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Una carga de oración - Nehemias 2:1-8

Estudio Biblico


Nehemías 2.1-8

Los cristianos utilizamos la palabra carga para referirnos a un peso espiritual en nuestro corazón al que, por lo general, Dios quiere que le prestemos atención. Por ejemplo, Nehemías tuvo la carga de interceder por el pueblo judío que había quedado vulnerable por el derrumbe de los muros de Jerusalén. El Señor ya conocía los problemas de los israelitas, por lo que, sin duda, no necesitaba las oraciones de este hombre.

Más bien, la carga era para el bien de Nehemías, quien se puso a disposición de Dios para bendecir a su pueblo. Tan grande era el amor de Nehemías por sus compatriotas, que dejó de lado su temor y se dirigió al rey persa para pedirle ayuda.

Sobrellevar unos las cargas de los otros es una manera en que podemos fortalecer a la Iglesia. Es propio de nuestra naturaleza humana sentirnos conectados con quienes hemos ayudado. Eso es cierto incluso para las personas que nunca descubren que hemos intercedido por ellas. De este modo, Dios une entre sí a los creyentes para formar un todo coherente, al que llama “Cuerpo de Cristo” (Ro 12.5). 

Nuestro Padre celestial está buscando personas dispuestas a tener en sus corazones una carga por sus hermanos en Cristo. Le animo a que esté listo para interceder a favor de otra persona. Fortalecer el Cuerpo de Cristo es un privilegio maravilloso.

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PASAJE BIBLICO

Nehemias 2
2:1 Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia,

2:2 me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera.

2:3 Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?

2:4 Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos,

2:5 y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.

2:6 Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo.

2:7 Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá;

2:8 y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí.

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