas más a esta persona, no de la forma en que la necesitabas antes. Seré tu provisión. Satisfaceré todas tus necesidades en Cristo Jesús». Así que si nuestra visita al cementerio es una expresión continua de «te necesito; no puedo vivir sin ti», esa sería una expresión de desconfianza en las promesas de Cristo.
Algunos ejemplos de cómo podría ser esa desconfianza serían: venir al cementerio para expresar enojo contra Dios. Sentirse enojado con el Dios omnisciente y bondadoso es una respuesta pecaminosa a la pérdida. O, puedes venir al cementerio para decir: «Te necesito con tanta urgencia que voy a tratar de comunicarme con los muertos». Dios le dijo a Israel: «No sea hallado en ti… adivino, o espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al Señor» (Dt 18:10-12). Es un pecado intentar establecer una comunicación con los muertos.
Otra forma que podría tomar esta respuesta infiel sería venir al cementerio a hacer penitencia por todas las formas en que recuerdas que le fallaste a la persona que ha fallecido. Te sientes culpable y piensas que quizás si muestras suficiente dolor junto a la tumba, compensarás los errores que cometiste. El problema con eso es que Cristo no nos enseña a lidiar con nuestros fracasos y pecados de esa manera. Él comprende nuestros fracasos y nuestros sentimientos de culpa. Créeme, cada uno de nosotros va a sentir esto junto a la tumba de alguien a quien amamos: vamos a tener una sensación de fracaso; vamos a recordar todas las formas en que pudimos haber amado mucho mejor. Pero la solución al doloroso problema de la culpa no son más horas de penitencia en el cementerio bajo la lluvia, sino más confianza en la suficiencia total de la sangre de Cristo.
Estas son algunas de las formas en que ir al cementerio puede ser antibíblico y poco saludable.